Tal parece que hay diversos intereses orientados a que el affaire Bayly-García acabe como suele ocurrir en el Perú: con los temas graves convertidos en banales y el presidente consagrado como el puede hacer y decir lo que le da la gana: que puede estar organizando un golpe de Estado, mientras la plata le llega sola, cachetea al trabajador que le grita corrupto y declara que el escritor puede interpretarlo como le dé la gana.
En opinión de algunos corresponsales y diplomáticos extranjeros consultados “off the record” por este diario, una revelación como la hecha por Jaime Bayly esta semana hubiera derivado inevitablemente en una querella del presidente contra el osado para obligarlo a desmentirse ante la justicia. Nadie concibe en España que se pueda escribir que el presidente del gobierno le confesó en una cena que tenía un plan diseñado de golpe de Estado, en caso determinado candidato pudiera ganar las elecciones, nos dijo un periodista de ese país. Si no lo hace, estaría dando a entender que era verdad lo dicho y en ese caso el procesado sería él.
Es imposible que en Inglaterra o en Francia, se use la excusa de que el que lanzó la bomba es un novelista que trabaja con ficciones, sobre todo si también es un periodista y un político que escribe sobre temas serios y que fue en esa condición que el presidente lo visitó en su vivienda, y que para remate ha ratificado sus afirmaciones. La frase alanista de que él “no hace caso a las travesuras” de Jaime Bayly, puede parecer amable y condescendientes, pero es en realidad una trampa dirigida a quitarle toda importancia a los temas tratados. Como en este caso el “loquito” que le ha gritado corrupto y golpista, no puede ser apabullado en público a punta de sopapos, la repuesta del poder es envolverlo en elogios mientras se desliza la idea que a este tipo no hay que tomarlo en serio.
A esto se está prestando evidentemente una gran parte de la prensa que ha eliminado el tema de sus titulares y sus páginas, o lo ha reducido a una intrascendente “chiquita”, mientras los columnistas se dedican a explicar que estos asuntos se están volviendo una oportunidad de “victimización” de Humala y una exageración a un asunto sin importancia. Después de todo fue con ese tono de perdonavidas del presidente (primero aparentando enojo y luego bajando el tono) y con la colaboración de los medios, que los petroaudios, los chuponeos, las permutas mobiliarias de Del Castillo, los terrenos de Quesada, las indemnizaciones de Barrios, han ido diluyéndose sin sanciones y con los corruptos regresando a la vida pública.
La banalización, según los especialistas, es una técnica que no sólo sirve para que los crímenes contra los derechos humanos (Bagua), las faltas a la moral pública (corrupción) y el chantaje electoral en marcha (amenaza de golpe de Estado), queden sin culpables y sanciones; sino que funciona también como una manera de acostumbrarnos que las cosas son así. García no promete jamás acabar con la corrupción, sino que a pesar de todo hay obras; no desmiente que ha estado afirmando a lo Fujimori que después de él y del neoliberalismo, sobrevendrá el golpe de Estado, sino que ¿quién va a imaginar a Alan García de golpista?
El propio Bayly parece que ya perdió la energía del primer día. Después de todo ya cobró su venganza por su expulsión a la mala de su programa por Frecuencia Latina Televisión, que fue echa por evidente pedido de Alan García y ahora está empezando a pensar que este asunto puede favorecer a Humala. Así andan los principios en nuestro país. No nos indignamos, gritamos, puteamos de saber que tenemos políticos a los que la plata les llega sola después de sacar sistemáticamente la cara por los grandes intereses económicos extranjeros y nacionales, y que están dispuestos hasta a dar un golpe de Estado para que no les quiten esta mamadera y no llegue al gobierno alguien que pudiera destapar la olla de la podredumbre. Banalizar o enfrentar la corrupción y el golpismo, es el dilema entre la prensa acrítica y la independiente.
09.12.10
www.rwiener.blogspot.com
No hay comentarios.:
Publicar un comentario