En otra época, en vez de pedir referéndum, Cipriani Thorne,
hubiera convocado a sus fieles para exigir que los autores de una iniciativa como
la de la Unión Civil para parejas homosexuales, fuesen llevados a la hoguera. Porque
efectivamente hubo un tiempo en el que las diferencias con la Iglesia se
resolvían de esa manera.
Algunas personas eran homosexuales como ha habido siempre,
precisamente porque está en su naturaleza (que idiotez es esa de creer que hay
personas antinaturales, a las que se las puede enderezar a la fuerza), así como
las mujeres que no querían tener hijos recurrían clandestinamente al aborto.
Pero la jerarquía hacía como que no existía esto. Pero eso
sí, se oponía con todas sus fuerzas a que el Estado avanzara reconociendo
derechos contra lo que ellos pregonaban en los púlpitos. Durante larguísimo tiempo, la santa madre
Iglesia se opuso al matrimonio no religioso ante las autoridades civiles, como
si solo los católicos pudiesen formalizar su compromiso. Se enfrentaron al
divorcio, aún en los casos de matrimonios que no funcionaban mucho tiempo.
Le salieron al paso a la igualdad de derechos entre hombres
y mujeres. Levantaron las voces más fuertes contra todas las formas del aborto.
Y, en general, se empeñaron en modelar el Estado como si no fueran un sector
más de la sociedad sino los rectores morales de la vida de todos.
En estos días resulta gratificante leer que hay católicos y
evangélicos que apoyan la causa elemental de permitirles a las personas
homosexuales que vivan como quieran y que tengan las protecciones legales que
se les otorga al resto. Los que creen que no es ético ni va con el mensaje de
amor al prójimo, el querer ignorar la existencia de un sector de la población y
mantenerlos en marginación permanente.
Y es también valioso que hayan liberales consecuentes que en
estas materias toman distancia de los conservadores, con los que suelen tener
demasiadas aproximaciones en otros temas, y que aplican su concepto de la
libertad para los que no son como ellos. Si no quiero que nadie se meta en mi
matrimonio para decirme con quién debo o no casarme, por qué voy a querer
decirle a los homosexuales si pueden o no casarse entre ellos y tener los
derechos de otras parejas, escribe Bullard, haciendo notar que muchos
izquierdistas se han sorprendido de tener una coincidencia con él.
Y es que la verdad que está muy bien que la izquierda actual
haya asumido sin remilgos que la idea de justicia y de igualdad, también se
aplica al trato que le damos a la comunidad gay. Pero eso no siempre fue así.
Los cubanos, por ejemplo, reconocen que los primeros años de la revolución
fueron fuertemente homofóbicos. Lo importante es que rectificaron. La izquierda
peruana también está dando una muestra de apertura que se ha expresado en la
marcha de ayer.
13.04.14
2 comentarios:
Nada de “anónimo”, soy Ambrosio.
Ah, la hipocresía progresista. A la que Raúl, el neotolerante en temas sexuales (en los políticos no. Allí Raúl sigue de Comisario-Inquisidor, no faltaba más) se apunta feliz para hablar pestes de Cipriani. En su momento más deliamente Raúl desempolva las hogueras de la Edad Media. Nadie más “inquisidor” que tú, Raúl. Para ti sólo hay una verdad: la tuya. La de los demás no es válida, “defienden intereses”…
¿Son los progresistas-socialistas históricamente tolerantes?
No, mil veces no. La Religión Marxista-Leninista nunca ha sido tolerante ni lo será. La utopía que logró la friolera de más de 100 millones de muertes en el siglo XX, hoy se maquilla de “tolerante” con los gay, y apoya le “matrimonio gay”.
(A) En la URSS
“…la homosexualidad es el producto de la decadencia de las clases explotadoras, que no tienen nada que hacer [...] en una sociedad democrática fundada sobre principios sanos, no hay lugar para tales personas”. ¿Quién dijo eso? ¿El Cardenal Cipriani? No. Fue el Nikolai Krylenko, comisario del pueblo de justicia de Stalin. El artículo 121 del código penal soviético daba pena de cárcel de cinco años para actos homosexuales, agravante de hasta ocho años mediante violencia. O cárcel de trabajos forzados en los gulag, en donde los homosexuales eran golpeados y humillados.
(B) En Cuba
La homosexualidad era un delito en el Código Penal cubano desde 1963, la ley castigaba jurídicamente esa inclinación sexual. Los encerraban, los enviaban a campos de concentración de trabajo forzados; y de esta manera, con el trabajo y a patadas “se harían hombres”: frase típica del Gobierno cubano. En1988 pusieron en marcha un masivo control sanitario, buscaban los portadores el virus del Sida. En realidad el objetivo otra cacería de homosexuales que habían iniciado desde 1963.
Saludos afectuosos,
Ambrosio
Hoy únicamente los gay y los curas se quieren casar. Déjenlos, que se jodan.
Publicar un comentario