Yo estaba a punto se salir hacia el trabajo, cuando recibí
el mensaje que me decía lo siguiente:
Yo
creo este es un problema real.
Quizás la gente
percibe que ella trata de decir que es como ellos, pero no lo es, y lo que
debería decir es que optó por trabajar para, con y en función de ellos, sin
pretender ser idéntica. Tengo la impresión hay algo afectivo, que camina mal y
si no cambia, también irá mal. No es sólo cartesiano el tema.
Ando con un
problema de salud esta semana y fuera de circulación, pero hay que pensar esto.
Un abrazo,
JDC
Estaba preocupado del tema de la revocatoria y de cómo
podíamos ayudar a Susana, pero lo que me llamó la atención de la nota fue la
referencia al “problema de salud”. Había estado con él una semana antes en una
reunión de celebración por mi propia recuperación que organizó con algunos
amigos, y luego había viajado al Ecuador. Marqué el celular:
-
Hola compadre, me contestó.
-
¿Qué problema tienes Javier?, ¿dónde estas?, voy
a verte
-
Tengo una diverticulosis, pero ya me están
tratando. Ya uno no puede ni hacer sus
necesidades tranquilo.
-
No te olvides que yo he tenido cáncer a colon y
luego a las vías urinarias. Así que debo ser un campeón de las vías bajas.
-
Ja, Ja, Ja, estoy en la clínica El Golf.
Y fui en ese mismo momento. Lo recuerdo como si fuera ayer.
Era el 30 de enero de 2013 y cuando lo vi en su pijama hospitalario fuera de la
cama viendo la televisión desde el sillón, pensé que no era un cuadro grave
como había temido y hablamos de todo y de lo que había que hacer cuando
superara ese trance.
Los que no enteramos que estaba internado guardamos silencio
por varios días que yo creí que fueron muchos, en tanto nos fuimos enterando de
la seriedad de la situación. Debe haber sido el 8 de febrero en que salía de
una conferencia en La Casa del Maestro, en el Paseo Colón, que escuche que la
radio daba la noticia de la declaración del congresista Javier Diez Canseco
informando al país que los médicos le habían diagnosticado un cáncer.
La nota concluía con
dos señalamientos: “que contando con la fuerza y el cariño de
muchos" podrá superar este momento difícil para seguir cumpliendo con el mandato que recibí de mis
electores" y que “esperaba de los medios saber respetar la privacidad
de estas circunstancias”. La información había dejado de pertenecer a un
círculo íntimo y había caído como una sonora cachetada sobre todo el país. De
pronto empecé a sentir, lo que ya sabía, pero que empezaba a vivir de una forma
inusitada. A Javier lo querían la gran mayoría de los peruanos, en todos lados
me preguntaban por él, los taxistas conversaban de su enfermedad, los médicos
que me atienden decían que era una gran persona, muchas gentes que no son de
izquierda coincidían que era el mejor de los políticos. Los medios cumplieron
el pacto de privacidad y lo único que se leyó fueron expresiones de afecto por
su pronta recuperación.
Las visitas
se restringieron en ese mismo mes de febrero y tuve varias noticias de bruscos
empeoramientos. Pero cuando pude estar nuevamente con él, lo vi recuperado y
dispuesto a conversar de política. Pensé que cada uno de sus amigos teníamos un
percepción de lo que pasaba, un miedo profundo y secretas esperanzas.
El 6 de marzo fue el gran homenaje a Javier Diez Canseco en
el auditorio del Colegio Médico en Miraflores, con capacidad para 1,500
personas que abarrotaron sus instalaciones y dejaron fuera a una cantidad
similar. No recuerdo a un enfermo al que tantos deseaban que sane. Fue un acto
hermoso, con música y pequeños discursos recordatorios.
No era solo una reunión de izquierda. De ella participó
hasta Lourdes Flores y otras personas de diversa filiación política confundidos
dentro del público. Sé que Javier pudo ver el video del acto y por eso pudo
comentarlo días después en su columna del diario La República. El hombre que
siempre fue solidario con todo el que lo necesitara, estaba rodeado de
solidaridad.
Ese mes de marzo fue la revocatoria que finalmente no revocó
a Susana Villarán, que a su manera aprendió lo que tenía que hacer para cambiar
la dura opinión de algunos sectores populare;, fue también el de la muerte de
Hugo Chávez, el nombramiento del Papa Francisco, noticias todas ellas que
Javier debió conocer en su lecho de enfermo. Ese mes cumplió 65 años y fue en el que pude
ingresar a su cuarto por última vez, cuando ya estaba enterado del resultado de
la biopsia llegado de Estado que empeoraba el diagnóstico y el pronóstico de su
enfermedad.
Los días siguientes fue sólo esperar, recibiendo informes en
la sala de espera de la clínica sobre los días que pasaba bien y en los que se
producían crisis, que eran casi equiparados. Por lo menos así los recuerdo.
Supimos del primer fallo judicial a su favor y nos abrazamos con Liliana con
una sola frase: ganamos. Sí, en ese momento todo lo que reivindicara la
trayectoria de Javier y destrozara la maquinación perversa en su contra,
parecía lo más importante que se podía hacer por su salud espiritual. Por eso
era una victoria que celebrábamos todos los que veíamos que su vigorosa existencia
se iba apagando sin que pudiéramos detener al cáncer que avanzaba paso a paso.
El 4 de mayo en la mañana supimos que se había empeorado y
tuvimos un mal presentimiento. En la tarde estuvimos en la clínica y supimos
que estaba sufriendo una retención urinaria que era una señal luctuosa. No
perdíamos la esperanza porque recordábamos que había superado una neumonía
entre febrero y marzo. Pero esa noche nos retiramos con una sensación ominosa.
Julio Castro que era médico y camarada de Javier repartía tarjetas con su
número teléfono para poderse comunicar con él por cualquier noticia, que todos
sabíamos cuál era.
Poco después, mientras escribía en la computadora, recibí
una llamada del diario que me informaba que estaban diciendo en la radio que
Javier había muerto. Llamamos a Julio y ya no hubo dudas. Volvimos a la clínica
para esperar que sacaran el cuerpo, enterarnos del plan de actividades del día
siguiente y abrazarnos entre amigos. Al salir la televisión quería declaraciones.
Pero nos negamos cortésmente a decir algo. Era demasiado lo que habíamos
perdido. Y no podíamos agregar algo a lo que acababa de acontecer.
04.05.14
1 comentario:
Nada de “anónimo”, soy Ambrosio
No está mal el análisis de Susana Villarán de JDC.
1. Reconoce que “es un problema real”.
2. Susana es una estafa. Susana “trata de decir que es como ellos, pero no lo es”. (Ellos son los votantes limeños “menos favorecidos”).
3. Parte de la estafa fue que Susana “optó por trabajar para, con y en función de ellos, sin pretender ser idéntica”.
4. La gestión municipal de Susana “camina mal y si no cambia, también irá mal”.
Ambrosio
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