lunes, julio 31, 2006

El pecado de Ollanta

En noviembre del año 1992, los agentes de Vladimiro Montesinos intervinieron a un grupo de militares conspiradores que salían de una reunión en la casa de uno de ellos y abortaron un proyecto de pronunciamiento militar a favor de la democracia, siete meses después del golpe fujimorista que cerró el Congreso y tomó el control de las instituciones del Estado. El general Salinas Sedó no llegó a producir un solo movimiento de fuerza. Cayó en pleno planeamiento, porque el asesor logró infiltrar su grupo. Tampoco se sabe si la idea tenía viabilidad por las divisiones comprometidas y la posibilidad de romper los sistemas construidos por Hermoza y Montesinos, o si este iba a ser un gesto para llamar la atención del país de que los militares no estaban todos en la misma salsa fujimorista. Esta debió ser, sin duda, una dura lección para saber lo que podía pasar a los militares que siquiera pensaran en ser rebeldes. La siguiente lección se la aplicaron al general Robles, que denunció la existencia del grupo Colina y los crímenes de la Cantuta, al que lo colgaron prácticamente sólo. Este general no apoyó a Salinas, pero nadie discute su papel en desenmascarar la entraña del régimen de los 90.

En estos días he escuchado a periodistas preguntar seriamente a Ollanta Humala porqué no se sumó al movimiento de Salinas, si era crítico de Fujimori, que es casi como decirle porqué no hizo que lo dieran de baja en ese momento. Por supuesto que es un absurdo pedir que un joven oficial de graduación intermedia, localizado en la selva, en plena guerra antisubversiva, pudiera siquiera estar informado y relacionado con algunos generales que se reunían clandestinamente en Lima. Y más gracioso es que haya tipos y tipas como Aldo M., Tafur, Palacios y otros que se planteen ese tema sin explicar lo que hacían ellos en esa época, frente a la dictadura del 5 de abril, de la que eran colaboradores, y su actitud ante los fallidos golpistas. El hecho es que en noviembre del 2000, Humala hizo lo que no se atrevieron otros, denunciar el entrampamiento de la mesa de negociación de la OEA, que venía tramitando el retiro del dictador, el grado de impunidad de los personajes del régimen, incluidos los mandos militares, los límites de la reforma constitucional, etc. No sé si eso estaba coordinado con otros comandos y si había alguna opción militarmente hablando, o si se trataba solamente de un gesto para romper la unanimidad que existía hasta esos días en torno a la jefatura montesinista de las Fuerzas Armadas.

Seis años después, sin embargo, ha cobrado insólita relevancia saber que fue lo que ocurrió realmente en Locumba. Es decir de qué manera revisamos la historia de los acontecimientos que llevaron a la luz pública a los hermanos Humala. En la primera vuelta el punto era saber si esta era una operación de distracción para que Montesinos huyera en el yate Karisma. Y las pruebas eran la coincidencia de las fechas entre ambos sucesos y la versión que dice que hubo una llamada del asesor al cuartel insurrecto. Nadie, por cierto, se ha encargado de explicar qué tipo de “distracción” era necesario producir en Tacna, para que una lancha parta en el Callao y se interne en alta mar, sobrepasando la vigilancia de la marina de guerra. Y menos, sobre la clase de maquiavelismo que se requería para denunciar la corrupción de diez años en las Fuerzas Armadas, para fines de encubrimiento de quién había sido su mayor corruptor en el período.

En la segunda vuelta, la versión aparece en cambio más personalizada. Vamos, comandante, explique porque no hubo muertos ni heridos en su levantamiento, ¿cómo es eso de alzarse en armas sin llegar al enfrentamiento?, ¿no le parece raro? Y de ahí sigue que alguien mandó plata para el rancho, ¿no sería Montesinos? Y que soldados que marcharon con los Humala se consideran engañados porque los jefes no les dijeron donde iban, ¿se consultan ahora las órdenes en los cuarteles? O que el general Cano, notorio montesinista, dice que el batallón de Locumba que estaba bajo su mando, sólo se fue de paseo, ¿no era que estaban haciendo una operación distractiva para una fuga?, etc.

