Cuando se discute lo de la “línea de mando paralela”, en la
operación Chavín de Huántar, lo que se trata de decir es que hubo dos planes
que podrían más o menos distinguirse: (a) la operación militar de ingreso,
reducción de los secuestradores y rescate de los rehenes; (b) la intervención
de “inteligencia” para eliminar a los emerretistas y cerrar la acción sin
sobrevivientes del lado de los secuestradores.
Pero hasta el día del ataque había otro plan que era la
negociación entre el gobierno y la dirigencia del MRTA que tenía el control de
la casa del embajador japonés y de 72 rehenes, que contaba con el apoyo de los
familiares de los retenidos y de diversos gobiernos extranjeros. Si algo había
en paralelo, era la preparación de una acción secreta de comando para doblegar violentamente
a los captores y salvar a los rehenes con el menor costo posible.
Chavín de Huántar era el verdadero plan y la negociación la
farsa para mantener al mundo mirando a otra parte. ¿Quiénes se prestaron al juego
conscientemente y quiénes fueron engañados?, es algo que no se puede saber, en
parte porque no quedaron testigos del otro lado y porque ha habido un pacto de
silencio entre muchas personas para que no lleguemos a la verdad. Pero la parte
militar de Chavín de Huántar no podía ir separada de la de inteligencia.
A Hermoza y a Montesinos se les ve en los videos a la
entrada del túnel dando las últimas órdenes para el ataque, y a Fujimori
coordinándolos por el teléfono. ¿Piensa alguien que estos personajes no
discutieron la suerte de los subversivos luego de concluida la operación y el
peligro que su sobrevivencia podía representar para la tesis oficial de que el
Estado nunca negocia con subversivos?; ¿es posible creer que los comandos que
participaron del combate imaginasen una línea de mando que no desembocara en el
presidente, el comandante general y el asesor de inteligencia?
El tema tiene que ver con que en 1996-97, las Fuerzas
Armadas estaban totalmente sometidas al régimen autoritario y a sus planes políticos,
entre ellos la re-reelección y el encubrimiento de los hechos de violación de
los derechos humanos. Por todo lo dicho, uno puede reconocer el arrojo del
militar que se expone en combate y ser consciente de que pocas personas tienen
el valor moral para señalar los actos ilícitos como el asesinato de
prisioneros. No hablo de los excesos del fragor de la batalla, sino de la fría
determinación de no dejar vivo a ninguno de los enemigos.
En esa línea el razonamiento se entiende además porque para
los jueces y a los del gobierno a los que les habían dicho que el Perú dependía
de salvar a los comandos, era tan difícil pensar en condenar a Montesinos,
Hermoza y otros, como si estos no hubieran sido los jefes de los otros.
12.08.13
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