domingo, junio 08, 2014

De ese lado del corazón de donde vienen los grandes sueños

El cineasta Pancho Adrianzén recorre el Perú explicando su trabajo más notable: la película “Desde el lado del corazón”, que es su aporte a documentar un pedazo decisivo de la historia peruana facilitandonos un material gráfico y un juego de opiniones de actores reales que a la distancia se convierten en testimonios de gran valor. Como explica, la mayor parte de estas tomas fueron recogidas a lo largo de la década del 70, como una filmación en situ de los hechos que estaban ocurriendo en momentos en que nadie podía valorar su exacta importancia. Unos años después, restablecida otra vez la democracia, Pancho quizo armar una película con todo lo que tenía y no lo logró por razones económicas, políticas o quizás porque aún no era el momento. La reflexión es pertinente si se ve que las entrevistas hechas mucho después encajan muy bien con las imágenes, y ya no hay tantos problemas de interpretación como se hubieran planteado 30 años antes.

Hoy, el documental, a pesar que trata de la izquierda va más allá de ella, porque rescata por lo menos tres grandes acontecimientos que marcaron una generación: en primer lugar, la guerrilla de 1965, apenas tratada como una introducción, pero que nos hizo parte de los fallidos esfuerzos revolucionarios que siguieron a la victoria en Cuba, y que despertaron las esperanzas y el comrpomiso en la juventud de aquella época; en segundo lugar, y en el núcleo central de la historia, se recorre el período de Velasco, que es un tema sistemático en los tiempos actuales, y sobre el que muchos opinan sin tener una sola idea, y que el documental nos muestra como un momento de reinvindicación y de esperanza, en el que los que no fuimos finalmente guerrilleros ni protagonistas de ninguna toma del Palacio de Invierno, nos encontramos frente a un desafío difícil de comprender, una reforma profunda del Estado y la sociedad a cargo de militares; en tercer lugar, y finalmente, la desembocadura de todas estos impulsos y sueños en el paro nacional  de 1977, con el que en verdad se acababa un ciclo político e iniciamos la transición hacia una democracia incierta y en permanente crisis en la que la izquierda había dejado de ser un actor marginal.

Así el autor hubiese querido ir hasta 1983 para ser fiel al material que había acumulado y sea que la razón para segmentar su obra haya sido el exceso de información acumulada, creo que el corte adquiere, ya sobre la edición, un sentido artístico y también político. Bien difícil imaginar lo que viene después, cuando acaban los años heroícos y la militancia sin recompensas materiales. Tal vez la historia de los 80, ya no pueda ser la de la izquierda, a pesar de Izquierda Unida y sus victorias electorales, o si se quiere será mucho más difícil que la historia de la izquierda se convierta en la del país, como ocurre con el relato que Pancho Andrianzén nos entrega.

Y es curioso que la manera de contar lo que pasó en una docena de años, tome tan claramente la forma de una reflexión sobre como era ser militante de la izquierda hace cuarenta o más años. Desde ese punto de vista, el documental es como una mirada amable y distante de cómo fuimos. Juan Luis Dammert lo ha dicho con la precisión con la que arma su música: estuvimos equivocados completamente, pero que grandiosa manera de equivocarnos. Y eso se siente en el aire cuando los que no vivieron esos hechos se confrontan con la película y se les oye aplaudir a los muertos que recuerdan algunos de los cuales alcanzaron a dejar grabado su propio testimonio.

Es, de veras, una reivindicación a una generación eminentemente política, de la cual se suele decir que fracasó y se resiste a ser renovada. Muy sutilmente, sin explicitarlo, Pancho la resupera en sus mejores facetas. Éramos, puedo decirlo en primera persona del plural, hombres y mujeres, mayoritariamente jóvenes, gentes de clases medias y populares, que nos embarcamos en un ezfuerzo loco que comprometía nuestras vidas. Personas que dejaron de un día para otro el hogar paterno; se desarraigaron y se fueron a construir partidos a lugares distantes que ni conocían; formaron familias viajeras y mal atendidas que en algunos casos resistieron y se recrearon, y en otros se rompieron a medio camino. La fuerza para hacer todo eso venía de convicciones, a veces elementales, y de un contexto que parecía evolucionar en el sentido del cambio. Nadie pedía dinero por ser revolucionario o aspiraba a lograr otra cosa que no fuera la victoria. Puede decirse que era un momento romántico que ya nunca se repetiría. Pero la pelicula con sus imágenes de fondo y el coro de las entrevistas, logra captar algo que ninguno podría por si solo condensar en palabras.

