A comienzos del año 1983, Alan García se armó de solemnidad
y citó al grupo de su generación para hacerles un anuncio. Hasta donde sé, ahí
estaban Carlos Roca, Luis Alva, Rómulo León, César Vega Vega entre otros, y la
noticia esperada era su decisión de lanzarse a la secretaria general del
partido con 32 años y de ahí a la presidencia en 1985. La determinación estaba
tomada y lo que García estaba esperando de los asistentes era si iban a
apoyarlo en el objetico de derrotar a la llamada “generación intermedia” y ganar
para su lado a la mayor parte de las viejas glorias del partido.
Entre los años 60 y 70, García concluyó estudios de abogado
en la Universidad Católica, fue parte de las fuerzas de choque juveniles que
actuaban en otras universidades y logró convertirse en parte de un grupo de
nuevos líderes que lograron una especial cercanía con el fundador del APRA que
los veía como un destacamento de recambio. Luego el joven abogado barranquino
partió a Europa supuestamente para hacer estudios de especialidad, pero según
hace ver su examigo Augusto Valqui Malpica regresó sin ninguna calificación
adicional a las que ya tenía y lo hizo requerido por Haya para reintegrarse a
la actividad política en el período final del régimen militar.
Alan fue de esa manera catapultado a constituyente y
diputado en un proceso récord, convertido en secretario de organización del
partido y jefe de la campaña de Armando Villanueva, en unos cuantos años, y con
ese meteórico ascenso llegó a la decisión que finalmente comunicó a sus más
cercanos amigos. Ya se había consumado el cisma con Andrés Townsend que marcó
las elecciones de 1980 y la disputa era ahora entre sectores de lo que por un
tiempo se conoció como “armandismo”. La
generación intermedia definió su candidato que sería el extravagante Carlos
Enrique Melgar y contra él competiría el ascendente Alan García.
El Observador
En el año 1983, yo era uno de los líderes del único diario
cooperativo que ha existido en el Perú y que se llamaba El Observador, en torno
al cual se había producido una alianza que nunca se había visto, ni volvería a
verse, entre apristas e izquierdistas para mantener el periódico luego del
retiro de su fundador, el banquero Luis León Rupp. Éramos, sin duda, un
experimento periodístico tanto en materia de línea compartida como de gestión
sin dinero, en tiempos de aguda crisis que hacía cada vez más difícil reunir lo
necesario para seguir ganando la calle y cumplir con diversas obligaciones.
Los apristas y proapristas más notorios que escribían en el
diario eran Víctor Tirado, Laureano Carnero Checa, Pablo Truel, Jorge Moral y
otros, y todos ellos se movían en la idea de que el turno en el partido de la
estrella, que ya se insinuaba como posible ganador de las siguientes elecciones,
le correspondía a los intermedios y no a los jóvenes ambiciosos por saltarse
las etapas. El efecto se sintió entonces bajo la forma de varias columnas de un
diario supuestamente independiente, convertidas en parte de la campaña interna
de un partido político. Y todos los columnistas estaban contra García. Varias
veces conversé con Tirado que fue un tiempo presidente de la cooperativa y me
dijo que Alan estaba pecando por vehemencia y atropellando a dirigentes de
trayectoria. Eso era lo que se decía en sus escritos que por supuesto no
lograron ningún resultado.
El aniversario de la cooperativa se hizo después de la
victoria de Alan García para la secretaria general aprista y lo tuvo como
invitado especial. Fue la primera vez que nos vimos cara a cara y la única en
que estuvimos juntos en un rol de oradores. Fue ese día que aprecié su poder
para improvisar y la cantidad de afirmaciones vacías con las que podía arrancar
aplausos.
No sabía sin embargo que en ese mismo año volvería a
encontrarlo en una reunión en un conocido restaurante de Miraflores organizada
por un amigo que estaba cercano a Alva Castro, para conversar sobre la crisis
que había comenzado en la cooperativa por las crecientes dificultades
económicas que exasperaban los enconos políticos. Todo nos conducía a un choque
y ruptura, en medio de acusaciones mutuas. Nosotros decíamos que los apristas
estaban sectarizando el diario y haciendo caer sus ventas; ellos, que nosotros
realizábamos una mala administración y distribución del diario.
