Corren apuestas para saber si el ministro Piero Ghezzi y su
“plan de Diversificación Productiva”, logrará llevarlo hasta la cartera de Jr.
Junín, que parece ser el sueño de su vida, o si por el contrario seguirá el
camino de otros que osaron contradecir al señor del MEF que con la ayuda de la
señora Heredia los devolvió por donde habían venido.
Podría decirse, además, que el buen Ghezzi ganaría en
cualquiera de las dos posibilidades, ya sea llegando al único despacho con real
poder como el vencedor del invencible Castilla, o sea como expectorado por
tener la primera propuesta aparentemente alternativa a la ortodoxia de
veinticuatro años en la economía peruana.
Lo peor sería que el Plan Ghezzi sea licuado por los chicos
de Castilla y a su autor lo dejen anclado en PRODUCE, cada vez más masticado
por los grandes intereses que circundan ese ministerio. El estruendo mediático
que está acompañando al ministro hace evidente que él sabe que su mayor riesgo
es quedar invisibilizado en sus proyectos y quedar en el papel de los ministros
grises, de lo que está lleno este gobierno, y que sólo tratan de durar en el
cargo.
Una cuestión de perspectiva
El trabajo de Ghezzi es quizás más importante como ejercicio
intelectual acerca de lo que se debe hacer con el modelo económico, después de
un largo período en que se aseguraba que no había nada que discutir. Como el
economista insiste para él, las cosas han funcionado maravillosamente bien,
pero es dudoso que se mantenga al variar las condiciones internacionales de la
apertura exportadora centrada en productos extractivos y al perderse la
motivación reformista de la anterior etapa.
La tesis del Plan es que se necesita una intervención
estatal para darle una reorientación a la inversión y cambiar el orden de
prioridades. Esto conduciría a una modificación de la estructura exportadora,
con un compromiso explícito del Estado para alcanzarla. Pero como lo que se
requiere es que también los empresarios se compren el proyecto, el Plan
sostiene que a cambio del esfuerzo diversificador se les debería retribuir con
una reducción de los llamados sobrecostos que se dan en los aspectos laborales
y administrativos, y cuyo efecto sería mejorar la competitividad y
rentabilidad.
Finalmente el planteamiento sugiere que se puede tecnificar
mucho más el sistema productivo reduciendo las brechas de productividad y fortaleciendo
la formalización. Si se aprecia bien, se trata de una diversificación que
quiere recuperar algún papel del Estado en la economía, teniendo como aliado
casi exclusivo a la clase empresarial. Algo así como repetir el rollo de que el
crecimiento es lo único que sirve para todos, sólo que ahora se trata de un
crecimiento modificado, en el que nuevamente los que pagan el costo son los
trabajadores, y tal vez el fisco, el ambiente y otras variables que generan
costos eliminables.
Consensos para cambiar
Entre la década de los 70 y 90, a punta de estatizaciones
(reales o ficticias, como la de la banca en 1987); crisis económica, inflación
y paquetazos; violencia política y golpe de Estado; la clase empresarial
peruana giró del proteccionismo al liberalismo económico, especialmente en su
versión ideológica. Se han cumplido casi 24 años de este cambio de perspectiva
en torno al cual se ha fundado una sólida alianza entre el Estado neoliberal y
los gremios representativos del capital y algunas empresas grandes que actúan
como potencias singulares.
El punto es que Ghezzi quiere que esta sea la base social
para su Plan de Diversificación, lo cual supone que intente cambiarle el chip a
sus posibles interlocutores cuya filosofía actual casi se resume en resistir
cualquier cambio por demasiado riesgoso de abrir dinámicas que alteren la
estabilidad que han gozado tanto tiempo y que creen poder mantener para los
siguientes años. No es que lo que propone el ministro sea demasiado audaz, sino
que hemos tenido demasiado piloto automático por muchos años.
En el proyecto de la “Gran Transformación” que Humala llevó
a las elecciones y abandonó por el camino, la idea era que el consenso que se
buscaba debía ser mucho más amplio, que había desde medidas promercado,
protrabajo y propobres, que en conjunto generarán la cohesión social suficiente
para avanzar. Pero en el Plan Ghezzi los demás componentes de la sociedad son
casi invisibles, y lo que se discute es una sola cosa: si los empresarios se
mantienen en la línea de no hay que cambiar nada, o si se convencen que hay que
empezar a moverse porque la realidad económica que los favoreció más de dos
décadas está acabando por su dinámica interna y por el contexto que la
sostiene.
Pero esas son ideas. Y lo que impuso el neoliberalismo puro
y seco en el Perú fueron fuerzas materiales que todavía no se vislumbran al
lado de un ministro que entrena todos los días y nadie sabe para qué.
02.06.14
Publicado en Actualidad Económica Nº 4
2 comentarios:
Nada de "anónimo", soy Ambrosio.
Raúl, hablas babas. ¿Qué entiendes por "neoliberalismo"? Esta opinión tuya, además de reciclar las mismas cansada argumentación envidiosa y picona, lo único que hace palpable es que economía, economía política, y democracia son asignaturas pendientes en Raúl Alfredo Wiener Fresco.
¿En qué lugar del mundo las "nacionalizaciones" y las "estatizaciones" han creado mejores niveles de vida? Por cierto, llevaron a la poblaciones de la URRS, Cuba, China de Mao a la pobreza, totalitarismo.
¿Por qué odias a los peruanos? Sólo alguien que nos detesta nos puede desear el mal como lo haces hoy.
El Plan de Ghezzi si bien peca de falta de audacia, es un punto de partida para dar un poco de aire fresco a un modelo neoliberal que empieza a hacer agua con la reduccion del precio de los minerales.
En todo caso mejorando y fortaleciendo ese Plan se puede evitar la catástrofe tipo España a la que nos estan llevando los neoliberales.
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