Finalmente tal vez lo más significativo es que Pancho Andrianzén trasmite su mensaje sin aludir a ninguno de los debates de la época y sin orientar los temas que se presentan en función al enfoque de alguno de los sectores que participaron de estos eventos. No es el prurito de la neutralidad, sino una decisión artística, que entraña ponerse en el lugar del espectador que no fue parte de estas pasiones. Esto engrandece la obra y la hace aparecer como si realmente los izquierdistas de los 70, hubiéramos sido parte de un solo movimiento. Construye el fantasma que empezaba a caminar en el país y al que, como siempre, los poderosos temían, y el que con todas sus dificultades e imperfecciones renacerá algún día.

08.06.14

11 comentarios:

Anónimo dijo...

Nada de “anónimo”, soy Ambrosio.

Como muchos lo sospechamos, Raúl Alfredo Wiener Fresco –como tantos en la Izquierda troglodita- no se arrepiente de su apoyo (o participación) en la guerrilla de 1965, su colaboración con el velasquismo, la manera vergonzosa que se lanzaron a los puestos públicos de los militares golpistas. Y su participación en el paro contra los militares el 19 de julio de 1977, caótico, el mejor momento golpista de la CGTP actuando sin convicción democrática alguna: pretendían es hacer ellos su “revolución”.

Total lo mismo. A los tíos de la Izquierda troglodita no les interesa el Perú, ni consultar a los peruanos. Ellos son unos iluminados señoritos que creen en su “revolución” primero, y el Perú es sólo un laboratorio para la experimentación de sus ideas desquiciadas, los peruanos conejillos de indias de sus trasnochados conceptos decimonónicos.

Don Raúl demuestra lo poco que entiende los procesos democráticos al decir que los peruanos vivimos una “democracia incierta y en permanente crisis”. Así son todas las democracias, Raúl, actúan y debaten “en permanente crisis”. De esa manera gestiona hoy Estados Unidos o Francia, de ellos también se puede afirmar hoy día que son una “democracia incierta y en permanente crisis”. Así fue el Anábasis, la democracia guerrera de Diez Mil huyendo del imperio Persa.

Lo más lamentable de “Cuando corazón habla de cine”, de don Raúl, es su narcisismo. Nuevamente se mira al espejo, cuelga medallas, se perdona los pecados únicamente porque lo chaparon, nunca porque se equivocó. Los muertos que “aplauden” son los pocos de la Izquierda troglodita, no los más de cincuenta mil peruanos no “comprometidos” en su locura. Esos no le interesan, son una mierda, bajas necesarias.

Como los Borbones de la restauración francesa, la izquierda troglodita peruana nada aprendió de sus locuras, y nada olvidó.

No he visto “Desde el lado del corazón” La veré. Soy cinemero, puedo ver, por ejemplo, el documental del Leni Reinfenstahl “Triumph des Willens” admirando su innovación, didáctica en el reportaje, y a su vez, como liberal, detestando el nacionalsocialismo.

Anónimo dijo...

Nada de "anónimo", soy Pancracio.

Al trol alditus le es imposible soñar, porque el día que sueñe, su apego a lo neoliberal y creerse parte de la cofradia de la DBA con su prensa concentrada de chilcano de pintadilla le estallará en su cara descubriéndose lo ultra narciso que es.

Anónimo dijo...

Nada de anónimo, soy Hueverto:
Yo también critico opiniones sobre películas que no he visto. No en que la cosa es clara y Wiener nos quiere llevar a ser como Cuba y Venezuela, entonces todo lo escriba para el mismo fin. Que importa ver la película o saber del tema. Además Wiener confiesa haber sido guerrillero, velasquista y parista el 77, todo lo malo del mundo. O sea lo que veníamos diciendo. Y eso significa además que no le importan los muertos, sino sólo los suyos. Y que a democracia siempre está en crisis. Y que sus críticas a Fujimori son por puro odio al fujimorimso. Ustedes me entienden.

