¿A García se le pasó la mano en indultar reos de su gobierno
y se le filtraron cintos de narcotraficantes de copete por esas cosas que tiene
la vida?
¿Fue acaso que sus colaboradores como Facundo Chinguel o
Pastor lo indujeron a cometer un error, cuando el buen hombre quería desocupar
las cárceles y favorecer algunos paqueteros y burriers de poca monta?
¿O es que estamos ante una alianza entre lo que fue el
gobierno aprista y organizaciones del narcotráfico internacional para liberar a
sus líderes y operadores más importantes, lo que podría ir mucho más allá que
el intercambio de libertades por dinero que sin duda también estuvo presente en
el récord mundial de indultos y conmutaciones que se estableció en los cinco
del segundo gobierno de Alan García?
Para hablar de narcoestados hay que referirse no a la mera
infiltración de los agentes de la droga en determinadas esferas del poder como
lo había logrado “el padrino” en la primera mitad de la década de los 80, cuando
reclutó a algunos de los jefes policiales encargados de perseguirlo y extendió
sus tentáculos hasta el viceministerio del Interior. Fue una audacia increíble
que se descubrió de manera fortuita por la explosión de un laboratorio de cocaína en pleno distrito de
San Borja.
El joven presidente Alan García que acababa de jurar al
inicio de su primer gobierno tomo un aire de castigador de funcionarios y
policías corruptos y de paso quitarse el baldón que todavía recaía sobre el
partido aprista por las revelaciones de los nexos de miembros de la cúpula con
el narcotraficante Carlos Langberg que había pagado el recate de la casa de
Haya de La Torre en Vitarte y costeado otras necesidades económicas de la
organización.
El caso de “el Padrino”, salpicó al belaúndismo cuando ya
estaba de salida. Como años después el propio García sentiría la pegada por el
destape del caso Del Pomar en 1988, en el que el diputado aprista resultó
intervenido en Alemania al querer cobrar un cheque de un conocido
narcotraficante, Manuel García Montes, por
un monto de 180 mil dólares. García reaccionó de la misma forma en que volvería
a hacerlo con Mantilla en 1991 o Rómulo León en el 2008, apabullando a su
compañero de partido con insultos y presiones para encarcelarlo y silenciarlo
tratando de dar a entender en cada caso que no sólo no tenía que ver con los
hechos denunciados sino que los implicados habían actuado así para
perjudicarlo.
Montesinos y Fujimori
Al futuro autogolpista lo copó Montesinos en el camino a la
segunda vuelta de 1990 y le hizo sentir muy rápidamente que era un habilidoso
resolvedor de problemas que es lo que más le gusta a los presidente inexpertos.
Cuando todavía era presidente electo, el “chino” empezó a recibir señales que
el asesor que había tomado a su servicio era abogado de bandas de
narcotraficantes. El presidente del Comando Conjunto, el almirante Panizo le
hizo llegar un legajo con las actividades del abogado y capitán en retiro del
Ejército, que lo ligaban con la fuga de jefes narcos detenidos entre ellos el
famoso capo colombiano Evaristo Porras Ardila al que se le mentaba como enlace
de Pablo Escobar y el cartel de Medellín con las mafias peruanas.
La respuesta le llegó al marino el 28 de julio por la mañana
cuando Fujimori se alistaba para su juramentación en la forma de una resolución
que lo pasaba al retiro. Montesinos había ganado la última batalla antes de
convertirse en componente fundamental del gobierno en familia de los años 90.
Vladimiro fue también abogado de los policías de alta graduación del caso
Rodríguez López, “el padrino”, a los que extrajo del caso con argucias que
luego las convertiría en “métodos de inteligencia” cuando se convirtió en
todopoderoso.
Durante el gobierno de Fujimori se contaba que los narcos se
asociaban con los militares en las zonas de la selva, que también eran áreas en
emergencia militar, y que permitían el aterrizaje y despegue de avionetas que
recogían la droga para llevarla a Colombia y otros lugares. Una versión nunca
desmentida lo suficiente, indicaba que el general Hermoza, jefe del ejército y
“general victorioso”, al decir de Fujimori, iba a visitar sus tropas en el
Huallaga y en otras zonas cocaleras con una maleta vacía que regresaba llena
con el dinero de los cupos. En el juicio que se le siguió por corrupto y
asesino, el general aceptó ser coimero en la compra de armamentos pero no
narco, para reducir su pena.
En 1996, Demetrio Chávez Peñaherrera “Vaticano”,
narcotraficante confeso del distrito de Campanilla en el alto Huallaga, destapó
el asunto de los cupos y puso en el centro al asesor Montesinos como el que le
enviaba emisarios a cobrar 50 mil dólares mensuales para permitirle operar el
aeropuerto desde el que se movía la droga. Los que estaban en la sala de
audiencias en que se escucharon sus palabras, creyeron que ese era el fin del
poder del Doc y que el gobierno no podría protegerlo. Pero lo protegieron una
vez más. A Vaticano lo anularon con una sustancia que eliminó sus reflejos y
capacidad de responder ante la justicia, y toda la mancha de las Martha Chávez,
Salgado, Nélida Colán y el propio presidente le renovaron su confianza.
El mismo año 96, se descubrieron 170 kilos en el avión
presidencial, que se preparaba para iniciar un vuelo secreto a Rusia, y llevaba
entre su tripulación a uno de los edecanes de Fujimori. Supuestamente el avión
debía llevar motores y equipos bélicos para mantenimiento, pero era aprovechado
para un pase de droga. Nunca se supo hasta donde llegaban las
responsabilidades. Los oficiales fueron exculpados, nadie aclaró de quién era
la mercancía, tampoco el destinatario. Todo se cubrió de misterio. Mucho más
porque nunca se supo cuantos de estos vuelos ya se habían realizado, cómo no se
aclaró el número de “Vaticanos” que cumplían con su cupo para Montesinos, los
jefes militares y la familia Fujimori.
¿Fue el Perú un narcoestado con Fujimori? Esto es algo que
nunca terminará de discutirse. Lo cierto
es que los narcos penetraron en alto grado el Estado y que las autoridades se
involucraron en el negocio.
Situación actual
Y volvemos al principio para decir que si alguien no puede
ser considerado ingenuo o influenciable, ese es García. La tremenda movida
hacia el Poder Judicial que en buena cuenta ha prohibido investigarlo y usar
sus propias declaraciones auto-incriminatorias para resolver lo que pasó con
los narcoindultos y narcoconmutaciones, indica que otra vez estamos ante la
orden de no mirar, no indagar, no discutir. Tapar lo ocurrido, hasta que la
próxima vez vuelva a aflorar la profunda bolsa de materia descompuesta que está
creciendo en el Estado peruano.
06.04.14
2 comentarios:
Raúl prometía el tema "narcotráfico y la política en el Perú". No. No lo era . Era otra columna de odio a Fujimotesinosalan.
Terminas por escribir lo mismo, Raúl.
Ambrosio.
Ambrosio no se si sufres de dislexia, pero la relación narcos con el poder político en el Perú en los últimos 30 años está clarísima en el artículo.
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