jueves, enero 12, 2012

El aeropuerto al que no se puede llegar

Centenares de personas varadas en diversos aeropuertos en el Perú y países vecinos por el colapso del Jorge Chávez han tenido una explicación climática: la niebla de Lima no dejaba bajar ni salir los aviones, pero que adicionalmente se estaban cambiando los sistemas de seguridad a cargo de CORPAC.

Decía mi padre que cuando te dan más de una excusa para la misma cosa es porque te están mintiendo. Bueno, los pasajeros que no pudieron partir de distintas partes del país y los que fueron derivados a otros terminales de países vecinos, a la espera de una solución del problema de Lima, tampoco se han creído la versión oficial.

Sólo la prensa acrítica, que en el Perú es casi una enfermedad, ha recogido la versión de LAP y CORPAC, avalada a medias por SENAHMI, de que el lunes y martes fueron días excepcionales de este verano que había empezado como más caluroso de lo normal y ahora resultaría más neblinoso que cualquier otro año de los que lleva funcionando el aeropuerto del Callao, donde nunca había ocurrido una paralización del tamaño de los últimos días.

Otra cosa es que los ciudadanos que consumimos noticias y oímos que Lima estaba tan pero tan neblinosa que parecía Londres de Jack el destripador, nunca vimos algo que pudiera parecer una anormalidad grave del clima y menos que tuviera impacto a lo largo de todo el día. Muchos hemos visto a los pilotos peruanos aterrizar en cielos totalmente encapotados o con lluvias feroces como las de la selva, pero en nuestro primer aeropuerto un poco de nubes bajas produce un caos de 48 horas: ¿será verdad?

Hace trece años que vengo escribiendo casi en solitario (comparto el tema con Herbert Mujica) sobre la concesión del aeropuerto Jorge Chávez y la serie de maniobras, ilegalidades y corruptelas que rodearon este proceso y en la que están implicados muchos políticos y funcionarios actualmente vigentes, subrayando que la administración privada no ha resuelto los problemas básicos de la aeronavegación peruana que son la nueva pista de aterrizaje que debió estar terminada hace muchos años, por el deterioro y obsolescencia de la existente que ahora está siendo nuevamente refaccionada con obras nocturnas, y los deficientes sistemas de orientación para la aproximación de los aviones en situaciones de baja visibilidad.

La concesión que viene del año 2000 no ha hecho nada sobre estos puntos que son tal vez los únicos que podrían explicar la necesidad de una intervención privada supuestamente especializada. En cambio han hecho un edificio bonito (como si los peruanos no pudiéramos hacerlo) y han asumido el control de toda la actividad comercial y de servicios que se realiza dentro de sus límites a través de empresas amigas o asociadas, y por eso han recibido varios premios como el “mejor aeropuerto de Suramérica”. El mejor pero sucumbe a un poco de neblina.

Por haber insistido en los defectos básicos de la administración de LAP: pista, seguridad, y adicional a ellos falta de vigilancia de la salida de droga y otras, he sufrido cuatro juicios (Herbert me gana porque tiene cinco) y he sido presionado para que mis libros y artículos sobre el tema no sigan circulando, con el extremo de una acción de amparo para requisar el libro: “LAP, un fraude en tres letras”, mañosamente avalada por el Tribunal Constitucional, contra la opinión de los jueces..

Y, de pronto, como en una profecía autocumplida, nos topamos con el día negro de LAP y con los pasajeros y familiares peleando con las líneas aéreas que han terminado pagando el pato del aeropuerto colapsado, precisamente porque han aceptado sus reglas. Ahora nadie se atreve a decir que el problema era previsible. Si todos estaban aplaudiendo la concesión y las maravillas de la administración privada y ni siquiera se preguntaron quién iba a responder el día en que no pudieran aterrizar los aviones.

12.01.12
www.rwiener.blogspot.com

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