“El mundo era tan reciente, que muchas cosas
carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo…”
Efectivamente el mundo, cuando leí “Cien años de soledad”, cambió tanto para mí
que para describirlo no encontraba las palabras.
Mi vida era
entonces demasiado reciente y no sabía que, desde siempre, la literatura fue
una tentativa de construir realidades paralelas a las existentes que hicieran
que los lectores se convirtieran en parte de un segundo mundo al que no pertenecían.
Por eso fui por
mucho tiempo habitante de Macondo y me asocié al submundo de los Aurelianos,
porque la verdad me sentía lejano al sentido práctico de los José Arcadio, y en
toda mujer que entraba a la madurez vi algo de Úrsula Iguarán, empezando por mi
madre, sin la cual mi casa se hubiera caído varias veces.
Mi familia se
bromeaba porque era capaz de repetir páginas enteras del libro casi sin
equivocarme y porque intentaba explicar asuntos cotidianos refiriéndolos a la
novela. La interminable perorata de Fernanda del Carpio sobre su marido, que
termina en una destrucción meticulosa de la vajilla y los bienes de la casa, me
servía por ejemplo para prevenir las consecuencias de los sermones que uno
recibe a cada rato y en algún momento le rompen la paciencia.
Amaranta echando
fuera al italiano que después se suicidaría, justo en el momento en que el
tipo había empezado a fijarse en ella, me parecía la ilustración de lo que era
el capricho femenino llevado hasta las últimas consecuencias. La muerte
misteriosa de José Arcadio, me decía que uno no puede saber lo que hay guardado
en el corazón de una mujer rencorosa.
Era como si haber
leído tantas veces las mismas páginas me hubiese ahorrado tener que vivir
muchas vidas. Y cuando escuchaba a Vargas Llosa decir que la novela es
una especie de mentira con licencia, me rebelaba, porque con García Márquez yo
me sentía totalmente en la realidad.
Y mi realidad era
que lo que Gabo había dejado en mi, y que se escapaba en lo que yo escribía y
en lo que hablaba. Si quieren, eso que llaman real-maravilloso era lo
maravillosamente real de sentirse parte de una cultura que es nuestra en
Colombia, Perú o cualquier parte de este subcontinente que fundaron Bolívar,
Gabo, Fidel y otros.
La muerte decía Gabriel
García Márquez sólo es lamentable en el sentido de que no se muere de amor. En
mi familia hay luto, como en muchísimos hogares latinoamericanos y del mundo.
Claro que lo que deberíamos es estar contentos de haber tenido a Gabo entre
nosotros. Gracias a ello podemos volver a leer sus libros, sentir que ha sido
nuestro contemporáneo y en mi caso que, aunque fue de lejos, logré verlo y
oírlo dos veces una en Lima y otra en La Habana.
Hubiera querido acercarme. Pero no
lo hice. Me di cuenta que ya lo tenía en el corazón y era suficiente.
19.04.14
1 comentario:
Nada de “anónimo”, soy Ambrosio.
En un artículo que le sale del corazón, en el que impreca (otra vez y equívocamente) a Vargas Llosa por decir, acertadamente, que una novela es “una especie de mentira con licencia”, don Raúl Alfredo Wiener Fresco se miente, y nos miente, afirmando que Iberoamérica es un subcontinente “que fundaron Bolívar, Gabo, Fidel y otros”.
Fundar es “edificar materialmente una ciudad, un colegio, un hospital”. El primero de los fundadores es Bolívar. El caraqueño Simón desde el punto de vista peruano es fatal: desmembró el Perú, se apropió de la provincia de Guayaquil para la Gran Colombia. No contento con eso, continuó con su odio a los peruanos, y cercenó el Alto Perú, y le puso su nombre: Bolivia, y se lo regaló a su favorito para que sea dictador. ¿Qué fundó ese tipo en el Perú? El Alto Perú no se recupera de haberse separado del Perú, hoy está en manos de un incapaz llamado Evo Morales. Y de Fidel Castro Ruz no sé por dónde empezar. Ese miserable, dictador racista, que se robó un país próspero para jugar al comunista en él, es una vergüenza que la Izquierda no democrática de lo tenga en los altares. ¡Basta de mentiras! Cuba en 1959 tenía en per cápita de Argentina; hoy, convertido en una monarquía comunista, es una isla pobre, atrasada, con un per cápita algo más superior a Haití, y que se sostiene gracias al robo sistemático del patrimonio de los venezolanos.
Comparto los buenos recuerdos de don Raúl respecto a “Cien años de soledad”.
Sin embargo encuentro personalmente superior “Crónica de una muerte anunciada”, “El amor en los tiempos de cólera”, y “El otoño de patriarca”. La última, “El otoño de patriarca” es la novela de denuncia del mitológico dictador sudamericano, novela que Gabo renegó para que su amigo, Fidel castro Ruz, el patriarca que no se muere nunca, lo siga recibiendo. Para vergüenza, Gabo prefirió ser “mejor amigo” de Fidel…
Unas citas de la relevancia del “Otoño”.
…gobernaba como si se supiera predestinado a no morirse jamás.
…nadie le había dicho nunca lo que piensa de veras sino todos le dicen lo que saben que usted quiere oír…
…, abrió la ventana del mar por si acaso descubría una luz nueva para entender el embrollo que le habían contado, y vio al acorazado de siempre que los infantes de marina habían abandonado en el muelle, y más allá del acorazado, fondeadas en el mar tenebroso, vio las tres carabelas.
Gabriel García Márquez, El otoño del patriarca
Saludos afectuosos,
Ambrosio
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