El VRAE (Valle del río Apurímac y Ene) se convirtió en VRAEM cuando el gobierno creyó necesario reconocer que el problema de los Quispe Palomino se había extendido hacia el norte a los lados el río Mantaro que es el que finalmente confluye con el Apurímac para formar el Ene. Ahora se podría fácilmente aumentar una U al dichoso nombre (VRAEMU) si nos percatamos que la reciente decisión de nombrar un comando de la provincia de La Convención en el Cusco también implica un nuevo reconocimiento de la ampliación del escenario de la lucha, esta vez hacia el sur, a la zona del río Camisea afluente del Urubamba.
El hecho es que este enredo de siglas está reflejando una situación cada vez más complicada en la selva centro-sur, derivada de la transformación de los antes llamados remanentes de Sendero Luminoso en una fuerza local crecientemente ofensiva que está provocando la militarización de una amplia zona del país y poniendo en duda la capacidad del Estado para controlar áreas tan críticas como la de la extracción y transporte del gas hacia la costa, afectando la imagen del gobierno.
El VRAEMU ya no es un solo valle ni un mero espacio de olvido estatal, ya que ahora los blancos posibles ya no se limitan a puestos policiales y militares aislados, sino que apuntan directamente a las explotaciones de hidrocarburos selváticos en manos de empresas trasnacionales. Esto ha abierto un gran debate sobre el grado de seguridad que el Estado puede brindar a un gaseoducto que tiene un largo trayecto hasta llegar a Pisco que cruza la zona de guerra local que impulsa el neosenderismo de los hermanos Quispe Palomino y la pregunta que flota en el ambiente es por qué no han atentado aún contra los tubos lo que produciría un automático desabastecimiento.
Una manera de responder a esto es decir que los maoístas está por ahora presionando a la empresa transportadora para que pague por su “seguridad”, como lo hacen los madereros y los narcos que actúan en la zona. Otra es pensar que por ahora no quieren recordar al viejo Sendero con sus apagones y molestias urbanas que podría justificar el escalamiento de la presión militar, lo que indicaría que su mayor interés inmediato estaría dentro de un área limitada, donde vienen forzando a militares y policías a dispersar sus fuerzas entre vigilancias y patrullas aumentando su vulnerabilidad.
La conformación de un comando de La Convención a cargo de un general distinto al encargado de las acciones en el VRAE (M) original denota que el gobierno está reaccionando a la guerra de la selva de una forma que resulta similar a cómo se dieron las cosas hace treinta años: más soldados y más zonas de emergencia. Por ahora el adversario toma esto como una victoria ya que implica reconocer que está dejando de ser una banda errante perdida entre los árboles y las montañas, y está representando una creciente amenaza para la estabilidad del Estado. ¿Cómo evitar que todo esto empeore y se convierta otra vez en la tragedia de los militares imponiéndose a campesinos mientras buscan senderistas, como se vio en Ranrapata?
La respuesta seguramente es muy amplia, pero lo mínimo a pensar es un Estado no invasor que desplaza a la gente como en las escuelas convertidas en cuarteles, no simple protector de grandes intereses sino comprometido con el desarrollo y la mejora económica de las mayorías, no desesperado por “triunfos rápidos” que sólo conducen a fracasos estrepitosos como los que se han visto hace poco.
20.10.12
www.rwiener.blogspot
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