Recurrí a García creyendo que podía mediar y favorecer un
apaciguamiento. Pero luego de oírme, su pregunta fue directa:
-
¿Y quiénes son los del APRA en el diario?
-
Tirado, Moral, Truel, Laureano…
-
¿Esos?, ¿esos?, ¿y quieres que hable con ellos?
Si no sirven para nada. Representan el prialelismo, la conciliación. Bótalos.
Tienes todo mi apoyo.
-
Pero Alan, esto es serio…
Ya había acabado la conversación, que no sirvió para nada.
En noviembre del 83, El Observador se dividió en dos sectores y hasta tuvimos dos
diarios durante casi dos meses. Luego se formó el diario Hoy, con los que
habían salido de la cooperativa, que se convertiría en impulsor abierto de la
campaña de García hacia la presidencia. El 85, AGP ganó las elecciones y Tirado
se convirtió en su secretario de prensa, Truel fue miembro del directorio de El
Peruano y de la televisora del Estado. Y los demás también se acomodaron. Los
que no servían para nada, se pusieron al servicio de García al que habían
considerado un bisoño ambicioso.
El primer gobierno
Los días de la juramentación de García los pasé en Cuba, en
una reunión internacional sobre la deuda externa y al volver a Lima, encontré
que había desatado una fiebre de entusiasmo por los anuncios de 28 de julio. El
recorte del pago de la deuda a 10% del valor de las exportaciones, el
desistimiento de la compra de una parte del lote de aviones de guerra Mirage
para destinar el dinero a otros fines, el programa de apoyo al sector agrario
más empobrecido, el combate al narcotráfico levantaban ilusiones. Luego vendría
la anulación de los contratos petroleros. Estábamos llenos de anuncios
impactantes que en su mayor parte fueron solamente efectistas y en otros
ocultaron operaciones dolosas como en el caso de los aviones.
Quién no le creía al locuaz mandatario de 35 años era el
parlamentario izquierdista Carlos Malpica, que conocía al APRA por dentro y al
tipo de dirigente que personificaba García. Tuve ocasión de colaborar con él en
la investigación de los nuevos contratos petroleros que me enseñó como se puede
repudiar un entreguismo para instalar otro. En junio de 1986, ocurriría la
masacre de los penales y las mentiras y medias verdades de Alan García se
envolvieron en sangre. A casi un año de su primer gobierno, el presidente que
había desatado tantas esperanzas entraba en un círculo de violencia militarista
que había criticado a su predecesor. En 1987, sorprendería al mundo al anunciar
la estatización de la banca que nunca se produjo pero que empujó a una brutal
polarización política. Entre 1988 y 1990, el Perú se desbarrancó en la
hiperinflación y la recesión, que abrió el camino al autoritarismo de Fujimori.
El congreso acusa
a García
Entre 1990 y 1991, se acusó ante el Congreso a Alan García
por delitos de homicidio agravado (caso de los penales), del que fue salvado
con los votos fujimoristas, y enriquecimiento ilícito del que fue acusado ante
la justicia. En abril de 1992, Fujimori dio un golpe de Estado, cerró el
Congreso y entre otras decisiones autorizó a García a abandonar el país con destino
a Colombia que le ofreció asilo. Durante nueve años vivió entre Bogotá y París,
en donde se hizo de varias propiedades. Nadie sabe quién le pagó esos años de
vida muelle en el exterior y ese incremento de patrimonio.
Pero en Lima, siguieron adelante diversas investigaciones
que lo comprometían: una gruesa coima por las obras del tren eléctrico,
denunciada por el funcionario italiano que le entregó el dinero; una acusación de uso indebido de las reservas
internacionales, colocadas en un banco mafioso, por lo que fueron a la cárcel
el presidente y el gerente de esa entidad financiera, y en la que se conocieron
documentos y correspondencia que comprometían a García Pérez con la operación;
el caso de los dólares MUC subvaluados que fueron entregados a los amigos del
gobierno y que sirvieron para comprar acciones en Canal 13 y otras empresas a
favor de García; las denuncias sobre la triangulación para el traspaso de los
aviones Mirage no comprados a traficantes árabes de armas; etc.
