El caso Villena tiene por lo menos dos aspectos: el que tiene que ver con la coherencia de un gobierno que dos días antes del incidente de Arequipa, se había despachado en una entusiasta celebración contra la violencia sobre las mujeres, comprometiéndose contra el abuso; y el de las razones políticas específicas que hacen tan difícil salir del ministro matón y reemplazarlo por otra persona.
En el lado, llamemos ético, Villena ha sido liquidado al punto de tener que pasar por la vergüenza de varios autodesmentidos y diversas formas de disculpa, incluidas las del gabinete en pleno a través del premier Jiménez, y la de la primera dama, como si se creyera que estos reconocimientos pudieran salvar al ministro de su inevitable destino. Obviamente Ollanta Humala guarda silencio porque no está convencido que se pueda dar por terminado el caso con meras invocaciones a hacerlo.
Cada día que pasa haciendo larga la renuncia o destitución, la gente se convence que el factor político está predominando sobre el ético, en un gobierno que ha querido venderse como pragmático y ético. ¿Cuál es el dilema? De un lado la fobia presidencial a que la salida de un ministro se convierta en una señal de que se reinicia la temporada de los cambios, justo cuando Humala había empezado a creer que el gabinete anodino de Jiménez era la fórmula exacta que estaba buscando después de Lerner y de Valdés.
De otro porque Villena, a diferencia de otros ministros que dejaron el cargo, no es un individuo aislado que hace sus maletas y se despide los demás. Sea como sea el patán de los aeropuertos va a ser la primera pieza de Castilla que cae del tablero y cómo lo hizo notar el inefable Fritz DBA el único problema que hay para reemplazarlo es que no es fácil encontrar uno exactamente igual.
Pero el tema no se agota en las cualidades singulares de un ministro que siendo de Trabajo es el engreído del capital. La cuestión que está en el centro es la del invicto en que había permanecido hasta ahora el grupo Castilla que había terminado por convencer al presidente de que eran una maquinaria sin brecha, frente a los políticos que meten la pata con demasiada frecuencia. ¡Quién iba a imaginar que uno de los favoritos que el MEF transfirió a otras carteras iba a derrumbarse de la forma más lamentable!
Todas las consultas de estos días con las que se dilata el desenlace dan la impresión de tener un mar de fondo donde se está jugando el esquema de poder que se armó paso a paso en 17 meses de gobierno. Defendiendo a Villena, el ministro Castilla se defiende a sí mismo y comprometiendo a la primera dama hace evidente la fuente más importante de su poder. Mientras Ollanta calla, lo que da la idea de indecisión y falta de determinación en la hora difícil, pero que a su vez indica que todavía no hay solución a la crisis.
Si la pregunta en medio de las marchas y contramarchas del caso Villena es ¿entonces quiénes son los que nos gobiernan?, la respuesta no podrá ser otra que los impulsos de cada día. Ollanta puede ser el presidente de la no decisión, pero igual va a tener que hacer algo con Villena y redefinir su trato con Castilla, y eso va ocurrir en los siguientes días. Aunque usted no lo crea.
09.12.12
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