Lo nuevo de esta semana es que PPK, ha sido zarandeado en los programas de Jaime de Althaus, Rosa María Palacios y en las inspiradas columnas de Aldo M. en el diario “Correo”, poco menos que como un nuevo integrante de la banda de terroristas, izquierdistas, indigenistas, ONGs, etc., que quieren detener el crecimiento.
Lo demás, avisos pagados en los medios con firmas “respetables” al lado de las de los dueños de las minas, spots en televisión que todos sabemos quienes financian, periodistas venales haciendo “informes” sobre los torvos dirigentes de la protesta, y silencio, absoluto silencio, sobre los problemas que sufre la gente de Espinar, Cajamarca, Huaraz, por la presencia de las grandes empresas, no es más que historia conocida. Tal vez haya novedad en algunas personas que hoy firman los comunicados que justifican la actual militarización de los campamentos. Antes estaban al otro lado. Pero la voltereta en sí, tampoco es algo que extrañe.
Aquí, en el Perú, se redactan crónicas sobre una inexistente contaminación del agua de Lima para justificar la privatización y se exalta a la población de los cerros, que reclama con toda justicia ser atendida en su derecho a disponer de este producto imprescindible para la vida, sólo para poder convencerla que la “solución” es que se entregue el servicio a operadores trasnacionales. Vivan los pobres si son privatizadores.
Pero si esas mismas personas tuvieran que reclamar contra inversionistas extranjeros que venden agua potable de mala calidad –como ha sido denunciado en Argentina y Chile-, o contra el incumplimiento en las inversiones para la conexión de los sin agua –como pasa en Bolivia-, o finalmente por abusos tarifarios, como pasa en todos lados donde intervienen estas empresas, los privatizadores de estos días, dirían con seguridad que es un boicot a las inversiones, y empezarían a buscar a los líderes ultrarrojos que promueven el desorden.
¿Y qué otra cosa es lo que sucede en las regiones mineras?, ¿no se trata acaso también de agua, contaminaciones, medio ambiente, derecho a la vida, pobrezas ancestrales, población en cerros?, ¿qué hay en común entre “ayudar a los pobres a través de la privatización en Lima”, con “reprimir a los pobres enfrentados a las mineras en las provincias”?
Obviamente, lo que da coherencia a todas las campañas de la gran prensa es la defensa del interés trasnacional. O, si se quiere ser generoso, la ideología imperante de que para resolver la pobreza hay que hacer que se haga más fuerte la gran empresa. Todo lo demás, desde la afirmación que nuestra historia es la de la miseria conviviendo con la riqueza minera (que es también la tragedia de Bolivia y de buena parte del continente); a las evidencias de que el crecimiento actual está armado sobre reglas que profundizan la desigualdad y el chorreo hacia arriba; hasta la elemental declaración de Kuczynski de que, ya pues, si están ganando tanto, que compartan algo con los distritos y comunidades más pobres; es marxismo puro.
Y si no queremos ser ingenuos como en 1981, no confundamos guerrilleros con abigeos y agitadores comunistas con comunidades campesinas. Hay que pararlos antes que vayan más lejos, para salvar “nuestro desarrollo” y “nuestra democracia”. La nuestra, no la de ellos.
El Perú que crece, al que le crecen los bolsillos, versus el Perú que no deja crecer, porque está excluido del crecimiento y lo están privando de los medios, ya no para crecer, sino simplemente para poder continuar su vida. Ese es el conflicto y el dilema de hoy. En el que se juega la viabilidad del Perú para los próximos años.
15.03.05
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