El miércoles escuché al general Chiabra por RPP, que con su vehemencia habitual, explicaba los motivos de su libro sobre el tema militar en el camino al fallo de La Haya y soportaba a la insoportable Cayetana que creía que las inversiones chilenas en el Perú resolvían toda la cuestión porque los del sur no atacarían al país donde les va tan bien en los negocios, mientras un Raúl Vargas que ha regresado cauto trataba de recuperar la conducción. Lo increíble es que en el resumen de titulares que siguió, la radio colocó que el general había dicho que el narcotráfico era el nuevo desafío estratégico del Perú … que no era el tema principal sino una introducción de referencia.
En realidad RPP apostaba como la señora Aljovín que aquí no hay problema de desequilibrio militar y que los chilenos compran armas porque no tienen en qué gastar la plata, y que los países que invierten ya no guerrean (¡). Pero como Piñera dijo, sin dejar lugar a dudas, que su país respeta los tratados y los hace respetar, y todos sabemos que en lo del mar ellos aseguran que hay tratado (el Perú dice que hay acuerdo de pesca), lo que podría inferirse fácil es que hará respetar lo que ellos entiendan como tal, como que tampoco tomarán en cuenta la circunstancias en que se pactó para darle una salida al problema del enclaustramiento de Bolivia que existe como una enorme roca entre los pueblos a pesar del tratado de 1904, y por todo ello es ineludible entrar al tema de las inversiones como abrazo del oso que inmovilizaría la fuerza militar de la vieja Prusia sudamericana.
En los años 90, efectivamente, llegó una ola de inversiones procedentes de Chile en el contexto del proceso de privatizaciones, teniendo como principales objetivos el control de la generación y distribución eléctrica, el posicionamiento en el sector bancario a través de la compra de bancos semiquebrados así como la creación y expansión de la banca de consumo; el aprovechamiento del deshuesamiento de Petroperú (envase y distribución de GLP) y barcos petroleros, las tiendas pioneras del retail (Ripley y Falabella), el puerto de Matarani, entre los más destacable. Esta inversión fue efectivamente muy importante y ubicó a los sureños apenas detrás de España y los grandes inversores mineros y petroleros.
Pero esto ha ido cambiando y en la situación actual hay nuevos ejes: las inversiones en electricidad, banca y gas-petróleo desaparecieron y los bienes pasaron a otros propietarios de otros países; en tanto vino la explosión del retail (venta al menudeo en almacenes), con la compra del Grupo Wong por la poderosa chilena Censucode y los banquitos financiadores de compras en sus propias empresas; la adquisición de tierras en la costa sur desde Tacna hasta Ica para hacer los llamados agrobussiness; y la monopolización del espacio aéreo a través de LAN.
Cada uno puede hacerse la idea de si estas inversiones pueden ser contradictorias con un clima de tensiones en relación a La Haya y no parece tal cosa; tampoco que si se sienten incómodas las inversiones tuviesen dificultades para hacerse líquidas (salvo un deterioro general); finalmente que una presión bélica tuviera que tomar demasiado en cuenta una infraestructura de este tipo, como podía hacerlo frente a posesiones mineras o petroleras. En consecuencia el argumento de Cayetana y RPP se cae de maduro. De podrido diría. Es sólo un reflejo de una lógica de silencio frente a la provocación. Para que sigan las inversiones.
05.10.12
www.rwiener.blogspot.com
No hay comentarios.:
Publicar un comentario