Ayer, en la medida que se iba aumentando el
tono de la noticia del día: la caída de importantes mandos senderistas en la
zona de Llochegua, en el VRAEM, y el presidente trataba de sacar lustre a la
victoria militar-policial, algunas personas que llamaban a las radios decían
que no lo creerían hasta que se muestren los cadáveres y las pruebas de ADN.
Se trata sólo de un síntoma de la enorme
desconfianza ciudadana que existe hoy en el país. Por supuesto que no tendría
sentido que el gobierno se meta a mentir en un asunto tan delicado como la
muerte de dirigentes subversivos. Pero seguramente para muchos está todavía
presente el recuerdo de lo que pasó el año anterior durante la llamada
“operación libertad” en Kepashiato, o en las desafortunada intervención de las
fuerzas represivas en Ranrapata.
La encuesta que se difundió ayer era muy
grafica en el mismo tema de si creerle al presidente, a la primera dama y los
principales dirigentes de clase política. Hemos llegado a un nivel de credibilidad
bajo cero y a pesar que las muertes de Alipio y Gabriel puedan ser explotadas a
favor de la alicaída popularidad gubernamental, lo cierto es que la tendencia a
no creer va a seguir presente.
Después de todo, el llamado terrorismo ha perdido atención en la agenda
nacional y en todo caso se le ve como un tema lejano y focalizado. Pacificar el
VRAEM va a costar además bastante tiempo, aunque después del reciente golpe da
la impresión que los Quispe Palomino entraron en una curva de descenso
aparentemente irreversible.
Los perdió la soberbia, no hay duda. Esa
misma que estaba retratada en el rostro de Gabriel cuando se hacía filmar
burlándose de los militares que lo perseguían y alardeando de los heridos que
había rematado. Dicen que en los últimos meses los senderistas se movían de un
pueblo a otro, con rostro descubierto y que descansaban en casas de
agricultores.
Era cuestión de tiempo que fueran
detectados y cercados. También se asegura que José, el mando principal, estaba
cerca de Alipio y su hermano y que las fuerzas combinadas van en su búsqueda.
En todo caso, lo que es evidente es que la organización subversiva que aún
quedaba más o menos entera en la selva ha entrado en franca defensiva.
Ollanta Humala estaba necesitado de
victorias después de todos los tropezones del presente año y es por eso que
está levantando a los muertos hasta el nivel de la captura de Guzmán, como
antes también quisieron hacerlo con Artemio, lo cual es francamente una
tontería. Pero su peor error fuera que
llegara a creer que si no sirve para hacer reformas o desarrollar planes
productivos y sociales, se le meta que puede ser útil como militarista.
Que acabe la guerra, bien. Pero que nos
quieran hacer marchar como soldados, eso no.
13.08.13
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