La mala memoria peruana nos hace
difícil recordar cómo nació este asunto de la Carrera Magisterial que bajo la
magistral conducción de Antonio Chang logró separar una élite de profesores (25
mil sobre 300 mil), con un sistema absolutamente diferente al resto de sus
colegas que fueron echados al olvido durante seis años, con una imagen cargada
de calificativos despectivos, que tan bien traduce el diario de Aldo M con una
foto de un burro, que tiene un raro parecido con él, dictando clase en un aula
escolar.
Recordemos entonces que entre su
elección y el mes de diciembre del 2006, Alan García y su gobierno negociaron
aparentemente en los mejores términos las demandas y la orientación de la
reforma, pero de pronto en una conferencia de prensa el presidente sorprendió a
su propio ministro anunciando exámenes masivos para los estudiantes de
secundaria que apuntaban a afirmar la idea de que estábamos en grado paupérrimo
de aprendizajes y a asociar este concepto de que el obstáculo para cambiar la
educación era el SUTEP.
¿Qué hizo el gobierno?, ¿inició
un proco de capacitación docente?, ¿ofreció un proceso para que todos tuvieran
oportunidad de nivelarse?, ¿dio un trato ajustado a las características de la
labor especializada de cada maestro, por ejemplo la educación rural y urbana,
la dirigida a adultos, la especial, etc.?, ¿definió la docencia como una
actividad de formación integral del alumno o la visibilizó solamente como una
oferta de conocimientos? Ninguna de estas preguntas se responde en el sentido
que dictaría la lógica más elemental: se convocó a concursos que eran un símil
de los exámenes de ingreso a las universidades y se puso una nota de aprobación
que filtró a los que pasaban de una ley a otra. Se asumió que los maestros se
dividían entre los que saben (sin mayor relación con cómo transmiten sus
conocimientos) y los de la carátula de “Correo” que además son los del
sindicato.
Este trato por supuesto fue
aplaudido por la peor DBA, más bruta y achorada, sobre todo cuando Chang se encerró
en el nómade ministerio de Educación y a golpes logró meter a parte del
magisterio en el plan de AGP, que lanzaba cada vez más frases ofensivas a los
profesores, como ese inolvidable
“comechados”, del que tuvo arrepentirse cuando le recodaron que su propia madre
había sido maestra. El resultado del experimento fue la creación de una minoría
privilegiada versus una enorme mayoría congelada en sueldos de vergüenza, con
un perspectiva de diez o más años para invertir esta relación, un sindicato a la
defensiva tratando de representar a los ninguneados pero con dudas de aparecer
como un movimiento contra el mérito, una corriente radical y sindicalera como
Conare (con influencia de Sendero-Acuerdo de Paz) creciendo en base al
descontento. De todo esto el burro de las carátulas nos hace rememorar que se
ha gastado mucho dinero en este producto deleznable, como si esa fuera una
razón para no modificarlo.
Y aún cuando el gobierno Humala
no ha entregado formalmente su propuesta alternativa, ya por anticipado la
nueva claque de la derecha más autoritaria, APRA-Fujmorismo, ha puesto precio
por la cabeza de la ministra de Educación en una ofensiva por salvar la gestión
anterior y taparle sus miserias, pero
más a largo plazo lograr alinear la dubitativa política educativa Humala-Salas con
el esquema neoliberal de Castilla que crece como una metástasis.
04.08.12
www.rwiener.blogspot.com
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