Han pasado 35 años y como dicen por ahí, el Perú de la marca Perú, ya no es el mismo. El movimiento sindical y popular tampoco es como el de 1977. Y nadie ha vuelto a ver una paralización nacional de la envergadura de las que nos tocó vivir aquel año, en pleno estado de emergencia, toque de queda y asesinatos nocturnos de ciudadanos que andaban por las calles. Todo puede ser diferente pero ¿cómo sería el Perú sin el paro del 19 de julio de 1977?
Veamos algunos datos para comprender el contexto: el 30 de junio de 1976, el premier y comandante general del Ejército, Jorge Fernández Maldonado, fue prácticamente obligado a leer un discurso frente a las cámaras de la televisión anunciando el más fuerte paquete de medidas de ajuste que se había dictado hasta esa fecha, con el fin de tratar de equilibrar las finanzas públicas. Las medidas incluían el aumento de los combustibles y de los productos de primera necesidad que estaban controlados.
Al día siguiente estalló una huelga de choferes que sembró el caos en Lima y otras ciudades. Una masiva marcha se desplazó por los distritos del cono norte y la policía sólo pudo contenerla a la altura del Puente del Ejército en medio de un gran enfrentamiento. Había acabado la ilusión de que la segunda fase del gobierno militar sería la “profundización del proceso”. Fernández Maldonado renunciaría dos semanas después. Y Morales Bermúdez se abrazó a los empresarios y al ala dura de los militares, y juntos impusieron la más brutal de los estados de emergencia que se recuerden.
Las protestas espontáneas del 1 de julio de 1976, habían servido de pretexto para militarizar el país lo que el dictador veía como el único camino posible para iniciar la contrarreforma e imponer el grado de control social que era requerido para el nuevo esquema de alianzas del poder. Muy rápidamente el gobierno que hasta hacía poco había estado coqueteando con las masas, pasó a la guerra contra su propio pueblo, sin que existieran organizaciones armadas desafiando poder o grandes movimiento sociales. Los asesinatos nocturnos a personas cuyo único “delito” era que se les había pasado la hora, eran un mensaje sistemático para que el país entendiera quién mandaba.
La teoría de que no hay ajuste sin miedo, había entrado en la sangre de los peruanos que empezamos a ver que los salarios perdían valor de manera continua pero nadie podía oponerse a una política económica que empobrecía a la gente y subsidiaba a las empresas. Todo siguió este curso hasta que el gobierno decidió lanzarse a la primera privatización de lo que se suponía iba a ser una cascada de traspasos de propiedad hasta desmontar el Estado empresario del velasquismo, y esta fue la venta de la flota de Pesca Perú ue por entonces tenía el monopolio de la extracción de especies para la harina de pescado y de su procesamiento industrial. La decisión del gobierno, en plena emergencia, dio lugar a una larguísima huelga de los hombres del mar que resistieron a pie firme la detención de uno tras otro de los equipos dirigentes que se armaron para reemplazar a los que estaban en la cárcel.
La huelga de los pescadores cambió al país. El miedo empezó a aflojar. Los huelguistas le habían abierto un boquete al estado de emergencia y ya no habría quién pudiera cerrar la brecha. A comienzos de julio, el gobierno anunció un nuevo paquete, llamado el “baruazo” (por el ministro de economía el empresario Barúa, y que fue mucho más fuerte que el del año anterior. Varias organizaciones sindicales empezaron a discutir entonces si se debía responder con una medida de lucha nacional. Las opiniones estaban divididas porque algunos dirigentes creían que no habían condiciones para enfrentarse al gobierno y que lo que podía resultar era una gran derrota para los trabajadores.
Es en esas circunstancias que se forma el Comando Unitario de Lucha (CUL) con la participación de un pequeño grupo de federaciones sindicales llamadas independientes: Gráficos, Seguros, Luz y Fuerza, CCP, que hizo un llamamiento al paro nacional para el 19 de julio, que como un bando fue pegado en las calles ya que ningún medio recogió la noticia. El debate sobre la condiciones para la acción de lucha había acabado. Con la fecha marcada en el calendario, todos caminamos al gran día. Y de pronto no había un automóvil que circulara en Lima. Las avenidas estaban vacías y muchos jóvenes las convirtieron en canchas de fulbito.
En los conos, entonces llamados “pueblos jóvenes” hubo recios enfrentamientos y varios muertos. Aún hoy, en Coma, se conmemora la fecha para el recurso de las víctimas. En todo el país había habido una respuesta unánime y por única vez en la historia se podía ver paro en los barrios de clase media y en los populares. Hacia las cinco de la tarde se arrojó una edición del diario “Ultima Hora” (todos los diarios eran del gobierno) que llevaba como titular “el paro fue parcial”.
Morales respondió con un decreto increíble que autorizaba a las empresas a despedirá los trabajadores que considerara que habían participado en el paro. Ni siquiera se atrevió a hacerlo él mismo. Hubo 5 mil despidos, incluyendo a casi toda la vanguardia del movimiento sindical. No faltaron los que dijeron que ya lo habían advertido, que el paro nos llevaría a la derrota.
El 28 de julio Morales Bermúdez leyó su discurso de fiestas patrias para anunciar que el estado de emergencia (que ya era casi un fantasma) se levantaba, se convocaba a una Asamblea Constituyente y elecciones para el año 1980. El paro nacional había cambiado el curso d ela historia.
22.07.12
http://www.rwiener.blogspot.com/
1 comentario:
Es cierto que ya ninguno será igual al Paro del 19 de Julio de 1977. En ese año ingresé a San Marcos y participamos junto a muchos compañeros marchando hacia el Centro de Lima con una represión increible. Lima parecía tomada. Pero hoy, soy una dirigente sindical y espero, convencida que la conciencia de clase no claudicará.
Viva el Paro del 19 de Julio de 1977
Publicar un comentario