Cándido de toda candidez, reincidió en jugárselas por los que sabía que iban a perder. Pero es tanto su tema de que el municipio de Lima pueda estar en manos de la izquierda, aunque sea la más descafeinada y a pesar de no haber nunca cruzado palabra con la alcaldesa como para darle un fundamento racional a sus odios, que otra vez volvió a sentirse como cuando Marco Tulio decía allá por febrero que ya tenía un millón de firmas y dejaba entender que al final iba a tener tantas adhesiones que hasta podría prescindirse en la votación para la revocatoria.
Lo que pasaba es que se había creído que sus propias chiquitas que hablaban de la “lady vaga”, o de la “villa-haragán” (últimamente ha publicado que lo único que se ha hecho en los dos últimos años es poner inspectores en la avenida Abancay, mientras mostraba entusiasta fotos de la resistencia al traslado a Santa Anita y de los paros del transporte, como si esos problemas se hubiesen creado en la actual gestión) coincidían con una aplastante mayoría que decía no estar conforme con el gobierno municipal que se eligió en el 2010. Si las encuestas decían que a Susana la apoyaba apenas poco más del 10%, a solo unos meses de haber asumido el cargo, entonces la cosa estaba segura entre las invencibles firmas de Marco Tulio y el respaldo del diario de las causas perdidas, que alguna vez presentó a la candidata de Fuerza Social con el puño en alto al lado de una foto de Abimael Guzmán en el mismo gesto, como si eso los hiciera políticamente equivalente.
Claro, como en las historias que contaba un viejo cómico, al cándido se le advirtió que la revocatoria no caminaba porque no había una fuerza política que pusiera la cara por ella; que la banda de Marco Turbio era en realidad un service político para encubrir a los que estaban pagando y empujando el proceso (Marco Turbio definió a su pandilla como la de los mucamos de Castañeda); que éstos nunca hicieron campaña política en serio y se movieron entre el blufaso y la maniobra hasta que ya no se les pudo tomar en serio (salvo el cándido); que a estas alturas ya no sabe si el famoso “error material”, llamémosle malicioso, del funcionario de la RENIEC que contesta sobre los plazos de vencimiento para el último lote de firmas señalando un día después del plazo de ley, fue hecho por algún villaranista cuando más parece que lo hizo un marcotulista; que las extemporáneas firmas del 6 de julio eran obviamente un recurso de emergencia de los que ya estaban vencidos para aparentar que habían sido despojados.
Todo esto lo sabía el cándido, pero insistió en que los problemas de la revocatoria eran Iribarren, Carlo Magno o los digitadores de la RENIEC y los chuponeadores (en realidad grabadores de las fanfarronadas de Marco Tulio). El hecho es que cualquiera con un poco sentido de realidad hubiera sabido muy pronto que Marco Turbio y su combo no dan para revocar a nadie y que las primeras impresiones sobre la nueva alcaldesa alentadas por la mala prensa ya han variado significativamente. Por eso los partidos que no se metieron al principio, menos se iban a quemar después. Sólo el cándido ha seguido en la danza, y eso que se cree sapo.
23.09.12
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