Pero visto más a fondo el caso da la idea de
guardar otros significados. Quizás el más inquietante es que pudiera estar funcionando
un círculo militar y de inteligencia en torno al presidente que está logrando influir
sobre diversos temas. La cuestión de Chavín de Huántar, en esa lógica, deja de
ser banal. Si uno mira la actitud de los principales medios de comprarse al toque
los nuevos peritajes que están viviendo en cascada y que el asunto va más allá
del episodio de a quién le toca ser ministro (la cosa empezó con Daniel Otárola
en Defensa y ha continuado con el autocondecorado José Urquizo, mientras en
paralelo hacía lo mismo el ministro de Justicia, Juan Jiménez Mayor),
sospechará fácilmente que aquí hay una conspiración. Varias veces, este
columnista, ha dicho, contra “lo políticamente correcto”, que Chavín de Huántar
fue ante todo una operación político-militar concebida y dirigida por los
Servicios de Inteligencia, lo que comprometía directamente a Fujimori y
Montesinos en su realización. La gente de la época recordará que Hermoza Ríos
quiso presentarse poco después como el vencedor de esa jornada y esa fue su
perdición.
El hecho es que
los nuevos rescatadores del gobierno y la derecha extrema no sólo están
favoreciendo a Montesinos y sus amigos, en el juicio concreto sobre “Tito” y
los acontecimientos finales que se produjeron tras la intervención de los
comandos en la casa del embajador japonés, sino que están reivindicando toda
una línea de procedimiento basada en el secreto, los sicosociales y la mentira
oficial sostenida, que algunos justifican que se aplique a la subversión, pero
que como se vio en el pasado se tiende a extender inevitablemente hacia el
resto del manejo de los procesos sociales. Que condenen o no a Montesinos,
Hermoza o Huamán, que tienen tantos juicios y sentencias en curso es casi
irrelevante, pero que se diga contra la razón científica y el testimonio de
varios testigos (se ha dicho hace poco que se quiere enjuiciar a Ogura por
“falso testimonio”), que el gobierno de Fujimori no ejecutaba rendidos (que lo
hizo a luz pública en Castro Castro en 1992), es no sólo un insulto a la
inteligencia, sino un peligrosísimo camino a cambiar la perspectiva para
apreciar lo que ocurrió en los años oscuros cuando los derechos humanos fueron
tratados como una cojudez.
Por último dejo
anotado que el ridículo de los peritajes sobre peritaje hace mucho más daño que
ayuda a los militares que nada tuvieron que ver con las ejecuciones de
rendidos. El mundo está mirando a un gobierno que quiere echar tierra sobre un
crimen con propósitos que todavía no están suficientemente claros.
12.07.12
www.rwiener.blogspot.com
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