En estos días se ha hablado bastante de odio y quiénes han introducido la palabra son los herederos del diario que alguna vez fue precisamente conocido como el “del odio” porque mantuvo más de 50 años cerradas sus páginas al partido aprista y el otro periódico que, sin otro motivo que Susana Villarán sea de izquierda y les haya ganado las elecciones, la premió con una carga de vileza pocas veces vista donde el enemigo de las huelgas las promueve en el transporte y en el comercio mayorista con tal que se friegue a la que ya dimos su nombre. Y, por supuesto, todo esto coronado por el supremo purpurado que exigía a los fieles apartarse de la iglesia si tenían reclamos de derechos humanos y que hace poco dijo que la niña Sorayda ya estaba (bien) muerta, entonces para qué interesarnos de quién la mato cuando lo que había que hacer era orar por ella.
También se ha hablado de humanitarismo, lo cual es impresionante ya que normalmente la odiosidad y el sentido humanitario no son conceptos cercanos. Pero ahí vamos. Y, claro, la fase más usada ha sido esa de que si se prueba que la enfermedad del expresidente es terminal o incurable, o muy grave, nadie se opondrá al indulto. El problema es determinar qué grado de dolencia nos hace humanitarios y en donde radica la negativa “por odio”. Estoy convencido que los partidarios y familiares del personaje saben mejor que nosotros que no estamos en un asunto de inminencia, y que hay muchos presos con enfermedades más avanzadas y en prisiones mil veces más terroríficas que la DINOES de los que nadie se acuerda. En fin, toda esta discusión sobre el odio no viene del hecho de que alguien haya querido negar que Fujimori tenga padecimientos médicos sino si esta es la razón del pedido o se trata el asunto político.
Y ahí viene la cosa porque entonces MMMQ y AMB se sacan la careta y se ponen la cara con la que sí saben odiar y vuelven sobre temas de qué vergüenza que tengamos un presidente preso (otros piensan que es un símbolo de que la Justicia es independiente) y sobre su victoria sobre el terrorismo y la hiperinflación, y que el Grupo Colina es poca cosa, etc. O sea en nombre del humanitarismo nos quieren hacer claudicar a la sanción al dictador, y con el espantapájaros del odio aislarnos de la sensibilidad popular, pero en la cruda política se quieren cobrar la revancha de la sentencia de 2009 (aunque el doctor San Martín no se percate).
Pero, finalmente, quién ha tocado el punto clave de esta historia es Ricardo Vásquez Kunze que ha introducido la palabra dignidad. Fujimori sigue siendo un hombre indigno que se escondió el Círculo Militar cuando Montesinos le contó el cuento del golpe; que pidió asilo a Japón cuando hubo el intento democrático del general Salinas; que se fugó del Perú y renunció por fax una vez que obtuvo la protección del país de sus ancestros. El mismo que grita desaforadamente ser inocente y luego acepta ser culpable para que no se destapen en público los temas de corrupción de su gobierno. Y ahora el que le pide a Humala que le tenga lástima, tantas veces que ha entrado para curación médica a una de las clínicas más caras de la ciudad. Si pues, no hay la dignidad del líder, ni la firmeza del que ha sido acusado por sus ideas. Es un pobre hombre que otra vez ruega por su libertad.
02.10.12
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3 comentarios:
Este asunto me hace recordar a Pinochet, cuando fue detenido en Gran Bretaña. Una vez liberado y llegado a Santiago, el asesino, supuestamente en mal estado de salud, saltó de la silla de ruedas, dando muestras de una agilidad envidiable; poco le faltó para bailar una chilena, para evidenciarlo. Bueno, que no quepa la menor duda, de que el delincuente japonés se curará como por arte de magia, una vez indultado, para cumplir su designio de volver a la política, y candidatear a la presidencia de la República. En cuanto a Aldo eMe y doña MMM, sus afanes para que liberen al asesino y ladrón, son coherentes con su práctica política. Gracias al delincuente vivimos en la maravillosa economía de mercado que tanto les satisface.
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