domingo, mayo 04, 2014

Los últimos días de Javier Diez Canseco

Yo estaba a punto se salir hacia el trabajo, cuando recibí el mensaje que me decía lo siguiente:

Yo creo este es un problema real. 
Quizás la gente percibe que ella trata de decir que es como ellos, pero no lo es, y lo que debería decir es que optó por trabajar para, con y en función de ellos, sin pretender ser idéntica. Tengo la impresión hay algo afectivo, que camina mal y si no cambia, también irá mal. No es sólo cartesiano el tema.
Ando con un problema de salud esta semana y fuera de circulación, pero hay que pensar esto.
Un abrazo,
JDC  

Estaba preocupado del tema de la revocatoria y de cómo podíamos ayudar a Susana, pero lo que me llamó la atención de la nota fue la referencia al “problema de salud”. Había estado con él una semana antes en una reunión de celebración por mi propia recuperación que organizó con algunos amigos, y luego había viajado al Ecuador. Marqué el celular:

-       Hola compadre, me contestó.

-       ¿Qué problema tienes Javier?, ¿dónde estas?, voy a verte

-       Tengo una diverticulosis, pero ya me están tratando.  Ya uno no puede ni hacer sus necesidades tranquilo.

-       No te olvides que yo he tenido cáncer a colon y luego a las vías urinarias. Así que debo ser un campeón de las vías bajas.

-       Ja, Ja, Ja, estoy en la clínica El Golf.

Y fui en ese mismo momento. Lo recuerdo como si fuera ayer. Era el 30 de enero de 2013 y cuando lo vi en su pijama hospitalario fuera de la cama viendo la televisión desde el sillón, pensé que no era un cuadro grave como había temido y hablamos de todo y de lo que había que hacer cuando superara ese trance.

Los que no enteramos que estaba internado guardamos silencio por varios días que yo creí que fueron muchos, en tanto nos fuimos enterando de la seriedad de la situación. Debe haber sido el 8 de febrero en que salía de una conferencia en La Casa del Maestro, en el Paseo Colón, que escuche que la radio daba la noticia de la declaración del congresista Javier Diez Canseco informando al país que los médicos le habían diagnosticado un cáncer.

La  nota concluía con dos señalamientos: “que contando con la fuerza y el cariño de muchos" podrá superar este momento difícil para seguir cumpliendo con el mandato que recibí de mis electores"  y que “esperaba de los medios saber respetar la privacidad de estas circunstancias”. La información había dejado de pertenecer a un círculo íntimo y había caído como una sonora cachetada sobre todo el país. De pronto empecé a sentir, lo que ya sabía, pero que empezaba a vivir de una forma inusitada. A Javier lo querían la gran mayoría de los peruanos, en todos lados me preguntaban por él, los taxistas conversaban de su enfermedad, los médicos que me atienden decían que era una gran persona, muchas gentes que no son de izquierda coincidían que era el mejor de los políticos. Los medios cumplieron el pacto de privacidad y lo único que se leyó fueron expresiones de afecto por su pronta recuperación.

Las visitas se restringieron en ese mismo mes de febrero y tuve varias noticias de bruscos empeoramientos. Pero cuando pude estar nuevamente con él, lo vi recuperado y dispuesto a conversar de política. Pensé que cada uno de sus amigos teníamos un percepción de lo que pasaba, un miedo profundo y secretas esperanzas.

El 6 de marzo fue el gran homenaje a Javier Diez Canseco en el auditorio del Colegio Médico en Miraflores, con capacidad para 1,500 personas que abarrotaron sus instalaciones y dejaron fuera a una cantidad similar. No recuerdo a un enfermo al que tantos deseaban que sane. Fue un acto hermoso, con música y pequeños discursos recordatorios.

No era solo una reunión de izquierda. De ella participó hasta Lourdes Flores y otras personas de diversa filiación política confundidos dentro del público. Sé que Javier pudo ver el video del acto y por eso pudo comentarlo días después en su columna del diario La República. El hombre que siempre fue solidario con todo el que lo necesitara, estaba rodeado de solidaridad.

Ese mes de marzo fue la revocatoria que finalmente no revocó a Susana Villarán, que a su manera aprendió lo que tenía que hacer para cambiar la dura opinión de algunos sectores populare;, fue también el de la muerte de Hugo Chávez, el nombramiento del Papa Francisco, noticias todas ellas que Javier debió conocer en su lecho de enfermo.  Ese mes cumplió 65 años y fue en el que pude ingresar a su cuarto por última vez, cuando ya estaba enterado del resultado de la biopsia llegado de Estado que empeoraba el diagnóstico y el pronóstico de su enfermedad.    

Los días siguientes fue sólo esperar, recibiendo informes en la sala de espera de la clínica sobre los días que pasaba bien y en los que se producían crisis, que eran casi equiparados. Por lo menos así los recuerdo. Supimos del primer fallo judicial a su favor y nos abrazamos con Liliana con una sola frase: ganamos. Sí, en ese momento todo lo que reivindicara la trayectoria de Javier y destrozara la maquinación perversa en su contra, parecía lo más importante que se podía hacer por su salud espiritual. Por eso era una victoria que celebrábamos todos los que veíamos que su vigorosa existencia se iba apagando sin que pudiéramos detener al cáncer que avanzaba paso a paso.

El 4 de mayo en la mañana supimos que se había empeorado y tuvimos un mal presentimiento. En la tarde estuvimos en la clínica y supimos que estaba sufriendo una retención urinaria que era una señal luctuosa. No perdíamos la esperanza porque recordábamos que había superado una neumonía entre febrero y marzo. Pero esa noche nos retiramos con una sensación ominosa. Julio Castro que era médico y camarada de Javier repartía tarjetas con su número teléfono para poderse comunicar con él por cualquier noticia, que todos sabíamos cuál era.

Poco después, mientras escribía en la computadora, recibí una llamada del diario que me informaba que estaban diciendo en la radio que Javier había muerto. Llamamos a Julio y ya no hubo dudas. Volvimos a la clínica para esperar que sacaran el cuerpo, enterarnos del plan de actividades del día siguiente y abrazarnos entre amigos. Al salir la televisión quería declaraciones. Pero nos negamos cortésmente a decir algo. Era demasiado lo que habíamos perdido. Y no podíamos agregar algo a lo que acababa de acontecer.    

04.05.14

1 comentario:

Anónimo dijo...

Nada de “anónimo”, soy Ambrosio

No está mal el análisis de Susana Villarán de JDC.
1. Reconoce que “es un problema real”.
2. Susana es una estafa. Susana “trata de decir que es como ellos, pero no lo es”. (Ellos son los votantes limeños “menos favorecidos”).
3. Parte de la estafa fue que Susana “optó por trabajar para, con y en función de ellos, sin pretender ser idéntica”.
4. La gestión municipal de Susana “camina mal y si no cambia, también irá mal”.

Ambrosio