El mismo Congreso que ha decidido dar inicio, a paso forzado, a una reforma constitucional para restaurar el senado con el objeto de hacer más “reflexivo” y “revisado”, el proceso de aprobación de las leyes, ha metido irreflexivamente esta semana entre gallos y medianoche, una proyecto de ley para su aprobación inmediata, de acuerdo con el cual, las empresas del sector textil industrial se acogerían al sistema laboral de las PYMES, que permite la aplicación de jornadas atípicas (hasta doce horas continuas acumulables), desaparición del salario por sobre tiempo, trabajo nocturno y dominical, reducción del período vacacional y otros, con la finalidad de ingresar en forma “más competitiva” al TLC con Estados Unidos, a partir del año 2005.
El mismo partido que ha enarbolado el “frente social”, supuestamente para atraer un nuevo tipo de inversión con responsabilidad social, que genere empleo incrementando los derechos laborales, es el impulsor irresponsable de la Ley CONFIEP, que pretende convertir lo que en su origen era una norma a favor de la formalización de empresas que por su menor productividad y renta no podían financiar los costos laborales de los negocios establecidos, en otra para la abolición de derechos de las empresas exportadoras, que son las de más alta productividad y más fuertes utilidades netas.
El mismo ministro que colocó a los trabajadores en el grupo de los “ganadores” del TLC porque el mecanismo de comercio obligaría a las empresas a respetar las leyes laborales, se calla ahora en mil idiomas cuando se descubre que no había aclarado de qué ley estaba hablando, por ejemplo de una que disfraza a las grandes textileras de frágiles micro o pequeñas empresas para exceptuarlas de obligaciones con sus trabajadores. Así el principio gringo para tranquilizar la presión de sus sindicatos, de que los gobiernos se ajustarán a la ley laboral, no significa a su vez que la ley laboral no se ajuste de acuerdo a la presión empresarial.
El mismo importador de algodón que circula su humanidad por programas de televisión conducidos por propagandistas neoliberales, sosteniendo que los productores nacionales de este producto ya fueron, porque sus precios no se comparan a los de la fibra importada de Estados Unidos (no importa si de menor calidad que la peruana), y que esta era la clave para participar del TLC; y que ahora, con igual aplomo, argumenta que la verdad es que ni así vamos a poder competir con los chinos que usan la misma fibra yanqui y que aún sin TLC o ATPDEA venden más barato sus textiles que los peruanos, por lo que no queda sino volver a mochar el costo laboral. Y otra vez recurre a la trampa estadística de recordar que en el sector textil casi el 90% del empleo es precario y de bajo ingresos, por lo que no habría problema en extender esta “realidad” al 100%, precisamente a la porción exportadora, que se suponía era la esperanza para producir mejores puestos de trabajo, mejor remunerados, hacia dónde debería marchar alguna vez la parte más rezagada.
Estamos en el Perú, no cabe ninguna duda.
Aquí nadie teme contradecirse. Y los mentirosos agarrados en falta, miran desafiantes como diciendo que nosotros somos los sonsos por creerles.
Todavía no ha acabado las rondas del TLC, y ya suenan antiguas las veces que dijimos que este tratado representaría una agresión agregada a la avalancha de abusos recibida por los trabajadores en la década anterior: ¿qué se nos contestó?, que por supuesto no era así, que la exportación calificaba el empleo y mejoraba el salario promedio. Automáticamente. Sin que nadie tuviera que dictar una ley al respecto. Claro, la ley que se quiere dar está precisamente en la dirección contraria: para descalificar el trabajo y deprimir aún más el salario promedio, y su sustento es que sólo a través de ella se tendrá éxito en el TLC. Vaya.
También viene ahora a la memoria, lo que se advirtió cuando se discutió la ley de PYMES, indicando que esta podía convertirse en la puerta falsa por la que las empresas grandes intentarían colarse más adelante, para conseguir un trato de PYME en materia de derechos laborales. ¿Qué se dijo? Que no, ¿cómo iba a ser así? Era solamente reconocer una realidad. Ahora hay más “realidades” a punto de ser reconocidas. Por ejemplo, que a pesar del TLC, no somos competitivos en los EEUU. La siguiente va a ser que las transnacionales gringas, con ingresos más altos que todo el PBI peruano, van a apelar al derecho de “trato nacional” que les conferirá el tratado, para ser consideradas también en categoría de PYMES, ya que no podrán ser menos que el resto de empresas peruanas. De esta manera vamos a ir evolucionando progresivamente de “cholo barato” a “cholo casi regalado”, como estrategia de exportación nacional.
Es el Perú, con su Congreso típico–cualquiera sea el número de cámaras-, que vota leyes como las de la restitución de las ocho horas y otros derechos débilmente restablecidos y luego las anula sorpresivamente como regalo anticipado de navidad; con sus ministros embelesados con ser parte de reuniones internacionales y de codearse con negociadores gringos, aunque hayan sido escogidos en la cuarta o quinta categoría del escalafón de Estados Unidos, que debe ser el que Washington considera que se equipara al nivel de nuestros ministros; con su partido más organizado, que apoya el paro nacional, vota contra los jubilados y ahora contra los derechos del trabajador, demostrando que la coherencia es lo que menos interesa; y con sus empresarios que como siempre están de la mano con el gobierno y con la oposición en todo lo que corresponde a sus intereses.
Todos juntos contra los derechos laborales, al extremo ridículo de que próximamente Textil La Unión será una PYME. ¿Y después? Tal vez Coca Cola o Microsoft. ¿Qué les parece?
16.12.04
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