domingo, mayo 29, 2011

Los planes de gobierno frente a frente

Dicen que Ollanta Humala ha cambiado cuatro veces su programa de gobierno y que Keiko está firme como una roca porque su programa es la Constitución de 1993. No es verdad, porque lo que el nacionalista ha hecho –aunque a veces no se haya explicado con claridad-, es hacer propuestas de compromiso político a partir de su programa, es decir conceder en diversos aspectos para sacar adelante la propuesta principal.

Por su lado la candidata K, ha introducido propuestas copiadas del adversario, sugeridas por De Soto o sacadas de algún sombrero, a lo largo de las semanas de la segunda vuelta, mientras acusaba a su adversario de cambista. En términos sustantivos ha habido un solo plan pensado para transformar al país y responder a las inquietudes y al malestar nacional, que ha tratado de adaptarse a un escenario de segunda vuelta manteniendo un agrado de coherencia y unidad.

Este plan ha sido bombardeado porque expresaba alternativas a lo existente, lo que algunos han llamado el “salto al vacío”, que quiere decir que piensan que la única manera de mantenerse en “tierra firme” es quedarse donde están. El odio al plan nacionalista viene de la manera como cuestiona el pensamiento único de los últimos veinte años que no admite otra manera de pensar o actuar.

¿Empresas públicas para complementarse con el sector privado y desarrollar actividades que no son asumidas por los inversionistas? Ni hablar. Podrían resultar exitosas y eso induciría a ampliar la participación estatal. ¿Contratos públicos revisables cuando violan la Constitución y la ley, y contienen cláusulas corruptas? Ni soñar. Desalentaría a la inversión que no está para estarse fijando en pequeñeces como esas y que no debe ser tocada así se trate de contratos corruptos o perjudiciales para el país.

¿Sistemas de salud para todos, con tendencia a conseguir una salud de calidad en todos los niveles? Jamás de los jamases. Mantener sistemas separados y sin complementaciones, sembrando el miedo de que toda integración, es para empeorar y no para mejorar el conjunto. ¿Pensión para los sin pensión, y mejora para los que tienen pensiones atrasadas y congeladas? Ni hablar. Porque eso cuesta y nuestra clase con dinero no quiere pagar más impuestos, ni compartir su riqueza.

Es decir nada puede tocarse. El Perú vota por el cambio, pero nada debe cambiar. La Fujimori en ese sentido es explícita: no reformar la Constitución, no alterar el modelo de atracción de inversiones sobre la base de la explotación de recursos naturales y realizar ayudas sociales a los pobres usando recursos fiscales, que no dice de donde va a sacar.

Que a partir de allí sea tan cínica como para ofrecer una superintendencia de protección de derechos laborales, que si hubiera existido en los 90 hubiera mandado anticipadamente a la cárcel a su padre, el más grande depredador de derechos de nuestra historia, y que se contradice (no se desprende) con su plan oficial donde se aduce que la demanda de nuevos puestos se incrementa “flexibilizando el empleo” (reduciéndole derechos, para hacer más barata la contratación) y en el que se toma como modelo el esquema impuesto por el ex ministro Chlimper, actual asesor principal de la candidata K, para las trabajadoras de la agroindustria, que reduce o desaparece sus derechos favoreciendo a empleadores voraces como el propio autor de la norma que dictó en su particular beneficio.

Keiko Fujimori no tiene un norte equivalente al del programa de la “gran transformación”. El supuesto en que se fundamente es que ya todo fue dicho en los 90, y que ahora hay que restituir programas sociales que se achicaron en estos años, hacer más obras físicas y sustituir a García en la recepción de los empresarios extranjeros.

Lo botamos a la basura

Claro que a la luz de esa pobreza conceptual, el fujimorismo pasó desapercibido como propuesta real en la primera parte de la contienda, en la que todos recuerdan a la candidata bailando en la tarima de sus mítines, haciendo coquetear a sus seguidoras con su marido gringo y recomendando tranquilidad ante las encuestas.

No era una opción programática sino emotiva que pretendía reconstruir lo que se pudiera de la base social que el fujimorismo tenía antes de su debacle del 2000. En la segunda vuelta tampoco les interesa un compromiso sobre lo que se va a hacer. Eso se puede ratificar fácilmente cotejando las grabaciones de lo que fue el encuentro de los “técnicos” del domingo pasado.

Supuestamente se debatía entre los que tienen un solo programa versus los que tienen cuatro o más. Pero, ¿cuál es ese único programa y hacia dónde nos lleva?, ¿puede alguien de manera sencilla decir que propone la hija del dictador aparte de aplaudir el crecimiento económico de García y lamentarse que nuestros indicadores sociales sean de los peores del mundo, como si ambas cosas no estuvieran relacionadas?

Generosamente, la señora de las 11 de la noche, se ha limitado a hablar de escasez de ideas del programa naranja y contradicciones entre algunas propuestas nuevas y las orientaciones originales. Pero hasta ahí nomás. Porque la obsesión de Rosa María Palacios es convencerse a sí misma que los cambios de Ollanta y sus programas ajustados, se deben a su majadería de cada programa. Y su mayor felicidad parece ser haber podido meter en parte de la audiencia el criterio de que se ha pasado al compromiso con los peruanos, a la hoja de ruta y al juramento democrático, porque se reconoce que cada formulación fue derrotada con sus chillidos y muecas de medianoche.

El Estado

En esencia lo que se está por definir es un rol para el Estado peruano. La noción fujimorista se condensa en un tipo de Estado que se alía al gran capital ofreciéndole concesiones y privatizaciones permanentes o de largo plazo, y que retiene una parte de la renta para convertirla en programas sociales que construyan una pobreza subsidiada y clientelar, que nunca termina de superarse.

Frente a eso, la propuesta de Humala es recuperar una condición promotora y reguladora para el Estado, que corrija las deficiencias del mercado y oriente el fortalecimiento de sectores mejor orientados al desarrollo sostenible y de largo plazo: industria, agricultura y turismo. Los asuntos sociales son planteados en términos de derechos conquistados por y para la gente, y no como dádivas que se reparten a cambio de aplausos. Más o menos lo que ya están haciendo Keiko, Kenji y Yoshiyama que van por el país haciendo repartos de dineros y bienes para asegurarse adhesiones.

Total es apenas una fracción del dinero robado que están usando para intentar ganar las elecciones y si lo logran seguramente lo recuperarán con creces.

27.04.11
www.rwiener.blogspot.com

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