En fin, ¿qué se logra demostrar con todo esto? Establecer que Humala no merece ser mantenido en el santoral de los “héroes de la democracia”, donde figura Toledo junto a Olivera, Delfín entre otros (¿García?), que hay que derogarle la amnistía, quitarle los galones y meterlo varias veces preso. Pero, ¿vamos a recordar aquí el dinero de Soros que llegóa a Toledo y nunca volvió a aparecer; la Pinchi Pinchi y “el patriota”, que negociaron el video Kuori-Montesinos, el pata que le dio el dinero a Popy que es otro de siete suelas y los favores con que se pagó todo esto; el escultor que pasó del toledismo al aprismo, hablando de democracia, anticorrupción y derechos humanos; etc., para ver cómo ocurren realmente las cosas? De veras, de veras, todos sabemos que el problema no es Locumba 2000, sino Perú 2006. Hay que demostrarle a la gente lo tarados que fuimos al votar por alguien que puede ser un farsante, cobarde, borrachín; pero que también puede ser temerario, violentista, hasta asesino si lo referimos a los acontecimientos de Andahuaylas. Es decir puede ser siempre dos cosas opuestas, al mismo tiempo: fascista y de izquierda; extremista que se blanquea hacia el centro; autoritario y llorón; machista y pisado de las mujeres; mata sospechosos de senderistas capturados y libera jefes senderistas presos; etc. Es decir nos destaradizan, taradizándonos mucho más.

Una señora decía: cómo puede ser tan malo este muchacho con su cara de bueno. Y seguramente debe haber muchos más que aseguren que han oído tantas acusaciones contra este, que algunas cosas deben ser ciertas. Porque santo no puede ser. Nunca el Perú había conocido un personaje tan negativo al 100%, al punto de estar camino de perdonar al peor presidente de la historia sólo para detener el “peligro de Humala”, que no nos deja dormir en las noches. A mí alguien me dice que peor (¡!) que las brujas de las 11 p.m., a las que me referí en otro artículo, es que yo haya dicho que iba a votar por Humala en la primera vuelta. ¿Por qué va a ser comparable mi opción personal, que explico sin presionar a nadie, con la distorsión radical del papel de la prensa que se ha producido en estos meses y que está marcando una tendencia para el largo plazo, mucho más allá de los Humala? No lo sé, pero así es.

Ollanta realmente debe haber hecho algo muy malo para que pueda recibir desechos, fruta podrida, piedras y otros proyectiles apristas, y los medios lleguen a responder a eso con una frase filosófica: se lo buscó por estar atacando a los otros partidos, que no llore porque es de su propia medicina. Y cómo dice un cómico, qué lástima que los compañeros de Gamarra no le tiraron un mueble, como un ropero.

Pero ¿cuál es el pecado del comandante para haber levantado odios tan cerriles? Si tengo que resumirlo en pocas palabras diré que es por haberse metido, sin ser invitado, a una fiesta que no era suya, que tenía un ganador prefijado, a crear una revolvedera, poner en contra de los dueños de casa a casi la mitad de la gente, levantar propuestas que ya parecían derrotadas desde hace casi 20 años, y permitir que se deslice la idea de que no es inexorable que tengamos que aceptar un orden de grandes ganancias y enormes miserias, de privilegios de pocos y sacrificios de millones, y que la cosa es organizarse contra ello. Puede haberlo hecho con pésimas maneras, malas compañías, lenguaje enredado, etc., abriendo muchos flancos en su contra, pero lo hizo allí donde otros prefirieron la buena letra del sistema. Y no es casual que sea los medios del orden los que hayan detectado de qué se trata y los que estén en la batalla para demostrar que ese tipo de deslealtad no se perdona.

Ollanta Humala se ha portado mal luego de haber sido parte del brazo militar del sistema. ¿Saben como se paga hacer eso? En realidad, todavía no saben lo que cuesta.

12.05.06

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