En estos días han volado los nombres de los posibles reemplazantes de Otárola y Lozada, y de acuerdo a lo que se recoge de los sondeos que hacen las radios a través del sistema de línea abierta, las propuestas del público casi son unánimes en el sentido que el cargo de Defensa debe ir a manos de un general o un almirante de esos que salen en la televisión para hablar sobre el VRAE, y el de Interior, a un general de la policía.
No vamos a discutir aquí sobre nombres, aunque algunos de los sugeridos están involucrados en oscuras historias como la de los escuadrones de la muerte en Trujillo, vinculaciones con Montesinos y otras. Además en las primeras dos semanas de la crisis cuando empezaban a aparecer las evidencias de que el gobierno estaba caminando sobre terreno falso, todos los retirados que respondían sobre lo que estaba pasando insistían en defender lo indefendible, entre ellos el tema del cerco militar-policial, la condena a los periodista que llegaron a Gabriel, la justificación de usar helicópteros no aptos para responder ataques, etc. Es decir funcionaron con el típico espíritu de cuerpo de quién cree que contradecir a los comandantes de campo podría agravar los problemas.
Pero acá lo fundamental es que los errores básicos de la operación “Libertad”: exitismo por el regreso de los rehenes; creencia de que realmente se estaba ganando y órdenes de persecución hasta aniquilarlos; uso de tropas bisoñas y de equipos del Convenio Antidrogas con los Estados Unidos no aptos para el combate con armas largas; desorientación después de las primeras bajas y repliegue hacia la zona urbana; incapacidad para rescatar a los policías que quedaron abandonados en la selva; comunicados mentirosos adjudicándose logros que no eran del gobierno (como la propia libración de los rehenes y el hallazgo dl cuerpo de César Vilca); son casi en su totalidad por acción u omisión, de responsabilidad de la dirección política.
El precio que se pagado con la cabeza de dos ministros, que fueron incapaces de entender al enemigo, al territorio y a la población, expresa que en la crisis el país terminó admitiendo que Lozada y Otárola, por más amigos que fueran del premier, no daban talla para su cargo. Lo que preocupa ahora es, sin embargo, la confusión de niveles, ya que muchos que querían que los dos ministros se fueran por no saber cumplir su tarea política de dirigir a las Fuerzas Armadas y la Policía, a su vez imaginan que la santa solución para ocupar los puestos vacantes es poner en Defensa a un general EP o a un almirante, y en Interior, a un general de Policía.
Lo que quiere decir que en vez de aspirar a un liderazgo civil más fuerte, una probable mayoría cree más bien que hay que sacar a los políticos y encomendar el caso sólo a los uniformados, que actuarían como un mando operativo adicional a los que ya existen. No son las personas, sino el sentido autoritario de la propuesta que imagina por ejemplo al coronel Elidio Espinoza aplicando su receta trujillana a la banda de los Quispe Palomino, o al general Donayre con su famoso dicho de mandar de regreso al enemigo con los pies para adelante. La solución frente a los malos políticos, no son los militares. Acuérdense que ya ahora tenemos presidente y premier con grados castrenses. Y los problemas de la violencia, en el VRAE, Kepashiato u otros lugares siguen sin resolverse.
15.05.12
www.rwiener.blogspot
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