Anónimo dijo...

Los Troll se entienden entre ellos, a quien le importa estos comentarios. Los lectores serios leen lo escrito por Wiener por lo crítico y reflexivo que escribe, es decir lo excrito con corazon y no con el hígado o los comentarios de los Troll, que nos topamos sí y nos divierte porque cada se desenmascara don Aldito eMe, hoy convertido en Troll

Anónimo dijo...

Muy bien Ambrosio.

Los zurdos se premian sus buenas intenciones. La pobreza y muertes debido a sus locuras debes olvidarse. Si fuesen curas pedófilos dirían que lo hicieron por amor.

El Museo ese horrible es una muestra de su cinismo e hipocresía.

Anónimo dijo...

¡Qué horror! El rojerío no tiene vergüenza. El idealista que acepta la lucha armada como una solución humanista a los problemas de opresión del pueblo, termina enmarañado en contradicciones, lamentándose únicamente porque perdieron, como Wiener.

Anónimo dijo...

“Me subieron a un segundo piso y me metieron en un cajón de madera que habían construido en un dormitorio (...) En ese cajón pasé ocho meses sin salir (...) toda la ventilación eran dos huecos (...) el segundo día tuve que desnudarme porque no aguantaba el calor”. “Mi baño era un recipiente de plástico, de pintura de galón. No pude bañarme ni una sola vez. Tenía una barba hasta acá. (...) Perdí como 8 uñas de la mano. Se me caía el pelo de la cabeza (...) Vivía permanentemente angustiado... por el peligro primero, del cólera... Tuve una sarna que me agarró toda la parte del pecho (...) Tenía los genitales llenos de hongos. Tenía herpes en una nalga, en donde se me infectaba y se me pasaba y se me infectaba (...) Perdí 22 kilos de peso”.

Testimonios de secuestrados por el MRTA y Sendero recopilados por la Comisión de la Verdad y Reconciliación del Perú. Informe final de la CVR del 28 de agosto del 2003.

Anónimo dijo...

Que tal cuajo de los trolls y su comparsa la DBA, no saben por donde disparar su bateria de tremendas mentiras, comienzan a meter miedo sobre cucos que no hay, defienden lo indefendible, al más grande delincuente y asesino de la historia del Perú, el chino rata, hasta hacen estúpidas comparaciones porque no tienen argumentos, recurren a relatos alejados totalmente de la verdad.

Anónimo dijo...

Soy Juanita
Felicitaciones por su blog.
Algunos estàn al borde de la desesperacion.....

Anónimo dijo...

Como siempre la acémila de Ambrosio no entiende el mensaje. Si Wiener apoyó las guerrillas de los 60 y no se arrepiente, bien por él. Eso se llama consecuencia. No arrepentirme de las cosas buenas o malas de mi pasado. Y como toda la DBA no entienden que cada vez más crecen los embriones para un cambio más radical en el Perú y que lógicamente nunca van a enfrentar. Afirma que todas las democracias son "inciertas", ¿No era este papanatas el que decía que el Perú debe ser como EE.UU. y Francia? ¿Estas democracias son menos "inciertas" que la nuestra? ¿Esa no es la lógica del mal menor?
Y el idiota se alucina "cinemero". A ver "cinemero", ¿cuál son tus fundamentos para afirmar que Leni Riefenstahl es admirable por su "didáctica en el reportaje"?

Anónimo dijo...

"Puedo ver, por ejemplo, el documental de Leni Reinfenstahl “Triumph des Willens” admirando su innovación, didáctica en el reportaje, y a su vez, como liberal, detestando el nacionalsocialismo".

Ah ya, osea que se ganaba la vida haciéndole propaganda a lo que odiaba, algo así como la lógica de las "puertas giratorias" para los tecnócratas liberales. Ta que estos "liberales" son la cagada....