El primer equívoco de la “Operación libertad en el VRAE” es que no ocurre en el VRAE o valle de los ríos Apurímac y Ene, que es una amplia zona que abarca los distritos de tres departamentos (Ayacucho, Cusco Junín), que se ubican en ambas márgenes de los dos ríos (el Apurímac toma el nombre de Ene al unirse con el Mantaro), dentro de los cuales no está Echarate ni las poblaciones de Kepashiato y Kiteni, tan mencionadas en los últimos días.
Es verdad que los senderistas de Gabriel provienen del VRAE, donde está su mayor asentamiento, pero hasta donde se sabe la geografía no se altera con los desplazamientos de las organizaciones armadas y nadie puede extender un valle al otro lado de los cerros. El hecho es que por confusión o ignorancia se sigue usando la expresión como si se quisiera dar a entender que lo que está pasando tiene como escenario una zona e violencia ya conocida, cuando no es así.
Que el “VRAE” llegue hasta las cercanías de Camisea y que a once días del secuestro, los atacantes sigan ahí y no hayan buscado refugio en su lugar de origen, es un dato fundamental de la nueva situación que ha echado a perder toda la fiesta de Artemio, la recaptura de los fugados de Challapalca y los mineros rescatados de Ica. La idea de que este no será el gobierno de los cambios que esperábamos pero por lo menos será uno voluntarioso y eficiente, se ha caído por los suelos.
El segundo equívoco es que ya no se puede discutir que la operación militar y la liberación de los rehenes corrieron por rutas separadas. En la misma fecha en la que en horas de madrugada los senderistas dejaron ir a los trabajadores, los militares llegaron sobre el medio día a hacer contactos con el enemigo con un resultado desastroso de muertos y heridos. En síntesis no había ningún cerco por lo que los liberados pasaron limpiamente hacia el siguiente poblado donde dieron cuenta de su situación; y, por ello mismo, fueron los militares los que cayeron en la emboscada con un fuerte costo humano, mientras en la tarde los comunicados hablaban de “operación impecable” en la que los terroristas habían tenido que salir corriendo por la presión de sus perseguidores, dejando libres a los secuestrados.
El tercer equívoco es que se haya querido hacer creer que la segunda etapa de la operación era una persecución implacable que ya estaba en marcha. Pero de pronto empezaron las noticias de las bajas del sábado, los desaparecidos por los que nadie va, la debilidad de los helicópteros, las carencias sanitarias en la zona, etc. Y, en medio de eso, los senderistas invitan a una conferencia de prensa en la selva, que desata una nueva polémica sobre el deber de la prensa en un escenario de guerra y frente a errores ostensibles del comando oficial.
El balance es tremendo. Y no porque el gobierno podía haber hecho mucho más de lo que hizo, o que hubiera una “estrategia salvadora” que no se quiere aplicar. Nada que ver. Este es un problema que le han dejado sembrado los gobiernos anteriores y que no se va a revertir arengando tropa y en corto tiempo. Sólo pensar en los tres equívocos mencionados, debiera servir para advertir que no sabemos con quién estamos peleando, en dónde estamos peleando, cuáles son nuestros tiempos y cómo debemos manejar la presión de opinión pública que quiere éxitos rápidos. Lo más suicida es ofrecerlos y no poderlos alcanzar.
20.04.12
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