George W. Bush hizo concluyó después del 11 de septiembre
que había que acabar con los países malvados que tienen armas de destrucción
masiva, para que no siguieran amenazando la paz y las seguridad de los Estados
Unidos. Poco valió que le dijeran que el ataque con aviones secuestrados y
pilotos suicidas no reflejaba la existencia de armas sofisticadas, ni había
evidencia alguna que culpara algún gobierno.
Como se sabe el mismo año del atentado, los Estados Unidos
invadieron Afganistán de donde no salen hasta ahora y dos años después entraron
en Irak y prácticamente desarticularon ese país y lo sumieron en una violencia
permanente. Para ocupar un país arguyeron que en él se escondía Bin Laden lo
que les dio justificación para destituir un gobierno y bombardear poblaciones
civiles, aunque nunca encontraron al que
buscaban que se había refugiado en Pakistán donde finalmente fue muerto.
El segundo objetivo fue decidido en función a un argumento
distinto: Irak tenía de acuerdo a informes secretos depósitos de armas de
destrucción masiva que ponían en peligro a Occidente. Muchos otros informes
desmentían que eso fuera cierto, lo cual además era casi obvio en un país que
diez años antes había sufrido el embate de una durísima guerra aérea y que
estaba cercado para el ingreso de los productos más elementales para la vida y
la salud, pudiera contar con capacidad para producir armamento de alta
tecnología y medios para movilizarlos.
Se sabe que las armas de destrucción masiva no existían,
pero la que fue destruida fue una nación con una rica historia y una población
que no había tenido nada que ver con lo que había pasado en Nueva York y
Washington. Pero Estados Unidos no ha reconocido hasta ahora que mintió y que
cometió crímenes inaceptables contra gente inocente. Por algo son un imperio y
los imperios no se autocritican. Como no lo hacen de su intervención en la
crisis egipcia que ha transformado la primavera árabe en una violenta tragedia,
o su apoyo a la rebelión en Libia que ha sumido ese país en un caos.
Hace poco se oyó decir al presidente Obama, cuya
superioridad intelectual sobre Bush nadie discute (en realidad cualquiera
podría tener mayor coeficiente que el texano), que la línea roja que decidiría si
los Estados Unidos ingresan a participar de la guerra civil Siria, estaría
marcada por el uso de armas químicas. ¿Y qué creen que sucedió? Los medios
mundiales nos sorprendieron hace unos días con
la noticia de que el gobierno sirio había lanzado un ataque químico,
como para que lo invadan. Casi de inmediato han aparecido cuestionamientos a la
validez de las imágenes mostradas y a los testimonios presentados. Pero en la
Casa Blanca hay una convicción absoluta: se pasó la línea roja, o sea que
corresponde invadir. Como en todos los casos anteriores.
27.08.13
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