Si estos fueran tiempos para discutir la pretensión obrera
de establecer una jornada legal de trabajo de un máximo de ocho horas, que
costó la vida de centenares de trabajadores y la ejecución de los cinco
mártires de Chicago en 1886, El Comercio haría un editorial indicando que
aceptar tal cosa equivaldría a violar el derecho de libre contratación y a
interferir con las fuerzas del mercado.
¿Por qué si alguien está dispuesto a trabajar 10 o 12 horas,
frente a otro que pide el mismo salario para solo 8, el Estado va a prohibir lo
que se acuerde con el primero? Y seguramente Bullard intentaría una de esas
disquisiciones exquisitas como que proteger a una viuda con hijos que acaba de
perder el marido de un desalojo inmediato, vulnera el derecho de otras viudas
porque los propietarios ya no querrían contratar con ellas.
Para el plano laboral, podría decirse que si no existieran
jornada de 8 horas, salario mínimo, fondo de desempleo (CTS) y otros derechos,
de los pocos que quedan y fuertemente debilitados por la flexibilización
fujimorista, habrían multitudes de desocupados e informalizados dispuestos a
contratarse por cualquier horario, salario y sin derechos de retiro. ¿Y a quién
echarle la culpa si esto no alcanza para vivir, si destruye la salud y no
asegura un mínimo de futuro? Fácil: son cosas del mercado.
Nadie se atreve con el principio de las ocho horas, todavía,
aunque se le ha ido desnaturalizando con jornadas flexibles, horarios sui
géneris, contratos renovables, etc.; pero casi todos los otros derechos
laborales han sido acribillados por argumentos neoliberales. Mientras el
gobierno Nadine-Castilla-Humala, usa el pedestre argumento que el salario
mínimo no está en su agenda, los que le hacen la teoría a la CONFIEP, afirman
que lo que hay que empezar a discutir es como eliminarlo porque crea
informalidad.
Pero si se han dado cuenta, un sistema de organización
económica basado en la explotación intensiva de recursos naturales que genera
escaso empleo y un desarrollo concentrado en algunas ciudades y algunas capas
de la población, genera informalidad porque la gente no tiene espacio dentro de
ella. Pero el gran cuento es decir que la culpa es de los derechos laborales y
que si “formalizáramos” los pagos y los tratos que existen en el submundo de la
informalidad todos quedaríamos contentos.
El tema de fondo es si a los sindicatos y la negociación
colectiva se les reconoce la condición de factor de mercado, como
equilibradores de la posición desigual en que se encuentra el trabajador frente
a los patrones. Y por ello el mayor crimen de la década de los 90, fue mermar
la organización laboral, reducir la tasa de sindicalización a la cuarta parte y
en base a ello degradar los derechos laborales. Como para decir que necesitamos
otro 1 de mayo, como los de antes.
01.05.14
2 comentarios:
Nada de “anónimo”, soy Ambrosio.
Don Raúl de la Primera, hidalgo de los de pluma y computador de un lugar de la Lima, de cuyo nombre no quiero acordarme, arremete contra molinos El Comercio, Perú21 porque “es gran servicio a la Revolución peruana quitar tan mala simiente de la faz de la tierra”.
Raúl es aquel tío quejoso en el paseo, pituco a morir, descontento, todo le apesta, nada le gusta; odia tanto a El Comercio que hoy, para no quedarse atrás, se compra una pelea imaginaria con ellos. Y por supuesto no entiende la argumentación de Bullard respecto a la relación entre inviolabilidad de contratos y el desarrollo de unidades inmobiliarias construidas para ser alquiladas (Por cierto la causa del atraso de secciones del Perú). Tampoco entiende que algunos trabajadores decidan trabajar voluntariamente más de 8 horas; o los domingos y feriados. ¿Qué dirá de los empresarios y ejecutivos que trabajan 12 horas, o más, los siete días de la semana? Y Qué decir de la relación entre salario mínimo alto y menos empleo, o empleos provisionales, o sub empleos.
Nada. Don Raúl odia la libertad económica, no puede remediar, está en su ADN. Su modelos país es Cuba, donde hay “seguridad de empleo” garantizado por la Revolución. Pregunta. ¿Por qué, Raúl, los cubanos se suben en balsas para llegar a Miami donde los pueden botar de sus empleos (como Humala a sus ministros) cuando les dé la gana? ¿Son idiotas los cubanos? ¿Por qué los mexicanos (y peruanos, chilenos, guatemaltecos) entran de ilegales a USA, abandonado las maravillosas protecciones de su país? ¿Son brutos?
Una pregunta, Raúl. ¿Cuánto es el “salario mínimo” en Cuba? ¿Cuándo fue la última vez que los cubanos hicieron una huelga (que no sea de hambre en las cárceles)? ¿No lo sabes? Fue en 1958, cuando Cuba tenía un per cápita superior a Chile, solo inferior a Argentina. Como hoy los cubanos viven en un paraíso, pues ni el salario mínimo ni las huelgas son necesarios.
Ambrosio
Anda a trabajar Ambrosio.
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