La operación Chavín de Huántar de abril de 1997, marcó el
top de la popularidad de la dupla Fujimori-Montesinos, elevándolos encima del
80% en las encuestas, más arriba de lo que significó la captura de Guzmán en
septiembre de 1992 y el golpe de Estado de ese mismo año.
Pero también adquirió la categoría de trofeo para las
Fuerzas Armadas. Se trataba de la primera victoria neta en una batalla entre
militares y subversivos, aún cuando la proporción fuese de 12 a 1. Además tenía
el elemento humanitario de liberar a los secuestrados después de cuatro meses
de encierro, sin discutir la calidad humana de algunos de los encerrados. El
concepto de que la victoria sobre Sendero había sido principalmente policial y
de inteligencia, quedaba relativizado y nadie entraba al tema de lo que era el
MRTA en los años 96-97.
Pero lo que ocurrió en Chavín de Huántar fue que no hubo
sobrevivientes de la parte de los secuestradores, a pesar de que reamente casi
no hubo combate, y varios testigos señalaron que por lo menos uno (tal vez tres)
de los emerretistas fue capturado vivo y después ejecutado. Los peritajes
técnicos realizados años después confirmaron que la muerte de “Tito” se produjo
a corta distancia y por la espalda. Una sombra ominosa cayó sobre el éxito
aparentemente limpio de los comandos de la casa del embajador. Y como en
democracia es más difícil decir que no interesa la vida de un terrorista
rendido, el tema se judicializó y se polarizó políticamente.
La discusión por supuesto se convirtió en sólo aparentemente
técnica. En un lado se decía que cualquier insinuación de actos ilegales
alrededor de Chavín de Huántar era atacar a los comandos (a los que les
debíamos tanto…) y que había que zanjar esto con la fórmula; no hubo
ejecuciones, sino campaña comunista de desprestigio. En otro lado, se afirmaba
que se debía separar a los comandos de los ejecutores de los rendidos, que
seguramente eran del SIN bajo órdenes de Montesinos. Ahí surgió esa
denominación de “gallinazos”, que más o menos quería decir que se trataba de
gente ajena, que vino a ensuciar una justa lucha.
El problema es que Montesinos, Hermoza, Huamán y Zamudio, sí
fueron parte de la operación como lo verifican todas las fotografías y videos.
Y para que hubiesen podido actuar con un grupo paralelo encargado de las ejecuciones, requerían que algún jefe de los
comandos les entregara a los prisioneros. En el audio de San Martín, Jiménez y
otros, se percibe que hay una necesidad política del gobierno de cerrar el caso
en la posición de que no hubo ejecuciones. Pero los jueces niegan que eso sea
posible y ofrecen la fórmula de que fue un crimen sin criminales. Todos piensan
que Montesinos y sus amigos eran de lo peor, pero que mejor dejarlos fuera para
no complicar más las cosas.
08.08.13
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