La impresión que uno podría llevarse de la marcha prominera del martes frente al inicio del paro en Cajamarca el jueves, es que estamos ante una especie de empate de fuerzas y que ya no hay mayoría en ningún sentido. Pero tal vez sea útil revisar las cifras electorales de hace un año en este departamento de la sierra norte para aclarar un poco más el problema.
En la primera vuelta de abril de 2011, Cajamarca votó 34.05% por Keiko Fujimori y Fuerza 2011; 31.35% por Ollanta Humala de Gana Perú; y 22.47% para Alejandro Toledo y Perú Posible. El resto de candidatos estaba debajo del 6%. Es decir había un núcleo duro fujimorista superior al promedio nacional; un voto ollantista casi simétrico con la media del comandante en la primera vuelta; y un importante voto toledista que iba a decidir la votación final.
En la segunda vuelta el resultado es de 51.15 % para Humala y de 48.84% para Fujimori. Un diferencia de poco más de dos puntos. A su vez en la provincia de Cajamarca, capital del departamento, el balance era claramente distinto: 61.24% para Keiko Fujimori y 38.75% para Ollanta Humala. Evidentemente que lo que había inclinado la votación hacia el nacionalismo eran las provincias interiores.
Así en el caso de Hualgayoc (Bambamarca), Ollanta saca fuerte ventaja: 58.86% versus 41.14% de su oponente. Para Celendín, la diferencia es 53.07% de Ollanta, frente a 46.93% de Keiko. Ambas provincias, con una parte del área rural de la provincia de Cajamarca están comprometidas por los alcances del proyecto Conga y son escenario de las más agudas protestas. Otras provincias como Chota, Cutervo, Jaén, San Ignacio, San Miguel, San Pablo y Santa Cruz favorecieron a la O de Ollanta, mientras en Cajabamba, Contumazá y San Marcos, ganó la hija del presidiario expresidente.
Todo esto indica una polarización muy grande y directa entre el nacionalismo, que entonces representaba el cuestionamiento al modelo neoliberal y a la hegemonía minera, y el fujimorismo, principalmente urbano, que debe sentirse favorecido por la llegada de la minería del oro en tiempo de Fujimori. Los que marcharon encabezados por Luis Guerrero y otros, eran expresión de ese bloque proempresa, de base urbana y proclive al autoritarismo en el modelo de los años 90.
En el lado opuesto hay una abrumadora presencia rural-campesina, que debe incluir desde la gente que sufre la amargura por la manera como sus tierras han sido impactadas por el peso de la gran minería que altera el paisaje, el aire y el agua, hasta la que siente que no ha recibido nada en medio de los miles de millones de dólares que se han movido en el departamento en casi veinte años de Yanacocha. Pero también hay movimientos universitarios y sectores populares de la ciudad que se identifican con una lucha que acaba viéndose como una forma de ponerle algún límite a la prepotencia de la empresa poderosa que dispone de cualquier cantidad de dinero.
La primera etapa del conflicto sólo se movilizó la parte de la población que se opone a Conga y a convertir a Cajamarca en un inmenso tajo que vaya reemplazando las lagunas y los cerros, que son los que apoyaron a Ollanta para la presidencia. En esta segunda etapa está saliendo el núcleo fujimorista en dos vueltas, al lado de personas que de alguna manera sienten que dependen de la mina para sus actividades económicas. No debiera sorprender esta disputa. Lo que menos se puede decir del Perú de hoy es que hayan planteamientos aceptados por todos.
02.06.12
www.rwiener.blogspot.com
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