A comienzos del 2001, hubo un arreglo secreto para limpiar a
García y permitirle regresar para participar en las elecciones que finalmente
perdió con Toledo. Todas las investigaciones en su contra, más las acusaciones
del Congreso, fueron declaradas prescritas. De la mano con Ricardo Letts,
intentamos levantar un último obstáculo judicial contra el expresidente
exigiendo al Ministerio Público que lo acusara por la matanza de los penales a
15 años de esos terribles sucesos. Fue en ese momento en que observé de cerca
como actúan los fiscales para proteger un sistema político del que García es
pieza clave. El día en que el denunciado fue llamado a declarar llegó con una
portátil que ingresó al despacho y gritó todo lo que pudo en defensa de su
jefe. Al día siguiente el fiscal mandó al archivo un expediente de casi mil
páginas, en el que figuraban hechos nuevos que probaban que la orden de la
matanza salió de Palacio, con declaraciones de diversos testigos. Como le ha
ocurrido siempre, García salió del despacho fiscal seguro de su condición de
intocable, que ha vuelto a manifestarse en los últimos años ante las esforzadas
investigaciones de la Megacomisión.
El hombre de la suerte y la impunidad que ha ocupado el
centro de la política peruana por treinta años tiene varios rasgos que no deben
olvidarse: nunca trabajó realmente fuera de la actividad política que
desarrolla desde que era universitario; nunca explicó como se ha convertido en
uno de los hombres más ricos del Perú, con sólo los ingresos que percibió en
condición de presidente y parlamentario; nunca estuvo sentado frente a un juez
o un tribunal a pesar de haber sido investigado por un sinnúmero de delitos; nunca
tuvo el menor remordimiento por aquellos de sus subordinados que tuvieron que
pagar con la cárcel y el desprestigio por hechos delictivos que jamás hubieran
podido producirse sin su participación; nunca se arrepintió de decisiones suyas
que trajeron muerte y dolor, como lo de los penales y lo del baguazo. Ese es
García. ¿Qué les parece?
29.06.14
8 comentarios:
Nada de “anónimo”, soy Ambrosio
Alan García Pérez es un irresponsable hiperactivo que en su primer gobierno fue un corrupto populista tercermundista, culpable de la hiperinflación, recesión; y con la ayuda de la izquierda impidieron que el FREDEMOS de Vargas Llosa llegue a la presidencia. Son por lo tanto García y la Izquierda los que le hicieron el espacio al fujimorismo: no lo olvides Raúl.
Y Alan cambió proponente de la economía de mercado en segundo gobierno. No lo hizo por convicciones liberales sino por consejo de socialistas franceses; según se puede leer en numerosos artículos que le dedicó Mirko Lauer, quien, por cierto, lo conoce más que Raúl Wiener. Mirko asegura que cambió en Europa, lugar donde pudo ver lo bien que marchaba la Unión Europea, creaba empleos y riqueza, en la economía de mercado dentro de un estado de derecho, fronteras abiertas, y dentro de los lineamientos del Banco Central Europeo. Alan escuchó los consejos de miembros del Parti Socialiste de Francia, organización que renuncio al marxismo leninismo hace mucho tiempo.
De “corrupción”, o “la práctica consistente en la utilización de las funciones y medios de aquellas en provecho, económico o de otra índole, de sus gestores”, Alan García es sospechosamente culpable. También lo es el proyecto de la Izquierda del “gran cambio” al presentarse como democrático, siendo, como sabemos totalitario en fondo y forma. A la Izquierda troglodita no le interesa fortalecer las instituciones de la democracia peruana; lo que desea es sustituirla por un totalitarismo en el cual ellos “manden”. Como en Venezuela o Cuba. Wiener dice que combate la “prensa concentrada” sin declarar por qué lo hace; en verdad él desea ser él (y sus amigos) los que estén a cargo de todos los medios, “concéntralos” en ellos, ellos los únicos que opinen e informen, como en los modelos países que admiran desde Ecuador, pasando por Venezuela, llegando a Cuba, su ideal.
