Hace algunas semanas llamé
suicida al Congreso que se empeñaba contra viento y marea en sacar adelante una
aumento de haberes encubierto con el
tema de los gastos de representación. Expliqué además que las razones por las
cuales un aumento para los llamados otorongos irritaba mucho más que el de
otros funcionarios públicos eran que la población no comprendía la utilidad de
la función parlamentaria mermada por el fujimorismo en los años 90; que los
congresistas mismos no entendían esta situación y eran capaces de hacer las declaraciones más desafortunadas para
justificar lo injustificables; y que frente a una institución insulsa y despelotada la mirada popular tiende a
simplificarse hasta llegar a la pregunta de cuánto cuesta mantener este
elefante blanco y los caprichos de sus integrantes. Y ese es el principio del fin.
Daniel Abugattás acaba de
concluir, a la vista de estos mismos
problemas, que el Congreso peruano está en punto de cierre y que si Humala
hiciera lo que hizo Fujimori sería aplaudido por el 100% de la población. Lo
dijo antes que se conociera la noticia de que el Consejo Directivo, presidido
por Víctor Isla, ratificó el aumento contra la opinión casi unánime del país
incluida la del propio presidente de la república que se dio cuenta donde debía
colocarse en esta controversia. Ahora supongo que el porcentaje que aplaudiría
una intervención sobre el que aún algunos llaman “primer poder del Estado”
sería superior al estimado por Abugattás en sus declaraciones a la prensa.
Claro que el fogoso
congresista de Gana Perú afirma que Ollanta no hará eso de cerrar el Congreso,
probablemente porque no está en su agenda. Pero eso, la verdad, es colocar la
institucionalidad en el más precario de sus soportes que es el de la voluntad
de los que tienen poder en sus manos. El punto es que esta democracia que dice
no ser boba, hace bobadas increíbles como esa mesa multipartidaria que antier
comunicó a país que continuaban con su aumento y que no ha existido para ningún
otro propósito político. ¿Es que en sueños ninguno de los otorongos de poco más
de 30 mil soles mensuales por cabeza, escucha la lejana voz de Fujimori en los
años 91 y 92 denunciando los sueldo parlamentarios de la época y prometiendo
una representación pagada con el salario mínimo?
Que el tema de los ingresos
parlamentarios se presta para la peor demagogia es algo que ya debería saberlo
todo el mundo. Pero la forma como el Congreso contribuye a su liquidación no
puede ser más evidente. Y que se quiera, a estas alturas, convencer a la gente
de que se aumentan 7 mil 500 soles para mejorar los servicios que brindarán a
sus electores, suena patético cuando les llueven acusaciones por
sinvergüencería, caradurismo, entre las más suaves. Por tanto tengo que
ratificarme sobre el “suicidio”
colectivo que se está gestando. Y recordar que la pobreza intelectual
y moral, del legislativo peruano, no
viene de la nada ni es culpa de los electores, ya que casi todas las bancadas
están aquejadas de la misma inconciencia.
Hay un mal en el sistema que
fue hecho adrede y que es mantenido por los actuales partidos y lideres
políticos, porque les conviene. Sólo un movimiento político profundo de
regeneración y moralización que lleve a una Asamblea Constituyente puede
sacarnos de este marasmo y detener cualquier variante antidemocrática.
06.01.13
www.rwiener.blogspot.com
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