Durante su viaje a Europa el presidente Humala quiso explicar su novísima conversión a promotor de TLC, después haber tenido un discurso crítico sobre el tema (y más que “discurso”, porque hubieron intentos de frustrar la aprobación y firma de estos documentos con movilizaciones dentro y fuera del Congreso), con la fórmula de que “como presidente, tengo que respetar las políticas de Estado”.
El razonamiento es de lo más sorprendente ya que precisamente lo que se voto en el 2011 era sobre necesidad de cambiar las políticas en las que nos habían metido sucesivos gobiernos en los últimos veinte años. Nunca en seis años de campaña Ollanta dijo que lo que hubiese sido firmado por Fujimori, Toledo o García, fuese intocable cuando existen procedimientos para revertir decisiones que se consideran justas.
Pero el problema es que el presidente practica un discurso confuso, porque a la vez que se presenta fatalista: “los gobernantes no hacen lo que quieren, sino lo que deben”, en paralelo se convierte en propagandista de lo que antes renegaba. Así los TLC serían favorables a las PYMES, luego que buena parte de su base social dentro de los microempresarios se armó con ideas semiproteccionistas en relación a las importaciones que podían llevar a la quiebra a muchos de estos pequeños propietarios.
Lo mismo puede decirse sobre los contratos mineros: se les respeta porque están firmados y el actual gobierno se reputa serio y de palabra, a pesar de tantos compromisos ante las comunidades que reclaman contra esos contratos de que sus puntos de vista serían tomados en cuenta. “Nueva minería” (cuyos perfiles no conocemos), para los futuros contratos que probablemente entrarán en ejecución en el siguiente gobierno. Pero todo esto va junto con declaraciones sobre el “Perú es país minero”, como si fuera un designio de la providencia, y a acusaciones contra la ONG “que inyectan fondos e ideologías”, contra la minería, cuya historia habría sido vilmente distorsionada por algunos personajes, muchos de los cuales fueron asociados de Ollanta durante muchos años.
El elemento confuso del discurso presidencial traduce evidentemente el esfuerzo de Ollanta por explicar a los gobiernos de los países centrales, la banca internacional y los medios de comunicación sobre su cambio de posición. En esencia significa que el presidente dice que así quisiera hacer políticas diferentes o revisar decisiones anteriores, eso no sería posible porque se ha fijado el límite de lo que está firmado. Pero que si vamos a ser francos, el pragmático gobernante también puede verle lo bueno a aquellos elementos del pasado que antes cuestionaba.
Conga fue firmado por Alan García en medio de grandes resistencias, lo que da píe para el discurso de Ollanta Humala de mayo del 2011, sobre el oro no se toma y el agua debe priorizarse. No es concebible que en ese momento el candidato no supiera que estaba hablando de un proyecto ya firmado al que sólo le faltaba la confirmación de Newmont de Estados Unidos (se produjo el 27 de julio), tal como ahora está faltando la respuesta de los inversionistas extranjeros sobre las propuestas de modificación del contrato original propuesta por el presidente.
Habría que tomar nota que estas modificaciones van más allá de lo firmado. O sea en determinadas condiciones políticas es posible renegociar el pasado y no quedarse en el estatus quo.
16.06.12
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