El ministro
Pedraza se ha lavado nuevamente las manos por la elección como presidente del
Consejo Supremo de Justicia Militar, de un general con los peores antecedentes
de la justicia militarista del período de Fujimori: encubrimiento de
Montesinos, Hermoza y el grupo Colina; exculpación de los responsables de la
corrupta compra de armamentos; suscripción del Acta de Sujeción a Montesinos;
entre otras bellezas; y ha dicho que el gobierno solo destituyó al anterior presidente
lo que está dentro de sus funciones, pero la Sala Plena lo reemplazó por Hugo
Pow Sang, lo que ya no es su problema.
Tremenda roca,
por supuesto, porque con igual criterio y estudiando el escenario, el gobierno
pudo haber hecho una apreciación previa sobre los posibles reemplazos del
saliente y ahorrarse el papelón de haberle abierto la puerta a quién consideró
que el grupo Colina no existía y tampoco el “plan ambulante” que fue la base
para la matanza de barrios altos y que dijo, finalmente, en su Informe de
auditoría que Martin Rivas, Pichilingue, Sosa y otros eran personal
administrativo del Servicio de Inteligencia que no podían haber estado
involucrados en los asesinatos. Unos meses después el gobierno de Fujimori
ordenaría procesar sumariamente a los Colina y los condenaría prácticamente sin
proceso para salvar la cara del régimen que un año después les daría amnistía.
Y Pow Sang siguió de lo más tranquilo.
Así otra vez
estamos ante la evidencia de que unas Fuerzas Armadas que nunca fueron depuradas
seriamente de los efectos de su degeneración montesinista (contra la que se
supone se levantaron los Humala en Locumba), da como inevitable producto que un
gobierno que pretende saber más que nadie de sobre militares se tropiece a cada
rato con el pasado que está impregnado en las líneas de sucesión institucional.
De paso además lo que ocurre en la llamada Justicia Militar, ha resultado
coincidente con otra resucitación inesperada en plena campaña de revocatoria en
la ciudad de Lima y es que cuando nadie se lo esperaba don Agustín Mantilla
decidió decir esta boca es mía y se mandó a favor del Sí como si quisiera un
lugar justo a Marco Turbio, Alan García, Castañeda y Aldo M.
Entonces el país
ha tenido que recordar que don Agustín no sólo es el que recibió 30 mil dólares
de manos de Montesinos para la campaña del APRA del año 2000, cuyas secretos
los guarda como militante disciplinado luego de haber pasado varios años en la
cárcel, sino que también fue el jefe y organizador del llamado Comando Rodrigo
Franco, antecedente del Colina. Ya el destaque de la exministra Nidia Vílchez a
la campaña del Sí, había hecho recordar que esta estructura siniestra existió y
que tuvo integrantes que andan impunes por la calle. Pero Mantilla está en
pleno proceso, respondiendo ante el juez y los fiscales por crímenes bien
concretos.
Todo esto hace
ver que á los problemas con la historia y al posible “negacionismo” senderista
por lo que ocurrió en los 80 y 90 que parece obsesionar al gobierno de Humala y
a la derecha criolla, se le suma el “olvidacionismo” que se está haciendo de
los escuadrones de la muerte que operaron en el Perú en ese mismo tiempo y los
escalones del Estado y la Justicia que hicieron lo posible por protegerlos. Es
muy grave que el gobierno no distinga a los militares que justificaron las
operaciones encubiertas. Y que el grupo revocador tampoco tenga reparos de
tener como voceros a personas con las manos manchadas de sangre.
25.01.13
1 comentario:
Me ha encantado leer este comentario. Agradezco sinceramente la aportación. Un saludo y mucho ánimo.
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