lunes, julio 31, 2006

El cuento de Camisea y los malos de la izquierda

En la era de los seudónimos y criptónimos, que permiten decir no me refería a ti sino a otra persona, Aldo M., participa de la lista “Chimú”con la españolísima chapa de Rodrigo Quevedo, y en el propósito obvio de poder colgar las columnas en las que “pega duro” a la izquierda, de la que vive tan obsesionado, imaginando seguro que este debe ser uno de los últimos reductos rojos que le queda por liquidar, después de haber obligado a Javier Diez Canseco a emigrar hacia la competencia.

Aquí circuló por eso el sesudo manifiesto “porque nunca fui izquierdista” (porque no me gustaba que gritaran en el patio de la universidad; porque leí a Bertrand Russell; porque nunca entendía a los inteligentes que creían en imbecilidades; etc.), pero dado que la mayoría de colisteros no compra ni lee “Correo”, se armó la confusión y se pensó que un tal Rodrigo Quevedo, del que nadie ha oído hablar, se le había ocurrido porque sí contarnos una ridícula biografía antiizquierdista, que a nadie le interesa, solamente para poder explicar porqué había renegado del trabajo intelectual de su abuelo. Porque a Aldo M., lo que lo hace famoso es el abuelo, y nada que haya hecho, ni siquiera escupir sobre el; en cambio de Rodrigo Quevedo todos se preguntaban, ¿quién será?

Ahora, sin embargo, aprendiendo del error, tenemos fotito coqueta en colores del susodicho, para que se sepa, sin lugar a dudas, quién es el autor de su nuevo opúsculo que en versión prensa se denomina “lo que nos costó la izquierda en 1988”, y en la de Internet: “excremento rojo jodió al Perú en 1988”, que demuestra, de paso, que el verdadero maestro del impúber es el veterano coprolálico que escribe los días jueves en su periódico, y que él dice que mantiene por “pluralidad”, para que dé rienda suelta a sus resentimientos racistas. El “excremento rojo” al que se refiere nuestro personaje, está integrado por Carlos Malpica, Daniel Estrada, Gustavo Mohme, Alfonso Barrantes, Manuel Dammert y Javier Diez Canseco, la mayoría de ellos muertos y sin posibilidad de defenderse.

La poderosa izquierda de 1988, no tenía arte ni parte en el poder ejecutivo, ni mayoría de congreso, ni había gobiernos regionales en el país. Estábamos enfrentados duramente con García. La pregunta es: ¿cómo hicimos para amarrarle las manos para que no firme?. Los argumentos regionales de Estrada (necesidad de una planta de tratamiento del gas en el departamento y de una integración energética que impulse la industrialización del sur), y las objeciones nacionalistas y económicas de Malpica (generación de valor agregado en vez de exportación bruta, participación del Estado en el proyecto, mayores regalías e impuestos para los inversionistas), nunca han sido discutidos seriamente por los tontos que creen que por repetir que la izquierda es culpable de la demora de Camisea, van a matar de un solo tiro a la izquierda y a la posibilidad de opinar sobre los proyectos de interés nacional.

Aldo M., además, nunca se molesta en explicar porqué el gobierno de sus amores rompió nuevamente, en 1998, el trato con la Shell y postergó otra vez el inicio de la explotación del gas. ¿Tuvo alguna culpa la izquierda que casi no existía en ese momento?, ¿se izquierdizó el propio chino?, ¿se populistizó? Por cierto, todo no era tan fácil como firmar el contrato para que Shell nos resuelva todos los problemas, como fantasea el pequeño. Hasta Fujimori que no fue especialmente escrupuloso en su trato con el capital extranjero, advirtió que la empresa anglo-holandesa, quería trasladarle al Estado la seguridad de un mercado cautivo como el de Lima y gastar en el cambio de sistemas, porque desconfiaba profundamente tanto de la opción puramente exportadora de los gobiernos, como de los reclamos de generar nuevo mercado en el sur, debido a la baja capacidad adquisitiva de la población.

Al final, el modelo Pluspetrol, aceptado por Paniagua Silva Ruete, es casi el mismo que Shell, pero con mayor descuido ambiental, ahorros de inversión que afectan al país y obligaciones financieras que recaen sobre el Estado peruano. Como el propio “Correo” ha dicho hace algunas semanas, el primer año de la era del gas no se ha sentido en absoluto, porque ni siquiera nos estaban vendiendo el GLP como producto peruano. Y a pesar de estar exportándolo, lo distribuían nacionalmente como si fuera de importación, o sea más caro que al extranjero. Hasta que caímos en la cuenta. Aldo M, por supuesto, está que no cabe en él, por haber llevado junto al payasito Waisman la campaña para que baje el gas. Y han logrado que el gobierno retire impuestos, que los distribuidores se ajusten, y que los productores que se llevan la parte del león contribuyan con dos soles de los siete que se espera se corrijan en el mercado. Es decir el efecto Camisea sigue siendo ínfimo. O nulo como ocurre en la electricidad. Y hasta podría ser nefasto si insisten en la bárbara idea del anillo energético para Chile.

Entonces: ¿quién retrasa el desarrollo? Los que discuten las decisiones nacionales y aportan criterios como lo hacía regularmente Carlos Malpica, o los que como Silva Ruete, aplican el “como sea”, si es con gringos (aunque sean argentinos) es bueno, y dañan las posibilidades de que el país haga uso atinado de sus recursos naturales. La izquierda de 1988 no es responsable del 20% de riqueza adicional perdida en 15 años, que afirma Aldo M., es el dato que le ha soplado un Centro de Investigación, el mismo que dice que con el TLC no se afectará el precio de la medicina. Es decir que “investiga” lo que conviene a las trasnacionales. Pero la derecha si es responsable de muchísimas miserias de nuestro país. Para empezar de haber acompañado al gobierno bandido de los 90 y haber empujado el proceso de la privatización, de donde se pagó la más gigantesca corrupción de nuestra historia. ¿Cuánto por ciento de riqueza se destruyó en esos años?, ¿y dónde estaba Aldo M., en ese entonces cuando ya no era tan jovencito?. Puedo decirle, en cambio, donde estuvieron todos los hombres a los que insulta aún después de muertos, y verá que ninguno de ellos se equivocó con lo que significaba la dictadura de esos años, que no empezó en el 98, cuando, según el director de “Correo”, hubo una “farra populista”, que sólo él vio.

Lo importante es además que insiste en el modelo pasado. Y cuenta historias como las de Camisea para engañar a las tribunas acerca de quienes son los que han tenido la manija y han llevado al país adónde está. Claro, si privatizan Sedapal yo propondría que la cañería que lleve agua a la casa de Abel Cruz, se llame Aldo M. Así lograría lo que más le interesa en la vida: llamar la atención.

4.07.05

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