Corren las apuestas para saber finalmente lo que Humala y su gobierno se han propuesto
hacer con la “ley Pulpín”. Para algunos lo que ocurrió el jueves en la cuarta
marcha, enfrentada con fiereza, ya dio la respuesta y lo que va a pasar es que
el oficialismo va a ir a la votación y a mantener la medida hasta donde pueda, por
esa suma entre maniobras y presión sobre algunos, que se ha usado para ganar
precariamente las últimas votaciones congresales.
Hay dos problemas sin embargo, que no tienen salida: que es
casi imposible reunir los votos para ganar, ahora que nadie en la oposición
quiere enemistarse con los jóvenes; y porque tampoco el régimen va a sacar algo
a su favor, salvo por la clara opción proempresarial asumida.
Así que después de
batirse cuatro horas en las calles por la “ley Pulpín”, el asunto puede quedar
donde está y Humala-Segura dirán que hay que revisar la norma para mejorar el
consenso, mientras el APRA y el fujimorismo quedan como oportunistas de
circunstancia.
Al gobierno le interesa señalar que la cosa de los jóvenes
es de todos modos secundaria y más tiene que ver con la reforma laboral que no
llegará este año por falta de
correlación de fuerzas.
Es casi, casi, como si estuviera disputándose el papel de
cabeza estratégica del neoliberalismo. No creo que la Confiep, la SNI, la
tecnocracia y los partidos (menos que nadie) arriesguen la cabeza a un fracaso
que ya no tiene cómo enmendarse.
El 28 de enero es posible que se busque una fórmula de
transacción para que la derrota no sea total. Pero creo que hay muy pocas
posibilidades de salvar la cara en circunstancias como estas.
La propaganda que enfatiza que la mayor parte de los jóvenes
que tienen ocupación laboral no cuentan con derechos, y que mejor son poquitos
derechos por mayor empleo, que soñar con lo contrario, ha fallado por la
médula, haciendo evidente que el peso de la ideología imperante no es tan
absoluto como se pensaba.
En realidad la derrota de la “ley Pulpín””, es la del crudo
pragmatismo, que sugiere que la tendencia del largo plazo es a ceder, sea como
sea.
Ante la idea: ¿de qué te sirven los derechos si no los
tienes?, la respuesta ha sido tan dura como el enfrentamiento del jueves por la
noche: los derechos son conquistas que elevan nuestro nivel civilizatorio; no
aceptamos que nos restrinjan la libertad de desplazamiento porque no tenemos el
dinero para viajar; ni que nos quiten las vacaciones para que los capitalistas
se animen a invertir.
No somos esclavos modernos. Esto nomás ha cambiado los
términos del debate en el Perú. Pulpín nos está transformando.
18.01.15
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