Genialmente, el ministro Jiménez Mayor, ha anunciado que en el futuro habrá una sola opinión sobre lo que ocurrió durante el conflicto armado interno de la década de los 80 y 90, y el que se aparte de la versión oficial será susceptible de persecución por el Estado. Con esto, por supuesto, eliminamos terroristas verbales que puedan creer que tienen carta libre para decir que no piensan como nosotros. Pero ahí justamente es donde comienzan los problemas.
¿Pensamos parecido sobre lo que pasó en el Perú de Abimael Guzmán, Víctor Polay, Fernando Belaúnde, Alan García, Alberto Fujimori y Vladimiro Montesinos, por ejemplo el suscrito, Rafael Rey, Ibazeta, los miembros de la CVR, o los miembros del actual gobierno? Obviamente no, y hay muchas maneras de valorar lo que pasó, por lo que podríamos estarnos exponiendo a que cada cual considere que el otro está incurriendo en “negacionismo”, al pensar tal o cual cosa.
¿Los que piensan que a la crueldad de la guerra senderista se le superpuso una brutal guerra de tierra arrasada de parte del Estado y la acción de grupos irregulares protegidos por el poder, estarán haciendo negacionismo respecto a los que creen que aquí sólo hubo una fuente de violación de derechos humanos y que lo demás que pudo ocurrir fueron “excesos” aislados que no configuraban una estrategia política?
Este es un tema que no se ha podido zanjar y que nos lleva hasta la sentencia de Villa Stein, que es un negacionismo perfecto (no hubo crimen de lesa humanidad, no hubo organización ilícita para delinquir), pero que de seguro no es lo que está en la cabeza del primer ministro.
Otro asunto es el de las condiciones en que emerge el conflicto armado. Algunos dirán que esto es pura ideología y de ahí a un paso estará el concepto de acabar con lo que pueda considerarse afines, que según se va casi a diario puede abrir paso a las peores arbitrariedades. Lo que uno debería preguntarse es si cuando se acusa a los movimientos sociales y a las corrientes de izquierda de pro-terroristas, se está incurriendo en un derecho de opinar –aunque sea una barbaridad, como hacen varios diarios-, o vamos a tratar a los que piensan diferente como violadores de la ley del negacionismo en la que puede caer cualquier cosa de acuerdo al gobierno y a la mayoría parlamentaria de turno.
Que alguien diga que la pobreza, la injusticia y el engaño electoral, pueden ser fuentes de diversas violencias, podría llevarlo en manos de García Miró y otros exaltados a ser definido como un negacionista que no quiere reconocer que el conflicto viene de las cabezas y no de la experiencia vital de las personas y de las puertas cerradas que el Estado tiene para ellas.
Pero hay un punto más importante que todos los anteriores para encarar este debate. La famosa tesis de que al terrorismo se le combate ideológicamente, es decir discutiendo y rebatiendo su proyecto, demostrando la superioridad de la vida en democracia, se cae de bruces con la iniciativa de Jiménez. Lo que está proponiendo el jefe del gabinete es irse a las universidades, los sindicatos y eventos públicos para irrumpir y acallar a los negacionistas. ¿Y ustedes creen que los jóvenes ganados por el MOVADEF se incrementarán o disminuirán con este procedimiento?
24.08.12
www.rwiener.blogspot.com
No hay comentarios.:
Publicar un comentario