Hablando de Cuba. ¿Cómo es posible que viajes Cuba a arrodillarte y besarle las barbas al tirano, Raúl Alfredo Wiener Fresco? ¿No te impactó la pobreza, opresión y desesperación del pueblo cubano gobernado por el marxismo leninismo? ¿No te da vergüenza ser tan miserable de desearle lo mismo al país que te vio nacer, Raúl? Por otro lado, ¿Qué aporte puedes hacer al debate respecto a la deuda externa de los países no desarrollados tú –o el energúmeno irresponsable de Fidel Castro- que no sea negarse a pagarla?
El vetrilocuo con su escopeta de dos cañones, una para su amo el ex pp y otro para el chino rata el inberve del troll alditus u odle o ambrosio cree que el comun de los peruanos ahora se chupa el dedo, a joder a los de la DBA que les encanta estas monsergas.
Nada de “anónimo”, soy Ambrosio
Alan García Pérez es un irresponsable hiperactivo que en su primer gobierno fue un corrupto populista tercermundista, culpable de la hiperinflación, recesión; y con la ayuda de la izquierda impidieron que el FREDEMOS de Vargas Llosa llegue a la presidencia. Son por lo tanto García y la Izquierda los que le hicieron el espacio al fujimorismo: no lo olvides Raúl.
Y Alan cambió proponente de la economía de mercado en segundo gobierno. No lo hizo por convicciones liberales sino por consejo de socialistas franceses; según se puede leer en numerosos artículos que le dedicó Mirko Lauer, quien, por cierto, lo conoce más que Raúl Wiener. Mirko asegura que cambió en Europa, lugar donde pudo ver lo bien que marchaba la Unión Europea, creaba empleos y riqueza, en la economía de mercado dentro de un estado de derecho, fronteras abiertas, y dentro de los lineamientos del Banco Central Europeo. Alan escuchó los consejos de miembros del Parti Socialiste de Francia, organización que renuncio al marxismo leninismo hace mucho tiempo.
De “corrupción”, o “la práctica consistente en la utilización de las funciones y medios de aquellas en provecho, económico o de otra índole, de sus gestores”, Alan García es sospechosamente culpable. También lo es el proyecto de la Izquierda del “gran cambio” al presentarse como democrático, siendo, como sabemos totalitario en fondo y forma. A la Izquierda troglodita no le interesa fortalecer las instituciones de la democracia peruana; lo que desea es sustituirla por un totalitarismo en el cual ellos “manden”. Como en Venezuela o Cuba. Wiener dice que combate la “prensa concentrada” sin declarar por qué lo hace; en verdad él desea ser él (y sus amigos) los que estén a cargo de todos los medios, “concéntralos” en ellos, ellos los únicos que opinen e informen, como en los modelos países que admiran desde Ecuador, pasando por Venezuela, llegando a Cuba, su ideal.
Hablando de Cuba. ¿Cómo es posible que viajes Cuba a arrodillarte y besarle las barbas al tirano, Raúl Alfredo Wiener Fresco? ¿No te impactó la pobreza, opresión y desesperación del pueblo cubano gobernado por el marxismo leninismo? ¿No te da vergüenza ser tan miserable de desearle lo mismo al país que te vio nacer, Raúl? Por otro lado, ¿Qué aporte puedes hacer al debate respecto a la deuda externa de los países no desarrollados tú –o el energúmeno irresponsable de Fidel Castro- que no sea negarse a pagarla?
junio 29, 2014 9:45 a. m.
Investiguen al hijo,a la mujer y la madre del último vastago, encontraran las respuestas a sus preguntas.
Y a ti el cerebro, el colegio al que fuiste.
Qué injusticia. Cuba es el único territorio libre en América.
Dejen tranquilos a los cubanos.
Te dije que son brutos los progres.
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