Un Nissan rojo con lunas polarizadas estaba estacionado la mayor parte del día en el sótano del Estudio Solís, en la avenida Dos de Mayo en Miraflores. A su lado, un Volvo negro del año, también con las lunas cubiertas para impedir que los de fuera observaran a los pasajeros, le hacía silenciosa compañía. Ambos vehículos estaban a cargo de una misma persona, el chofer del Estudio, de nombre Arispe Carpio, que pasaba el día como el Nissan y el Volvo, esperando ser requeridos por el doctor Edgar Solís.
Cada día Arispe Carpio se preguntaba a quién recogería para llevarlo hasta las instalaciones del Servicio de Inteligencia Nacional (SIN) en un procedimiento que se iniciaba con la llamada de Vladimiro Montesinos al sueño del Estudio, para indicarle con quién era la cita. Solís llamaba entonces a Carpio, le daba instrucciones y este bajaba al sótano, encendía el carro rojo y lo dirigía hasta el lugar donde lo esperaba algún vocal o fiscal supremo, a algunos miembros del Jurado Nacional de Elecciones o del Tribunal Constitucional.
El Nissan rojo era reconocido en los locales judiciales y en otras entidades públicas, y a Carpio ya no le pedían la documentación de ingreso y nadie se sorprendía que se situara en las zonas exclusivas de parqueo. Tampoco llamaba la atención que el motor permaneciera encendido y que los magistrados convocados aparecieran sigilosos y se metieran en el carro que inmediatamente partía a toda velocidad. Arispe saludaba guardando las distancias una vez que ya había salido nuevamente a la calle y esperaba que fuera su pasajero quién planteara la conversación, si esta se producía. Algunos no hablan, pero otros son campechanos, contaba a sus amistades. El Nissan usaba una circulina roja y una sirena, para anunciar que llevaba una autoridad. Así podía llegar en pocos minutos al edificio de la avenida 2 de mayo en donde ingresaba nuevamente al sótano y cambiaba junto con el invitado al volvo negro que los estaba esperando, con el que salían para el SIN.
La extraña rutina se repetía a la hora de retirarse: el Volvo negro que entraba y salía sin dar explicaciones del SIN, recorriendo el área asignada al asesor Montesinos, volvía a Miraflores y chofer y acompañante (o acompañantes) se pasaban al auto rojo, hacia el destino final. Siempre fue así, según afirman las fuentes consultados, durante un espacio de muchos años. En los carros de lunas polarizadas circularon, se supone, los doctores Serpa Segura, Carlos Bringas, Víctor Castillo, Nelson Reyes, Rómulo Muñoz Arce, Walter Hernández Blanca Nélida Colán, Javier Acosta Sánchez, José García Marcelo, entre otros. La misma versión indica que el famoso operador de la Suprema, Alejandro Rodríguez Medrano, no hacía el recorrido y prefería convertir su despacho en el Palacio de Justicia en un centro de poder propio no subordinado al de las Palmas o al de la Plaza de Armas. Al igual que Edgar Solís prefería no ir a buscar a Montesinos.
Los jueces de amparo
Los brazos judiciales de Montesinos no estaban, sin embargo, principalmente en la cúpula de las instituciones vinculadas a la administración de Justicia. Para el Doc., era mucho más importante tener jueces de primera y segunda instancia capaces de resolver los casos de su interés. Y dentro de todo el esquema de la justicia corrupta, el núcleo que logró mayor importancia fue el de los jueces que integraron una famosa salita de “derecho público”, en la que debían verse todas las acciones de amparo o habeas corpus, relacionadas con los derechos constitucionales. Estos eran dos jueces de primera instancia que terminarían por hacerse famosos: Percy Escobar y Víctor Raúl Martínez Candela, por los que pasaron algunos de los casos más controversiales de los 90, y cuyos fallos iban a una sala especial presidida por el vocal Sixto Muños, que también era de la mafia, donde terminaban resolviéndose todas las acciones llamadas de “puro derecho” o cautelares, con las que podía definirse la posesión de bienes en disputa o la libertad de las personas.
Edgar Solís tenía el vínculo directo con este nivel de la Justicia, responsabilidad que le había asignado personalmente su amigo y ex socio de la década de los 80, Vladimiro Montesinos Torres. A estos los movía solamente el Nissan Rojo, porque su lugar de reunión era el estudio de la avenida Dos de Mayo. Ahí se entrevistaban con Solís que les decía lo que debían hacer. Uno de esos encargos, de los más delicados, se refería a una acción de amparo que la Municipalidad de Lima había entablado contra la firma chilena Luchetti por la construcción de una planta industrial en la reserva natural de los Pantanos de Villa en Chorrillos. Escobarle otorgó el amparo en tiempo récord y bloqueó la acción del Municipio que intentaba parar las obras.
In fraganti
En el año 2001, cuando Solís creía haber borrado todas las huellas que lo conectaban con la corrupción judicial, tan eliminar todos los documentos del Estudio y destruir los CPU, enviar al exterior a Arispe Carpio y vender los carros Nissan y Volvo, y viajar a varios países, alguien le preguntó si no temía aparecer en algún video de Montesinos. No, contestó categórico. Yo sabía como era eso y me cuidé de no ser filmado. Pero poco después el país conoció el juego de videos en los que Vladimiro departe con los mandamases de Luchetti y discuten de la sangrienta guerra que planeaban contra Andrade. Y en una de esas filmaciones, el mismísimo Andrónico Luksic, uno de los hombres más ricos de Chile, presiona a Montesinos para resolver la cuestión del amparo. Entonces el asesor toma el teléfono y se escucha el siguiente diálogo:
- Aló Edgar, quiero que te comuniques ahorita con Percy Escobar
- Sí
- Y le preguntes si él tiene la demanda de la empresa Lucchetti contra Andrade
- Ya
- Antes que provean quiero hablar con el juez y lo traes acá
- Ya, doctor.
Como en las películas, al final siempre sale el culpable. Solís no pudo negar su intervención en la manipulación de la justicia a cuenta de Montesinos y el gobierno de Fujimori. Fue condenado a cinco años de prisión efectiva por asociación ilícita para delinquir. En la sentencia se lee: “Edgar Solís confesó que el ex asesor Vladimiro Montesinos le ordenó comunicarse con el juez Percy Escobar con el fin de que este se dirigiera a las oficinas del SIN para tratar el caso de la acción de amparo presentada por Lucchetti en el juicio que tenía con la Municipalidad de Lima. De acuerdo con la investigación judicial, Solís Cano era la persona encargada de contactar con los magistrados y hacer el seguimiento de los procesos en los que la agrupación liderada por Vladimiro Montesinos tenía interés”.
Y así nos van a hablar de independencia de la justicia.
15.05.11
www.rwiener.blogspot.com
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