La congresista aprista Luciana León ha pasado de promover la rebaja de impuestos para los grandes espectáculos internacionales a proponer un reconocimiento del país a los comandos de la operación “Chavín de Huántar”, que supone un pago especial después de quince años de los hechos y el título de “héroes de la democracia”, que como soldado el presidente Humala no les podrá negar.
Salta por cierto a la vista que este grupo de oficiales que ha sido celebrado tantas veces no haya recibido hasta ahora ningún premio si todos los gobiernos se la han pasado celebrando su hazaña y condenando a las organizaciones de derechos humanos por indagar la presunción –basada en múltiples pruebas- de que la operación también incluyó la eliminación de los emerretistas que sobrevivieron al ataque. La mezquindad llega tan lejos que las viudas de los dos comandos muertos tampoco han recibido atención especial del Estado desde Fujimori hasta el presente.
Y esto conduce hasta otros héroes de uniforme, por ejemplo los excombatientes de la guerra del 41, que se han ido muriendo uno por uno sin que terminen de pagarles lo que les deben por la retención de parte de sus pensiones, lo que siguen reclamando los últimos sobrevivientes con más de 90 años a cuestas. Que es lo mismo que ha pasado con los mucho más jóvenes del Cenepa, que están olvidados a pesar de que muchos dieron su vida, fueron mutilados o hicieron sacrificios quizás mayores que los héroes del túnel de San Isidro.
Y podíamos seguir sobre cosas aún peores con policías de la división de explosivos y la de lucha contra el terrorismo a los que no les cumplieron con los pagos que ordenaba la ley. En general la política ha sido siempre exaltar al combatiente, especialmente al que muere, y luego olvidarse de él. Entonces uno puede tener la legítima suspicacia de pensar que la exaltación de los “chavines” viene de la contradicción que hay en torno a su actuación. Y se puede ir más lejos y preguntarse si exactamente los que fueron reclutados para la tarea de recuperar la casa del embajador japonés estaban pensando en la democracia u otra cosa cuando preparaban sus armas para el ataque.
Las escenas son elocuentes en el sentido que esos dos demócratas tan notables que responde a los nombres de Vladimiro Montesinos y Nicolás Hermoza eran los que daban las últimas instrucciones en el túnel y los enviaban a la lucha, mientras se mantenían en línea con el presidente que iba calculando que esta victoria le serviría como resorte para intentar la segunda reelección. No niego ni el valor ni la técnica de los militares que hicieron la operación, pero el contexto en que estos hechos ocurrían y los nombres de quiénes eran el núcleo central de rehenes a rescatar hace ver que esta era la operación de una dictadura que se fortalecía de la idea de lo “éxitos militares”, que tan claramente mostraban el nexo entre la cúpula uniformada y la cabeza del poder.
Lucianita ciertamente no está para sutilezas, por eso es que se mueve por los medios de comunicación como si no estuviera enterada que hay asuntos en controversia sobre lo que pasó el 22 de abril de 1997. Y si es que en la orden de acabar con Cerpa y todos sus compañeros no estaba la necesidad de Fujimori de borrar toda huella de la larga etapa de negociaciones.
21.04.12
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