Faltaban tres semanas para la primera vuelta de 1990 y en un
país saturado por la propaganda del FREDEMO de Vargas Llosa, donde parecía que
cada aspirante al congreso por este frente derechista estaba invirtiendo más
que cualquiera de los aspirantes presidenciales de otras listas, me cruce de
pronto con un cartel con la imagen de un hombre sonriente, de rasgos
orientales, con anteojos de profesor universitario, acompañado de una simple
frase: “Honradez, Tecnología y Trabajo”.
Mi hija, que me acompañaba en mi viejo Volkswagen, me
preguntó de súbito: ¿y quién es ese chinito? No me esperaba tener que explicar
a una niña de doce años las complejidades de la política, pero le dije casi
como resumen: es uno de esos candidatos que se presentan a las elecciones
sabiendo que no van a ganar, a ver si consiguen elegirse como parlamentarios.
Hasta esa elección, el sistema peruano permitía postular en simultáneo a la
presidencia y el Congreso. ¿Pero de
dónde ha salido, qué es lo que ha hecho antes?, fue la siguiente interrogante.
No sé, pero siempre hay locos que quieren ser presidentes.
Pasaron unos días y se llegó a la fecha de prohibición de la
divulgación de las encuestas y lo que se sabía era que la invencible candidatura
del escritor se había empezado a estancar y era dudoso que pudiera vencer en
primera vuelta, como había sido su proyecto original, que se resumía en una de
las frases favoritas de Vargas Llosa: “pido un mandato claro para hacer los
cambios”. Parecía que había un cansancio frente a esa sensación de ganador
anticipado que ya se cree gobierno y sobre todo ante el despliegue insolente de
ricachones que competían dentro de su misma lista, creyendo que los electores
premiarían al que más avisos pusiera en los medios y llenara las calles con el
mayor número de carteles.
Estaba preparando la edición de la revista Amauta, de la que
era director y para esos momentos ya todos habíamos escuchado de que había un
candidato de los chicos que estaba subiendo en apoyo popular. Era el “chinito”
del cartel que se movía en tractor cada vez que llegaba a un pueblo de
provincias y lograba convocar movilizaciones entre la gente más pobre que iban
causando sorpresas. Se decía que ya andaba por el cuarto puesto, a punto de alcanzar
al poco entusiasmante postulante de la Izquierda Unida, Henry Pease, y habiendo
superado ya a un rezagado Alfonso Barrantes. La división de la izquierda estaba
pasando su factura.
Entonces recibí una llamada telefónica de Javier Diez
Canseco desde Puno diciéndome: Raúl, lo del chino va en serio, hay que hacer
algo para detenerlo, saca cualquier cosa en su contra en la revista. Pero, ¿qué
podía hacer yo con una publicación semanal de 5 mil ejemplares, en medio de una
situación en la que la gente se inventaba cosas como es japonés y traerá plata
de ese país; es ingeniero, o sea trabajador; es profesor universitario, lo que
significa que está preparado; está acompañado de evangelistas y pequeños
empresarios, quiere decir que es honesto; no va a hacer el shock; etc.? Había
una corriente a favor de un candidato nuevo, fuera de los partidos y
alternativo al inmenso armatoste del escritor.
No se puede hacer nada, Javier, le contesté. Las cosas van a
ser como ya se están definiendo. Al día siguiente, me visitó Pedro Francke y
conversamos de las elecciones. Y su apreciación era categórica: gana FREDEMO
con menos del 50%, segundo queda el APRA y la izquierda termina tercera. Eso de
Fujimori es mucho menos de lo que se cree y sonrió. Yo tampoco tenía algo con
que discutir el realismo de Pedro, y me limité a especular sobre la posibilidad
de que la izquierda fuera superada por el fenómeno político que se estaba
produciendo, lo que iba a agregar ridículo a la derrota de la desunión. Pero,
seguro que había razón en creer que al hombre del tractor no le alcanzaría el
tiempo ni las ilusiones de sus simpatizantes para desplazar al APRA.
