sábado, enero 07, 2012

El discurso de Valdés (I)

Para el presidente de la CONFIEP, Alfonso García Miró Peschiera, el discurso del primer ministro Oscar Valdés Dancuart, fue una expresión de que la gestión del presidente Humala es claramente de “izquierda moderna”, lo que se comprobaría en su enorme componente social. Pero si fuera así, también el gobierno de Fujimori que hizo depender a cerca del 60% de la población peruana de programas sociales –la mayor parte de ellos vinculados a la alimentación-, habría sido tremendamente moderno e izquierdista dado su inmensa bolsa asistencialista.

En realidad fue el FMI y el Banco Mundial los que introdujeron en los 90, la discusión de que los programas de ajuste (shock) tenían que tener elementos de amortiguación social. Pero el fujishock original se hizo sin anestesia alguna de donde creció la idea que ser progresista era reclamar un componente social a las políticas de ajuste de precios que destruían las condiciones de vida de la gente. Fujimori no se inmutó, pasó los primeros años de su gobierno preparando un paquete de programas sociales que sólo sacó adelante cuando empezó a entrar el dinero de las privatizaciones y la economía se fue estabilizando.

Hacia 1994, el fujimorismo era un típico modelo de crecimiento con programas sociales masivos, que por supuesto no producía ni inclusión ni igualdad de oportunidades, pero si hacía enormemente dependientes a los pobres de la ayuda estatal. Era, como se recuerda, un gobierno de privilegios trasnacionales, corrupción a tiempo completo, manipulación electoral y asesinatos clandestinos, pero respondía al orden económico de las inversiones, que clientelizaba a los pobres con un intenso gasto en programas sociales como el FONCODES, PRONAA y otros que todavía existen.

En el fujimorismo encajaba perfectamente la frase de “izquierda moderna”: el Perú no está para experimentos, luego de haber experimentado con un ajuste de precios de 400% en un solo día, una privatización masiva de más de 100 empresas, un golpe de Estado encabezado por el propio presidente, una Constitución aprobada por un solo partido, dos reelecciones y otros “globos de ensayo” que definieron al Perú que ahora parece negado para el cambio. A ese gobierno, por supuesto, que García Miró y todo su clan le dieron su apoyo seguramente por ser de “derecha moderna” o algo así, y lo acompañaron hasta su desastre en el año 2000, cuando todo empezó a reacomodarse.

Pero lo esencial del fujimorismo no era ni la plata de las inversiones, ni los programas sociales, sino el efecto que se lograba a través de ellos, que era la desmovilización, que permitió gobernar con el país aletargado. El desenlace actual con conflictos duros y poblaciones insubordinadas al Estado, se engendró en la época en que con el pretexto de la crisis y la guerra interna se sometió a los peruanos y se les impuso un sistema que ha sido sostenido durante los gobiernos post fujimoristas y que hoy vuelve a emerger en el discurso de Valdés como si fuera una gran novedad.

Y que el primer ministro nos llene de cifras de Pensión 65, Juntos, SAMU, Beca 18, Cuna más, PRONAA, FONCODES y otros, sólo nos permite decir que bien por los que reciben algún auxilio en su pobreza. Pero que por ese camino van a hacerse parte del crecimiento y de las ventajas de la modernidad eso no es sólo una ilusión. Es una mentira redonda. Un país sin excluidos, si eso existe, requiere precisamente salir de las políticas focalizadas para generar una sociedad de iguales, en las que todos acceden a servicios de calidad en condiciones equiparadas. De eso no hay una sola palabra en el discurso de Valdés porque tal vez piense que sería un experimento de aquellos que nos llevaron a la descomposición social de los 70, cuando Valdés se iniciaba en el Ejército y Ollanta todavía escuchaba a su papá. .

07.01.12
www.rwiener.blogspot.com

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