sábado, enero 26, 2013

Morir en Uchuraccay


Muy sentida y diría que honesta nota de Gustavo Gorriti en el último Caretas.  Con todos los recuerdos a flor de piel y los archivos a la mano el periodista recuerda el viaje que la revista hizo en un helicóptero hacia la zona de Huaychao, en las altura de Iquicha en Huanta, el día 27 de enero de 1983, siguiendo, sin saber, la ruta que por tierra habían recorrido el día anterior los periodistas que también querían llegar a la misma comunidad de donde habían venido las noticias de la ejecución de siete senderistas por los comuneros que les habían declarado la guerra y que en el camino resultaron muertos en la zona de Uchuraccay.

Es verdad que en medio de las pasiones desatadas se dijo que la preferencia del general Noel por la revista obligó al peligroso recorrido terrestre, pero lo más probable es que Mendívil, de la Piniella, Gavilán y los otros decidieran ir por su cuenta, sin soporte militar, porque lo que tenían era precisamente una clara desconfianza en la versión de los militares que el gobierno había asumido como propia el domingo anterior. En sólo tres semanas del ingreso de los militares a la guerra ayacuchana, las comunidades decidían eliminar a los subversivos que circulaban por sus territorios, lo que significaba que en muy poco tiempo Sendero Luminoso sería erradicado.

Caretas, por cierto, tendía a asumir la visión del gobierno, con el que simpatizaba. La prensa que discutía las implicancias de la militarización del conflicto buscaba asegurar su independencia respecto al nuevo Comando Político Militar de la Zona de Emergencia.  En Uchuraccay comienza en realidad una etapa de difíciles relaciones entre el periodismo y los militares que tuvo varias víctimas notables en Ayacucho y otras partes del país. Por eso la teoría de la confusión siempre tuvo serios límites y se convirtió casi en encubridora dentro del Informe de la Comisión Vargas Llosa.

Las fotos que Willy Retto tomó antes de morir y que son emblemas del coraje periodístico, mostraron un diálogo previo entre comuneros y hombres de prensa que se rompe y se convierte en violencia. A los ocho periodistas los matan cuando no eran ningún peligro para sus atacantes, que los tenían dominados. Al guía y a un comunero que se opuso a la matanza, los eliminan después, con total conciencia de lo que estaban haciendo. Ahí la pregunta es si esta acción brutal  era propia de una confusión, de un estado alterado o de una decisión precisa.

Y es en este punto en que se entra al rol de los militares: ¿sabían que los periodistas estaban caminando hacia la muerte?, ¿estaban cerca de los hechos de violencia como para influir en ellos?, ¿administraron el proceso para hacer saber la noticia? Lo cierto en todo esto es que la sangre de Uchuraccay acabó con las pretensiones de una prensa actuando con libertad y revelando la verdad de lo que estaba pasando. Para algunos medios esto fue un cómodo pase a voceros de la versión oficial. Para otros el desafío se agrandó y se situó entre la vida y la muerte.

26.01.13
www.rwiener.blogspot.com

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