La elección
El 8 de abril de 1990, los peruanos fuimos a votar en
primera vuelta en unas elecciones cargadas de elementos fuera de lo común: (a)
una candidatura ampliamente favorita, que tenía toda la atención y apoyo de los
medios, que anunciaba una larga y sacrificada marcha para superar la crisis
pero que hacía alardes de poder económico, como si sus dirigentes no estuvieran
sufriendo lo que sufrían el resto de los peruanos; (b) un gobierno de salida
que tenía un candidato propio (Alva Castro), al que no le prestaba mayor
atención y que estaba metido en un complot para inflar la candidatura sorpresa
de Fujimori en contra de Vargas Llosa, que andaba por las acalles diciendo que
enviaría a Alan García a la cárcel; (c) un electorado que se iba moviendo en
sus preferencias hasta el último día, pasándose la voz de que había un chinito
japonés que podía ganar las elecciones; (d) Sendero Luminoso que anunciaba
“paros armados” en diversas provincias para boicotear las elecciones.
Hacia las 5 de la tarde se tenía un resultado que iba a
marcar historia. El FREDEMO de Mario Vargas Llosa había quedado muy por debajo
de su aspiración de ganar en la vuelta inicial, superando apenas el 30% y
Fujimori quedaba a dos o tres puntos, según las primeras encuestas, con el APRA
alrededor del 20% y las izquierdas debajo del 10%. Nunca había ocurrido algo
como esto. Que se supiera, ni en el Perú, ni en ninguna otra parte del mundo.
Las cifras oficiales comunicadas al día siguiente serían aún más
desconcertantes: (a) FREDEMO, 27.6% de los votos válidos, la candidatura más
potente de las derechas de toda nuestra historia apenas si había superado en
8.6% la peor de las performances de Acción Popular y PPC, cinco años antes,
cuando sumados eran 19%, ahora como aliados del escritor estaban a menos de la
mitad de lo que fueron en 1980, cuando ganaron el gobierno; (b) Fujimori, el
candidato de la nada, sin partido, sin programa, sin historia, tenía 24.6%, y
enormes posibilidades de arrastrar el voto del APRA, la izquierda y otras
formaciones menores que estaban muy enfrentadas con la derecha; (c) el APRA,
con 19%, que había perdido casi treinta puntos desde la victoria de Alan García
en 1985, pero aún así seguía siendo un quinto del electorado, después de la
hiperinflación, la corrupción y la violencia con la que se despedía del
gobierno; (d)Izquierda Unida de Pease con 7% e Izquierda Socialista con 4%,
habían caído verticalmente desde el 26% que obtuvieron en 1985, y eso apenas a
un año del gran Congreso de Huampaní cuando parecía que serían los rivales de
Vargas Llosa.
El primer novelista del Perú, el personaje que se había
metido a la política para salvar al Perú, el que había derrotado en las calles
el intento de estatizar la banca, no había podido arrasar en las elecciones
como se pensaba, ante un APRA desgastada y una izquierda dividida, por la
presencia de un tipo en un tractor que sonreía casi sin sentido y que dejaba
que corrieran las más increíbles leyendas sobre su persona. Y lo más trágico,
no había forma de que el casi 25% que le faltaba al FREDEMO para ser mayoría en
el país se consiguiera de las votaciones de los otros partidos. Discutiendo
sobre la situación creada, los estrategas de la derecha dentro de los cuales
habían arias luminarias internacionales, desecharon cualquier apertura hacia el
APRA o la izquierda, y establecieron que el blanco de su mensaje debían ser los
propios votantes de Fujimori, que se presumía eran volátiles ya que habían
optado en los días anteriores de las elecciones.
