lunes, julio 31, 2006

El espíritu trasnacional crece, pero no lo dejan

Hay quienes firman “en defensa del diálogo”, que en el fondo es la defensa de su propio papel de garantes de los compromisos entre las mineras y las comunidades de su entorno, y que es de dónde sale su preocupación porque la gente “no respeta” lo acordado y quiere ir más lejos del punto al que llegó la negociación hace dos años con la gran empresa.

Hay quienes ponen su rúbrica porque piensan que ya estuvo bueno con el 3% de utilidades distribuidas (un millón y medio de dólares anuales), concedidos por la HP Billintong, en el acuerdo vigente con las organizaciones de Espinar, y que esto prueba que mientras más les abres la mano a los pedilones, más duros se van a hacer en sus demandas.

Hay los que lo suscriben, porque creen que ellos han inventado “el crecimiento”, que es esa bendición que nos repasa todos los días por la cara la propaganda del gobierno, pero 70% de los peruanos, incluidos los de Espinar, no querrían ver, por lo que se dejan arrastrar al desorden, poniendo en serios aprietos la alianza del Estado con el capital trasnacional, que es la que trae las inversiones.

Hay, finalmente, los que ponen su nombre para decir simplemente que hace tiempo que el Estado debió entrar con mano dura, para parar las revueltas. Y que Espinar es una nueva oportunidad para ello, que se está desperdiciando.

Son múltiples motivos, como se ve, para el comunicado aparecido en todos los diarios el último domingo con la fórmula “El Perú crece y no lo dejan”, que advierte en su primera línea que “lo ocurrido en Tintaya es mucho más serio de lo que pensamos”. ¿Más serio para quién?, habría que preguntarles a estos pensadores; ¿el crecimiento de quién? O ¿el desarrolló de qué?

Espinar tiene 20 años de mina y sigue siendo una de las provincias más pobres del Perú. Es el tercer productor de minería de cobre del país y según se dice ahora, por cada día de paralización pierde un millón de dólares. Sin embargo pretende tener arreglados los problemas con la comunidad, con un monto que equivale a un día y medio de actividades, que tampoco es entregado íntegramente, como era el compromiso. O le parece un escándalo una cifra de inversiones locales que equivalga digamos a 20 días, menos de un mes de sus operaciones, para que la provincia pueda finalmente conectarse con las partes bajas por carretera, y el agua que usan para la agricultura y el consumo no siga siendo contaminada por la empresa minera.

Claro que el problema es más serio de lo que pensamos. Como que todas las provincias y distritos mineros del Perú están en la categoría de los más pobres y con menos inversiones del país. Y que las empresas mineras que operan en ellos, entre las más poderosas, las de mayores utilidades y las que mayor dinero extraen del Perú.

Por mucho, mucho tiempo, las mineras consideraron que esta contradicción profunda no era de su incumbencia y que era el Estado el que debía proveer los requerimientos de los pueblos. Para eso pagaban sus impuestos. El problema era, de un lado, que las grandes empresas han ido pagando cada vez menos impuestos con el chantaje de que si no se les concede cada vez mayores beneficios tributarios emigrarán a otra parte; y, de otro, que el Estado cumple cada vez menos una función de desarrollo, en tanto aumenta sus pagos de la deuda mientras disminuye sus cobros a los poderosos.

Por eso actualmente parece obvio que debe haber “alguna contribución” de las mineras con sus provincias. Y ahí viene toda la revolvedera, porque lo que está ocurriendo es un proceso de cambio en las relaciones de poder entre comunidades y poblaciones andinas, respecto al poder de la mina y sus funcionarios que se sienten amos y señores en lugares a los que llegaron hace algunos años, frente a pueblos abandonados y maltratados por cinco siglos. Pero nadie les invitó que vinieran. Los trajo, el cobre, el oro, la ganancia. ¿Y quieren todavía que hagamos de sus intereses un motivo de desarrollo, democracia o gobernabilidad nacional? No hagan reír, pues.

¿Acaso no es serio que de Espinar se extraiga 360 millones de dólares por año del subsuelo, y que no se pueda realizar una inversión de 20 millones?, ¿cómo se hace para visibilizar esta realidad, sin movilización y sin protesta?, ¿dónde está el reconocimiento del comunicado a esta injusta situación?

Sobre todo que esto sucede en un escenario de gente satisfecha, a la que el Perú le crece, como la que firma el comunicado del último domingo y la que lo hizo en otro semejante hace una semana, y que hacen alarde de poder económico publicándose en todos los diarios, como una supuesta conciencia cívica del país. ¿Quiénes están reunidos tras la cruzada contra la población espinarense?

La nueva coalición “el Perú crece”, contiene ex ministros y funcionarios toledistas y paniaguadistas que encarnan el núcleo de la llamada “izquierda caviar”, es decir personas que vienen de la izquierda y ahora tienen un nivel de vida que defender en el sistema que se proponían cambiar; tecnócratas neoliberales que también funcionan con el actual gobierno, pero igual lo hicieron con el de Fujimori, que despotrican del Estado todos los días, pero les encanta vivir de él, y que como dice Cecilia Blume (una de las firmantes), en entrevista del último domingo, el pueblo nunca tendrá motivos para darles las gracias; empresarios mineros y sus funcionarios de confianza, que están directamente en los suyo, pero que deben sentir una satisfacción muy íntima de poner su nombre entre tantos personajes que se consideran “respetables”.

En fin, ¿qué representan todas estas rúbricas frente al Perú de Espinar, Cajamarca, Huaraz, Tambo Grande, que se encuentran enfrentados a las mineras Tintaya, Yanacocha, Antamina, Maniatan? Es evidente, representan la trasnacionalización del país, sea por incapacidad para imaginar una alternativa desde la sociedad y las regiones, o por cruda conveniencia particular al encontrarse insertados dentro del modelo. Son los que se creen que lo de Espinar responde a la “manipulación de los dirigentes”, a los que supuestamente quieren “ganar ventajas políticas (¿electorales?) azuzando al pueblo”, los terroristas que ya están volviendo a actuar y escogen como escenario el lugar donde nunca nadie estuvo con ellos, las armas de Juliaca, etc. Todo lo que justifique una entrada represiva en la provincia y no resolver sus reclamaciones.

Hoy que está tan de moda asustar con nuevos fascismos, racismos, de indígenas que quieren lanzar al mar a los blancos, como se ha agitado en relación al caso de Bolivia, conviene en hacer un alto para reflexionar sobre el comunicado que ha aparecido en los diarios, pretendiendo dar la impresión de reflejar una amplia corriente ciudadana:

¿No es acaso el punto de vista de estos ilustres señorones y señoronas, el del Perú de blancos, es decir sin expresión de la población andina, de los pueblos del interior, de las organizaciones de bases, de los excluidos y oprimidos de toda nuestra historia?, ¿no están invitando a poner al otro en su debido sitio, es decir como subordinado y pobre, con la fuerza punitiva del Estado?, ¿si no es para eso, para qué firman el comunicado, que sin dudad pagan las empresas mineras?

13.06.05

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