Todos los medios están llenos de titulares y notas especulando sobre el nombre de próximo presidente del Consejo de Ministros que reemplazará a Oscar Valdés. Y a medida que se acerca el 28 de julio los rumores van ir inevitablemente en aumento, sobre todo si los que han generado la confusión ahora declaran que se cambiarán ministros en “el momento adecuado” y que lo único que me interesa es pasar una buenas fiestas patrias, ustedes interpreten.
Por cierto, sería
un grave error pensar que la abundancia de nombres para presidir un eventual
tercer gabinete de Ollanta Humala, sea un indicador de fortaleza del régimen.
Eso de que cualquiera puede ser, es la confirmación de que el que iba a ser un
gobierno popular progresista que iba a reducir las diferencias sociales se ha
convertido en un espacio vacío que se puede llenar con cualquier cosa, con tal
que contribuya a mantener al grupo que ejerce el poder.
Y las respuestas
dizque misteriosas de Humala y Valdés tampoco reflejan control de la situación
sino apenas un afán evasivo en medio de una colosal indefinición. Si me
preguntan mi opinión les diré que Ollanta todavía no ha decidido el destino de
su premier con la nariz a lo Camet y con 17 muertos en la alforja, que quiere
divertirse después de ocho meses de disparar contra manifestantes desarmados y
después del gran fracaso de Kepashiato donde los que matan en otros lugares
fueron acribillados por elementos armados que hasta ahora no han sufrido
ninguna baja ni han sido capturados. Pero para pasarla bien lo puede hacer con
fajín o sin fajín, que es lo que nos ha querido decir.
Tampoco
seguramente está convencido del tipo de cambio de dirección que debe imprimir a
su gobierno. Por eso se mueve desde una baraja de sus actuales ministros, con
lo que lanzaría el mensaje básico de continuismo, con algunas variaciones en
los acentos. Así si designara a Castilla la tecnoburocracia gestada dentro del
Estado se haría de todo el poder y tendríamos algo muy parecido a lo que
ofrecía PPK. Si se fuera por Cornejo sería algo parecido, quizás con mayor
cintura política y financiera, y si lo hiciera por Pulgar Vidal indicaría que
eligió un gabinete bombero de los conflictos. Jiménez Mayor produciría casi un
símil del gabinete Salas del año 2000, por la adaptabilidad del personaje. Y
así.
De otro lado, la
tentación de recurrir a presidentes regionales que ha rondado la cabeza del
gobierno y ha sido deliberadamente difundida a los medios recordaría
inmediatamente la figura del abrazo del oso. ¿Porque qué cosa sería una premier
procedente de una presidencia regional en una escenario en el que el Ejecutivo
está peleado con otro presidente? Tal vez una mente de inteligencia ha dicho
que esta sería la jugada maestra, pero hasta ahora los aludidos han declinado
la invitación para mantenerse en sus puestos. Toledo, por su parte, viene
sugiriendo que el premierato debe recaer en una figura independiente de
prestigio, y junto con Álvaro Vargas Llosa ha insistido en el nombre de Beatriz
Merino, que siempre ha tenido buenos promotores.
Lo que ahora
domina sin embargo es la desorientación. La misma que invade el proceso de
escucha sobre Conga donde nadie se atreve a hablar al otro porque no tiene nada
que ofrecer. En general estamos ante un gobierno que trata de explotar la
ambigüedad que es lo único que le queda. Por eso el “momento adecuado” es
cualquier momento. O sea ninguno.
19.07.12
www.rwiener.blogspot.com
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