Llevamos alrededor de seis meses entrampados en el conflicto de Conga y en el gobierno sigue habiendo quienes dicen que ellos responden a una perspectiva “técnica” o pragmática (que se pretende que sean sinónimos), mientras que acusan a sus contradictores de hacer oposición desde una lógica política.
Efectivamente, la posibilidad de hacer minería en cabecera de cuenca; el impacto ambiental y social de cancelar cuatro lagunas (“lagunitas” ha escrito Rey de Castro en “Correo”, sin saber de qué está hablando); el destino de las fuentes de agua y las filtraciones subterráneas, frente a la oferta de suplirlos con reservorios de altura; las modalidades de extracción del oro y de depositar los relaves; etc., son temas sobre los que opinan los expertos, lo que no quiere decir que su palabra sea inapelable, o que cada técnico opine igual que el otro.
Pero ciertamente, el caso Conga se ha politizado y las causas son más que evidentes: (a) las consecuencias que están a la vista de la actividad minera del tajo y la resistencia de la población a seguir multiplicando el paisaje lunar que ahora existe donde antes estaba la laguna negra (Yanacocha), que es la base de la desconfianza hacia los estudios, que antes también hubieron; (b) el historial de la empresa minera en Cajamarca, que ha tendido continuamente a dividir a la población a partir de su poder económico, para conseguir “apoyos” a sus proyectos y que los dirigentes han revertido con mucho esfuerzo; (c) la complicidad innegable del gobierno de Alan García con los dueños de la minera, en la que son funcionarios y consultores, muchos líderes apristas, y que se tradujo en una clara voluntad política para sacar Conga hasta el último día del anterior gobierno; (d) la decantación que produce la famosa declaración presidencial de noviembre, de Conga va, que impulsó el campo de Conga no va y creó dos adversarios irreconciliables; (e) la radicalización de las posiciones, donde cada uno busca derrotar al otro y que hace fracasar las negociaciones; (f) el estado de emergencia y la militarización, que indican que se dialoga con el palo de la represión en la otra mano; (g) el peritaje de parte que el otro lado ya descalificó antes de sus resultados.
Todo esto ha sido pura política. No importa si el primer ministro no lo entiende y cree que en un diálogo a él le toca hablar de arriba abajo y hacer callar a sus interlocutores cuando le parezca, y considera que su misión es contratar los técnicos para que le den argumentos a lo que está decidido de antemano. Tampoco importa nada si el presidente regional de Cajamarca milita en Patria Roja, como repiten los voceros del gobierno, como si eso lo hiciera menos autoridad de lo que es, porque de igual modo no se trata de poner sobre la mesa el nacionalismo del presidente o el profujimorismo del premier. Finalmente que los que condenan la “política” y a la vez prometen diálogo, no son conscientes de su contradicción. Porque el diálogo va en pos de una salida política, donde las partes ceden y los argumento técnicos se adaptan. De otra forma no sirve para nada.
Claro que antes que nada hay que bajarse de Conga va, eliminar los fusiles como entorno del diálogo y aceptar que los representantes del pueblo son los que ellos dicen En otras palabras darle tiempo al búsqueda del acuerdo y recuperar la estima popular.
10.04.12
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1 comentario:
El problema es si tiene la voluntad de bajarse y abrir el dialogo,somos políticos y de que condiciones depende "de la dinámica del proceso" , claro de las capacidades políticas de los actores no de las leyes si no de la capacidad de generar cambios en la correlación de fuerzas y de la voluntad de cada sector político de disputar el poder por que las condiciones pueden estar pero depende si el que quiere el cambio se pone a generar el proceso político.
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