Difícil tomarse demasiado en
serio una encuesta de CPI, siempre tan adaptada a las necesidades políticas de
algún sector, pero de todos modos hay algunos datos en su visión del gobierno y
del Congreso publicadas el día de ayer que ayudan al debate político. De un
lado la encuestadora muestra un presidente en significativo ascenso de
popularidad entre noviembre y enero (de 46.8% a 52.2%), con un espectacular
incremento en Lima Metropolitana de 49% a 58.1% (casi diez puntos). Pero lo interesante
es que el apoyo provinciano mejora sólo de 44.1% a 45%, y la desaprobación en
el interior del país apenas se mueve de 44.6% a 44.5%.
De otro lado el Congreso se
derrumba en el mismo lapso de un apoyo de 21.4% a 12.2%, mientras que la
desaprobación pasa de 60.5% a 77.4% (ni más ni menos que 17 puntos
adicionales). Respecto al aumento del bono de representación la desaprobación
del Perú urbano, según CPI, llega hasta 91.7%, la de Lima a 94.6% y en el
interior a 88.1%, que la propia encuesta imputa a un segmento de desinformación
(10.6%)
¿Qué se podría deducir de
todo esto? Primero, que deberían quedar pocas dudas que las curvas de ascenso y
descenso de Humala están asociadas no a grandes decisiones (ninguna ha sido
tomada en estos meses), sino a las temporadas de relativa estabilidad social
por el descenso de los conflictos sociales (hasta noviembre se vivió una ola de
huelgas que luego cesó, hasta ahora), unida a la situación de elevación de
consumo y amplio crédito que se ha percibido a fin de año, especialmente en la
ciudad capital.
Segundo, que la limeñización
del apoyo presidencial es una verdadera gran transformación de Humala en su
papel de presidente, respecto al candidato que venció en las urnas con el
respaldo compacto de las provincias. Donde está ahora Humala en términos
geográficos, es donde estaba Keiko en el 2011, y la ausencia de análisis por
segmentos sociales dificulta apreciar lo que ya han dicho otras encuestas: que
son los sectores A-B, los que más aplauden a Ollanta en estos momentos, y que
la mayor desaprobación la recibe de los niveles C-D-E, que antes fueron su
fuerza de victoria. Una cosa notable es, además, que el gobierno cuyo supuesto
“aporte” son los programas para pobres considerado por CPI como la segunda
razón de aprobación del gobierno (otras encuestas lo dan como primera) sea el
engreído de Lima, donde tales programas casi no existen.
Tercero, me atrevo a decir
que el objeto de la encuesta y sus contratantes, es oponer ascenso presidencial
versus caída del Congreso. La idea que se sugiere es que el Perú se queda con
Humala y desecha a los otorongos, como si ambos no fueran parte de la misma
crisis de credibilidad del Estado. Cierto que los congresistas se hicieron un
harakiri profundo con el llamado aumentazo y que Ollanta tomó distancia de
ellos, a pesar de permitir algunos supersueldos en el ámbito del Ejecutivo.
Pero ahora el tema que viene es qué va a pasar si en los meses y años
siguientes esta brecha se profundiza como podría sugerirse por la encuesta.
¿Qué sería un presidente entre 50 y 60 de aprobación, versus un Congreso debajo
del 10%?
Claro, pero ahí nos olvidamos
que la temporada de paz social va a acabar en cierto tiempo y que las amenazas
sobre la economía son variadas y peligrosas. Entonces el Ollanta teflón puede
empezar a perder terreno. Nadie espera sin embargo que el Congreso levante
cabeza. La crisis política puede venir fuerte, debajo de las cifras casi
risueñas de CPI.
10.01.13
www-rwiener.blogspot.com
No hay comentarios.:
Publicar un comentario