Pareciera que el gobierno está acumulando puntos para otra “victoria impecable” como la conseguida en las alturas de Kepashiato donde el gobierno perdió no sólo ocho soldados y policías, sino el sentido de realidad. Lo de la censura a los dos ministros prolonga el problema y muestra la clamorosa ausencia de asesoría política en la que está naufragando el poder. Informaciones de adentro de la bancada de Gana Perú indican que la mayoría de los congresistas ya fijaron posición por la renuncia de Lozada antes que sea demasiado tarde y por sólo dos votos no pudieron hacer lo mismo con el otro ministro hermano del congresista.
La crisis de unidad entre los nacionalistas va pues mucho más allá de las desavenencias públicas Otárola-Diez Canseco. Y el riesgo es que siga profundizándose porque no hay una señal del Ejecutivo de que hayan entendido que ha llegado el momento de un retroceso parcial, antes que entremos en una situación aún peor. Pero más grave que sostener la cohesión de los 47 originales de Ollanta, es la inminente pérdida de control del Congreso, con la reconfiguración de una mayoría opositora que incluya al toledismo. Que esto suceda además en un inútil esfuerzo por no admitir las responsabilidades políticas por los interminables fracasos del mes de abril en la selva de La Convención, es una prueba de oro de adonde llevan frases como he sustituido la política por la técnica, soy pragmático y me oriento por resultados.
Los resultados están reventando ahora en la cara, y el gobierno no logra la serenidad necesaria para tomarse un alto y corregir a fondo la orientación. Dan la impresión de que estuvieran buscando un golpe de mano que los saque del hoyo y los devuelva al optimismo que lucían hasta la primera semana de abril. Algo así como encontrar a Gabriel o algún reemplazo más o menos creíble. Pero ha sido ese afán de jugar a la improvisación lo que ha llevado a la catástrofe. Y la descoordinación entre sectores (a pesar de que se habla de un comando unificado) ha dado lugar a una cadena de mensajes errados que hoy están en el estómago de la población que no puede digerirlos.
Fue el ministro de Defensa, Alberto Otárola el que inventó lo de la “victoria impecable” y comparó la supuesta huída de senderistas por el cerco militar-policial que habría permitido la salida de los rehenes, con otros rescates que han sido calificados entre los más notables de la historia mundial. Todos saben que el comunicado del 14 de abril donde estaban contenidas estas ideas se desmoronó palabra por palabra, arrastrando de paso la credibilidad del presidente que al día siguiente llegó en lustroso uniforme militar para ponerse al frente de los “vencedores” y los “rescatados”, que no eran ni una ni otra cosa.
Lozada, por su parte, colaboró con el humor negro que ha rodeado los hechos de Kepashiato, con su comunicado de “luego de una intensa búsqueda hemos encontrado a César Vilca”, que fue devuelto por la multitud que acompañaba el entierro del suboficial con frases como: “Ollanta bota a ese ministro”. No debe haber persona en este país que dude que Otárola y Lozada deben irse, aunque sólo sea porque ya no puede creérseles. Pero ahí están el otro Otárola y Valdés tratando de vencer la ley de gravedad, lo que va a ser demasiado costo para el gobierno.
10.02.12
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2 comentarios:
Porlo visto usted cree que somos cojudos, ahora resulta que los terroristas matan a policias y el gobierno es el culpable, jaja. Si talvez es culpable por no elavorar una estrategia, pero por los policias caidos en combate los culpables son otros, yo no se si cuando matan a un periodista los culpables son los dueños o sus jefes o si son despedidos, Pero con personas como usted siempre se le encuentra tres pies al gato.
Coj... no eres, pero te haces. Porquesabes bien que no estamos haciendo aquí un juicio penal sino un político a la conducción de una operació político militar dirigida por el gobierno. Todos saben que el gobierno fracasó mucho más allá de lo que era inevitable y el desenlace ha sido la renuncia obligada de los ministros.
Mis notas no se han referido al papel del gobierno como empleador de los policìas y militares, que es un tema aparte, sino a la batalla planteada con los senderistas que ha sido una inobjetable derrota, más por errores propios que por capacidad del enemigo. Esto tiene que decirse para corregir. Pero si usted cree que es buscarle tres pies al gato, deberá admitir que demasiada gente ha estado en esta actitud las últimas semanas.
Sobre su ejemplo sobre los periodistas comparados con soldados en combate, me reservo el comentario porque no quiero ser ofensivo, pero anoto que no tiene la menor relaciòn ya que los dueños o los editores periodistas no deciden estrateìas, sino actùna en un terreno diseñado por otros actores.
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