Pero esta estrategia suponía un cambio dramático en los
énfasis de la candidatura, que después de la soberbia de primera vuelta
reflejada en el mensaje de que el FREDEMO tenía todas las soluciones y que
estas eran eminentemente tecnocráticas y frías, se transformó en un populismo
desesperado que llevó a una campaña de pobres, con programas asistenciales
pagados con el dinero que recaudaban de las empresas. De pronto, el escritor y las damas de la campaña aparecieron en los
barrios marginales explicando que su gobierno los protegería de la crisis y los
ajustes, con una fuerte inversión social. La otra parte de la respuesta era
demoler al candidato de Cambio 90, con datos sobre los aspectos oscuros de su
vida: pago de tributos, bienes de origen dudoso, cercanías con el APRA, etc.
Inaugurábamos el estilo de destrucción de opositores que luego Fujimori usaría
contra otros y que la derecha emplearía contra Humala y Susana Villarán.
Entretanto, el “chino” ya se había apropiado de ese inexacto
gentilicio (era hijo de japoneses) y desarrollaba una campaña de identificación
con los popular que incidía en una supuesta semejanza entre un rector
universitario, hijo de migrantes y de ida
acomodada, con el pueblo empobrecido que se ganaba la vida como fuese. La
estrategia elemental era trasmitir que los chinitos eran como los cholitos, y
que los profesores de la universidad eran como cualquiera de los trabajadores
dependientes de un salario. Los partidos que habían quedado fuera de carrera
discutían si apoyar a Fujimori o abstenerse (ninguno imaginaba otorgar su voto
a la derecha), pero en las bases ya había una corrida de votos hacia el
candidato sorpresa y un entusiasmo por estar ganándole a los ricos.
En el Perú parecían estar ocurriendo movimientos de capas
tectónicas. Se enfrentaban evangélicos contra católicos, con los primero
cuestionando los privilegios de la Iglesia de Roma, y los segundos sacando al
Señor de los Milagros fuera de fecha para que ayudara a ganar al agnóstico
Vargas Llosa. Se desataba una subcampaña racista y chovinista sobre el origen
étnico de Fujimori y su falta de raíces familiares en el Perú, que subieron
tanto de tono que Mario Vargas Llosa tuvo que frenarlas directamente.
Se hablaba de golpe de Estado si ganaba el “chino” y
Montesinos aprovechó el rumor para convertirse en el contacto entre el Servicio
de Inteligencia y el candidato, para proveerle de información clasificada
verdadera o falsa, que influía sobre Fujimori. Hubo un debate televisado que
aparentemente resolvería la elección al mostrar la superioridad intelectual del
escritor sobre el profesor improvisado de político que no tenía casi nada para
ofrecer. Y efectivamente, ese encuentro en el Centro Cívico de Lima, fue un
match entre un Fujimori que evitaba perder y un señor Vargas (así lo trató su
rival), que no lograba ganar. Esa noche se cerró con un blufazo del “chino”
mostrando una edición del diario Ojo que nunca hubo que se suponía ya estaba impresa
antes del debate, dando por vencedor a Vargas Llosa, que no supo qué responder.
Segunda vuelta
La votación del 10 de junio, zanjó toda la disputa. Fujimori
había alcanzado 57% de los votos y Vargas Llosa el 33.5%. El “chino” había
ascendido 22 puntos y el escritor sólo cinco. Los votos en blanco y viciados se
habían reducido a menos del 10% y se podía concluir que de allí era que el
FREDEMO había alimentado su escaso crecimiento. Era evidente que Fujimori se
había engullido los votos de la izquierda y el APRA, sin llegar a acuerdos con
ellos y sin deberles nada. Dos años después les daría un golpe de Estado y
declararía que los partidos eran los únicos culpables de la crisis.
