Raúl Wiener Periodista, Analista Político y Económico peruano. Trabajó en el diario El Observador (1981-1984). Dirigió la revista Amauta (1988-1992), participó del programa Radicales Libres por RBC Televisión en el 2012 y fue director de la revista Miercoles de Política en el 2013. Actualmente es Jefe de la Unidad de Investigación del diario Uno (ex La Primera) desde 2007 y colaborador semanal de la revista Hildebrandt en sus trece.
domingo, julio 08, 2012
El diálogo
Aunque a veces dudo sobre el destino final del inefable Oscar Valdés, que podría seguir en la PCM por la gracia de Ollanta y Nadine que si en algo son insistentes es en sus errores, no puedo evitar verlo en estos días como una especie de muñeco porfiado que se inclina hacia abajo y vuelve a su posición inicial, con la nariz cada vez más gorda y roja, haciendo declaraciones que darían risa sino hubieran 17 muertos bajo ellas:
- El gobierno siempre ha estado abierto al diálogo.
Es un símil del razonamiento del presidente que habla de que sigue la “gran transformación” y que está iniciando una revolución de los pobres, cuando todo el mundo (en sentido literal) ve una continuada derechización y endurecimiento de su gobierno. Para el premier, él está abierto al diálogo pero ordena apalear protestas hasta el día en que dispone usar las armas y luego, lo más fresco, se pone a hablar de otros temas como en la Conferencia de Prensa del miércoles, hasta que le hacen la pregunta sobre Conga, y vuelve sobre su teoría del diálogo para el que está abierto.
¿Dónde se mató al diálogo? La pregunta lleva implícita la noción de que diálogo había y el Estado, bajo la gestión del premier Lerner, jugaba un papel arbitral, no el mismo que Ollanta había marcado en campaña, pero tampoco aparecía como ese grotesco guachimán de las mineras en que se convirtió en el mes de diciembre. Todo diálogo entre partes contrapuestas es una negociación y eso era lo que había hasta la víspera del exabrupto del presidente que se impone y dicta la línea: “Conga va, no acepto ultimátums de nadie”.
Venía de una reunión de APEC en Hawái, donde había estado al lado de Obama y de una amplia gama de mandatarios de Asia-Pacífico, facilitadores todos ellos de negocios privados. Y lo que llamó entonces “ultimátum” fue al plazo que una, todavía débil, resistencia cajamarquina puso para iniciar acciones de lucha si no se avanzaba en lo de Conga, donde estaba implicada una poderosa minera estadounidense. Entonces, Ollanta que parece creer que las organizaciones sociales, así como muchos de los que acompañaron su campaña, le deben algún respeto especial y una fe a prueba de balas (¿no ven como ganó, con el método que muchos no creían?), se mostró ofendido por el tono de Cajamarca.
Si Conga va de todos modos, y si el presidente no puede ser presionado, entonces el diálogo se cae de cabeza. Y si la región y las organizaciones responden que no va, no habrá manera de entenderse. Por eso, desde ahí, ya todo ha sido una equivocación continúa, aún donde se ha intentado aplicar las mejores intenciones: por ejemplo, la suspensión del proyecto a fines de noviembre, mal entendido en Cajamarca como una maniobra del gobierno, cuando era un retroceso real, que una semana después se convirtió en emergencia y militarización; o el peritaje, con las nuevas ofertas del gobierno, tergiversadas por los mineros, e ignoradas por los dirigentes sociales; para cerrar con una matanza que sembró a sensación que todo se escapaba de control y que está saliendo por el lado de una facilitación de Iglesia para distender el clima de confrontación.
Uno puede felicitarse que se silencien las armas y empiece algo. Aunque no puede dejar de notar que hay demasiada contradicción y falta de claridad de objetivos en el gobierno, que propone dialogar, que no se sabe adónde vamos a llegar.
08.07.12
http://www.rwiener.blogspot.com/
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