miércoles, julio 18, 2012

Amnistías


Yo tenía 18 años cuando ingresé a la universidad, en tiempo de alta politización del movimiento estudiantil, y una de las primeras cosas que ganó mi atención fue la campaña por la amnistía para los presos políticos, que estaba dirigida a lograr la liberta de los guerrilleros de 1965 y de otros dirigentes de izquierda que estaban en la cárcel, entre ellos Hugo Blanco. Rápidamente nos identificamos con la idea sencilla de que los que estaban presos por razones políticas debían ser liberados, aunque nada parecía indicar que eso ocurriría durante el primer gobierno de Belaúnde, contra el cual se había levantado la guerrilla de Luis de la Puente y Guillermo Lobatón.

Por esa época circulaba un folleto denominado “Las guerrillas en el Perú y su represión” (El libro Blanco), elaborado por el Ejército que en cada página descargaba las peores denuncias contra los hombres que estuvieron en la guerrilla y su supuesto entorno conformado por abogados, sindicalistas y otros que habían intervenido en momentos en que estaba vigente la pena de muerte para los insurrectos, la que nunca se aplicó. El hecho es que muchos leímos ese documento, que en mi caso lo encontré en la sala e mi casa, y por supuesto no llegué a conocer a nadie que se sintiera tocado por sus denuncias. Y no sólo se trataba de la opinión militar, sino que la totalidad de medios arrancó a avisar que el radicalismo que se percibía en las universidades y campañas como la amnistía era el comienzo de una nueva etapa de violencia que vendría más adelante.

En octubre de 1968, Fernando Belaúnde fue derrocado por un golpe de Estado dirigido por el general Velasco y en diciembre de 1970, los propios militares dictaron una amnistía amplia que estaba asociada a las reformas y nacionalizaciones de ese período. A mí, el general Jorge Fernández Maldonado me dijo en los años 90, que los coroneles decidieron hacer una revolución para evitar que hubiese más enfrentamientos entre peruanos y la Fuerza Armada fuera obligada a matar campesinos. Ya sabemos que la historia fue mucho más compleja, que Morales Bermúdez traicionó a Velasco, se alió a la derecha y se enfrentó a las masas. Ese fue el prolegómeno del levantamiento senderista que se insertó en las frustraciones de la sociedad y generó una etapa de violencia mucho más traumática que lo anterior.

Ahora lo que me pregunto es que está pasando con los jóvenes del MOVADEF. Todo el mundo dice que lo que se tiene que hacer con ellos es hacerles ver videos de la guerra, revisar fotos y escribirles libros de historia para secundaria. Pero me temo que para quienes nacieron después de esa época aciaga eso va a ser como el libro blanco de los militares de hace casi 50 años. Un columnista (creo que era Godoy) contó en estos días una anécdota sobre un debate que Sendero venía boicoteando desde sus posiciones en la parte alta del auditorio. Ante esta situación el maestro de ceremonias invitó a alguien, de los que gritaban, pasara al frente y sustentara sus ideas. La intervención fue tan deficiente que el grupo senderista se retiró sigilosamente. ¿Se imaginan a Gonzalo Portocarrero enfrentado con Alfredo Crespo en el estrado? Porque lucha ideológica no es el retrato eterno de Tarata. Sobre todo si el Estado con el que se los enfrenta tiene la responsabilidad actual de muertos, heridos y otros crímenes que están a la vista.

17.07.12
http://www.rwiener.blogspot.com/

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