Humberto Campodónico está convencido que quién mejor captó el dramatismo de su salida de la presidencia de Petroperú fue el caricaturista Carlín, que lo dibuja entregando los documentos finales para las inversiones de la empresa, a Ollanta Humala mientras éste aprieta un botón para que se abra una trampa en el piso y lo despide diciéndole “grass…”, que ni siquiera llega a ser gracias.
Todavía queda, sin embargo, por resolver si lo que hizo el presidente de la petrolera estatal en año y medio: concluir los estudios para la modernización de la Refinería de Talara y asegurar el lote 64 en la selva norte para el retorno de Petroperú a la explotación de pozos petroleros (así como anticipar otros compromisos de inversión en hidrocarburos), seguirá adelante como ha anunciado el nuevo directorio o vendrán tiempos distintos bajo la dirección de personas que no simpatizan con la actividad empresarial del Estado.
Es evidente que Campodónico vivió en sobresalto el período de poco más de un año que media desde la renuncia del gabinete Lerner y la aceptación de la carta de renuncia que el ministro Merino le pidió en el último diciembre. La salida de la izquierda del gobierno lo dejó sólo en su puesto, sostenido en una ambigua voluntad presidencial, mientras el ministro Merino parecía jugar una partida propia para quedarse con las empresas del sector, y el ministro Castilla simplemente no creía en ninguna empresa estatal.
Su peor momento, según Campodónico, fue cuando Humala le pidió una fecha para anunciar lo de la refinería y él consultó con sus técnicos que le dijeron que se podía fijar el 20 de julio, en las cercanías al discurso de fiestas patrias. Lamentablemente las consultoras de ingeniería se retrasaron y pidieron un nuevo plazo, lo que obligó a suspender la ceremonia de colocación de la primera piedra de la Refinería, lo que causó molestia en el presidente y fue aprovechado por la derecha del gobierno para criticar la gestión que venía desarrollándose en Petroperú.
Por esos mismos días, además, el gobierno cambiaba la agenda del gas, poniendo en el aire el anunciado gasoducto andino a cargo de Odebrecht, reemplazado de la forma más improvisada por un etanoducto costero bajo la iniciativa de Hunt y Repsol. Esta historia de tubos ha dado varias vueltas y al final se ha convertido en una nueva ley para un gasoducto del sur, con alguna semejanza con el gasoducto andino original, condicionado a otra licitación. Merino, sin embargo, ha logrado fortalecerse en medio de sus cabriolas e influir en el presidente para la captura de Petroperú.
Campodónico explica que en su función le era imposible hacer una polémica pública sobre las decisiones con las que no estaba de acuerdo o impedir que el ministro lo echara a los leones cuando anunció alarmistamente la subida de costos de la inversión en la refinería, que era previsible al afinarse los estudios. ¿Puede la izquierda dirigir una gran empresa y hacerla crecer en medio del fuego de los neoliberales? Humberto Campodónico nos ha prometido contar la historia de lo que se hizo, se quiso hacer y lo que no pudo hacerse en Petroperú. Pusimos en debate la noción neoliberal de que el Estado no puede administrar una empresa estratégica y que la izquierda no puede hacer una buena gestión, asegura antes de despedirse. Estaremos a la espera de lo que diga.
23.01.13
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