Pero antes que eso Fujimori inauguraría un modo de dirigir
el poder que luego volveríamos a presencias más adelante. Antes de juramentar ya
había despedido a todo el equipo de asesores que le ayudó a armar a toda
velocidad un plan de gobierno y ofrecer un perfil propio en las elecciones, y
había con la ayuda de Hernando de Soto hecho contacto con los organismos
financieros internacionales para que le dieran elaboraran una terna de
ministros de Economía que vinieran a hacerse cargo de la crisis. El chinito
sonriente del no shock, lanzó el 8 de
agosto, a diez días de haberse puesto la banda presidencial, un supershock como
no se conocía en el mundo. Vargas Llosa ya estaba fuera del país y debió haber
leído esta noticia en los periódicos.
13.04.14
4 comentarios:
Nada de “anónimo”, soy Ambrosio.
Como tu lector te recomiendo que escribas artículos como este. Muy bien, te vi en el WV, con tu hija, intentando explicarle al ingeniero Fujimori. El mejor Raúl, en buen español, tu buena prosa presente en "¿Cómo ganó Fujimori las elecciones en 1990?"
.Por supuesto que no reportas del todo, sueltas uno que otro sermoncito; inevitable en ti. No puedes con tu genio.
Lo que no dices es que, tú, Raúl, votaste por el “Chino”, espantado ante el maligno “gobierno de derechas”, según la superstición de moda entre tus amigos. El Perú, debido a gente como tú, Alan García y tu Uncle George, tres votantes del “Chino” en segunda vuelta, el proyecto liberal de FREDEMO, rigurosamente democrático, no se puso en práctica. Y hubo el autogolpe.
Saludos afectuosos,
Ambrosio
Muy interesante. Pude percibir la expectativa de las personas en esa campaña electoral. La gente ya estaba harta de los políticos tradicionales de partidos que no hacían nada. Pero, así como la derecha no es sinónimo de democracia, tampoco lo es un candidato que dice ser de otra tendencia.
Soy Alfredo ....
Yo, tenia 14 años en esos años 90, vi como sucedieron las cosas y en el transcurso del primer periodo de Fujimori obtuve el derecho de ciudadano, con la capacidad de un análisis crítico de la situación política del Perú, entonces puedo afirmar lo siguiente: Que, Hasta el momento fue el mejor presidente del Perú, las grandes obras que realizó fueron, derrotar al terrorismo, estabilizar la economía, frenar la inflación, modernizar y tecnificar la agricultura, la construcción de colegios, la construcción de la panamericana del sur, etc. Lo que los gobernantes después de él simplemente han continuado y que ahora podemos decir que si hubo crecimiento económico hasta la fecha, pero tuvo que ser necesario las acciones del Presidente Fujimori tomadas en ese entonces.
En 1990 yo tenia 10 años de edad, pero en mi hogar vivian mas adultos que jovenes y se hablaba del candidato sorpresa, en ese año no se usaba la palabra "outsider".
Fujimori HIZO MUCHAS COSAS BUENAS Y POCAS MALAS, gracias a su gobierno los PERROS de Toledo y Humala han tenido base para argumentar sus "logros y avances"
Tecnicamente hablando Fujimori RESETEO al Perú.
Era DOLOROSAMENTE NECESARIO Y URGENTE, un fujishock, un golpe de estado, un nuevo codigo penal civil y una nueva constitucion para poder recien comenzar a REFORMAR EN VERDAD Y RECONSTRUIR AL PERU.
Toledo termino varias obras que Fujimori dejo a la mitad.
Alan termino lo que Toledo dejo a la mitad y emprendio nuevas obras.
Humala EMBARRO lo bueno que Fujimori, Toledo y Alan hicieron.
A Humala ya no le importa nada,le da igual todo, solo cumple por cumplir,
HUMALA YA TIENE PREPARADA SU FUGA DEL PAIS Y SOLICITARA ASILO POLITCO EN FRANCIA, OBJETANDO QUE ES PERSEGUIDO POLITICO
*NO OLVIDEN: los asiaticos son super vengativos tanto a nivel personal como familiar.
Mis saludos y felcitaciones a don Alfredo Mamani Cornejo por su excelente comentario.
Hasta luego.
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