martes, septiembre 11, 2012

11 de Septiembre 2012 en EEUU

Ya está visto que las formas de hacer la guerra son diferentes entre republicanos y demócratas en los Estados Unidos. Ambos las hacen, pero buscan razones distintas y varían los sistemas de alianzas según las justificaciones. La guerra demócrata se presenta cubierta de razones elevadas: intervención humanitaria como se dijo para la intervención del gobierno de Clinton en la ex Yugoeslavia y los bombardeos sobre Belgrado, coalición por el Kosovo que comprometió a la OTAN en su primer combate sobre territorio europeo y aparente cumplimiento de una misión de interés universal.

En cambio los republicanos a los Bush se metieron al fardo en Afganistán e Irak, sin ocultar que lo que se encontraba en cuestión era la hegemonía del coloso norteamericano después del 11 de septiembre de 2001. Era como aprovechar la ocasión del espanto por la tragedia para golpear sobre los Estados que se tenía dentro de la agenda de próximos enemigos, demostrando al mundo que no importa de dónde vino el ataque sino que siempre habrá algunos que pagarán el atrevimiento. La guerra republicana ha evidenciado que no requiere de alianzas aparatosas o de sometimiento a organismos internacionales controlados por los Estados Unidos pero donde se filtran posiciones en contrario que retrasan las decisiones. Imperialismo puro y sin disfraces, si se quiere.

Barack Obama recibió un voto que le reclamaba poner fin a las guerras insensatas como la de Irak que se justificó en la supuesta existencia de armas de destrucción masiva que no había por ninguna parte y que condujo a la muerte a cientos de miles de personas, a una guerra civil interminable y a una derrota ominosa del ejército estadounidense. Pero el nuevo presidente quiso diferenciar la otra guerra en Afganistán como si esta fuera la realmente válida, con resultados muy similares a lo ocurrido en Irak. De ahí los demócratas han mudado de modelo de conflicto y han vuelto a las “causas” que sustenten su papel de ordenadores mundiales como se ha visto en Libia y ahora en Siria, donde Estados Unidos y sus aliados de Europa, aparecen al lado de supuestas rebeliones civiles contra regímenes autoritarias, en las que de un día para otro brota una oposición armada hasta los dientes haciendo una guerra total sostenida por Occidente.

El gobierno demócrata de los Estados Unidos se ha convertido sucesivamente en amigo de la oposición en los dos países árabes, contra sus dictadores que por añadidura antes eran amigos de Washington. El resultado ha sido un cuadro de mayor inestabilidad para todo el Medio Oriente y un proceso que parece apuntar claramente a privar de aliados a Irán, el enemigo más poderoso de los estadounidenses en la región. Irán es un blanco típico para una guerra republicana, esas que no miden en aparatosidad bélica, niveles de destrucción y plazos. Lo irónico es que como dijo un exembajador yanqui hace poco la dinámica de las cosas es tal que si las próximas elecciones en los Estados Unidos la ganaran los republicanos tendríamos guerra con Irán e incendio en todo el golfo pérsico, casi automáticamente con la misma ola de mentiras de la vez pasada.

Pero si se reelige Obama también tendríamos guerra por la presión de Israel y por el curso que ya han tomado los acontecimientos que no le permiten a la Casa Blanca desdecirse de lo que viene haciendo. La tendencia es trágica, pero advierte de que más allá de las apariencias los dos partidos del Imperio terminan enrolados en lo mismo. Es parte del destino manifiesto.

11.09.12.
www.rwiener.blogspot.com

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